Chavarrías junto a Mágica Pérez durante la presentación de dictado en Berlín. Foto: Reuters

Antonio Chavarrías tiene una breve pero cuidada filmografía jalonada por títulos como Susanna (1996) o Volverás (2002). Su universo suele ser oscuro y torturado y su cine está muy atento a la construcción psicológica de personajes y a los conflictos que se establecen entre sí. Acaba de aterrizar en Berlín con su último filme, Dictado, en el que es fiel a su mundo pero al mismo tiempo le da una nueva vuelta de tuerca al plantear la posibilidad de lo sobrenatural y lo mágico en una historia de identidades confusas, traumas del pasado y monstruos con aspecto de persona normal y corriente.



La historia cuenta lo que acontece a un matrimonio de profesores, protagonizado por Bárbara Lennie y Juan Diego Botto, cuya vida se ve trastornada cuando adoptan (en principio provisionalmente) a una niña de siete años que se ha quedado huérfana tras el suicidio de su padre (una escena que Chavarrías refleja en pantalla con una contundencia desacostumbrada). Si para ella supone la posibilidad de ser madre, su sueño más preciado, para él revivir un episodio oscuro y violento de su niñez que ha permanecido oculto y atormentándolo toda su vida.



Dictado no ha obtenido en Berlín el gran aplauso que a buen seguro buscaba. Chavarrías ha dicho que no es una película habitual de festival y es cierto porque el género no lo es. De todos modos, el propio director ya dijo en una entrevista en El Cultural que él la concibió como un "cuento perverso" y que ha sido casualidad que haya terminado siendo de terror, que es lo que es. Y quizás en esa indefinición es donde está el mayor fallo de Dictado, un filme entretenido que proporciona un buen golpe de guión al final y que mantiene la atención pero en el que todo resulta algo forzado y poco natural.



Tanto Juan Diego Botto como Bárbara Lennie hacen un buen trabajo. Y la niña (Mágica Pérez) da verdadero pavor, ese pavor extraño y desasosegante que pueden darnos los "niños demoníacos". Lo más interesante es la reflexión sobre nuestra capacidad para romper los espacios de credulidad y comenzar a creer en lo sobrenatural, lo impensable. Y no tiene poco mérito que el filme someta al espectador a una disyuntiva parecida a la del protagonista, un hombre racional que de repente se ve desbordado. Pero hay algo que falla en Dictado, le falta garra y quizá corazón. Uno llega al final sin perder el interés pero lejos de estar deslumbrado.