Image: La agridulce fiesta del cine español

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Cine

La agridulce fiesta del cine español

Arranca mañana la 15ª edición del Festival de Cine Español de Málaga, marcada por los grandes recortes al sector

20 abril, 2012 02:00

Fotogramas de La suerte dormida, The Pelayos y Memoria de mis putas tristes.

Arranca mañana la 15ª edición del Festival de Cine Español de Málaga, marcada por los grandes recortes al sector. El certamen abre sus puertas al cine de animación, presenta magníficos documentales y homenajea a Jaime Chávarri.

Cautivo y desarmado, el cine español (o lo que queda de él) se reúne un año más en Málaga. Ese cine herido de muerte, esas películas que el Gobierno considera "prescindibles", ocuparán las pantallas malagueñas marcadas por los fuertes recortes presupuestarios del sector. El certamen alcanza su 15 edición con casi un 20% menos de su presupuesto respecto al de 2011. En señal de semiluto, o simplemente llevados por la voluntad de supervivencia, no habrá gala de inauguración ni de clausura. Hay más bien poco que celebrar. Y aun así, el festival no sólo mantiene todas sus secciones habituales -Competición, Zonazine, Territorio Latinoamericano, Documentales y Videocreación-, sino que ha añadido a su programa un nuevo espacio, Animazine, destinado a las películas de animación, acaso el único sector de la industria (o lo que queda de ella) en supuesto crecimiento.

Es imposible imaginar a grandes empresarios españoles asistiendo a la cita malagueña para presentar sus últimos proyectos de mecenazgo, desgravación cultural o mero blanqueo de capitales, pero dadas las circunstancias, y a la espera de la que se presupone estéril Ley de Mecenazgo, quizá debería convertirse en la costumbre. Más que una muestra de las últimas óperas prima españolas, de los proyectos televisivos hinchados a pantalla grande y de aquellos filmes que no han encontrado acomodo en festivales de mayor pedigrí, quizá valdría transformar el Festival de Málaga en un Mercado de Mecenazgos. Con iniciativas tan surreales como el acuerdo de colaboración alcanzado entre el certamen y los ¿videoclubes? locales, sin embargo, corre el riesgo de convertirse en un Museo de Antigüedades.

Pero vayamos al cine. A ese cine cautivo y desarmado. Dos líneas de fuerza conforman la sección competitiva de trece largometrajes. Por un lado, los debutantes: Eduardo Cubillo (Historia de un crimen de Estado), Paco R. Baños (Ali), Fernando Cortizo (O apóstolo, una película de animación), Ana Rodríguez Rosell (Buscando a Eimish) y el actor Paco León (Carmina o revienta). Por otro lado, directores de cierto recorrido, como Imanol Uribe (Miel de naranjas), el apreciado director argentino Daniel Burman (La suerte en tus manos) o los no tan apreciados Patricia Ferreria (Los niños salvajes), Eduard Cortés (Los Pelayo), Xavier Villaverde (El sexo de los ángeles), Xavi Puebla (A puerta fría) y Pedro Pérez Rosado (Wilaya). Completan la sección a concurso algunas muestras de exotismo: la adaptación realizada por Jean-Claude Carrière de la novela de Gabriel García Márquez Memoria de mis putas tristes, dirigida por el danés Henning Carlsen; y el filme colectivo Kanimambo, que recoge las experiencias de tres directores en Mozambique: Adán Aliaga, Abdelatif Hwidar y Carla Subirana.

Zonazine es el destino de todos esos debutantes y directores locales (Chiqui Carabante con Una comedia metafísica) que no han entrado en el corte a concurso por la Biznaga de Oro. Sus propuestas, en apariencia no demasiado preocupadas por recoger el pulso de los tiempos (quizá Esperando septiembre, de Tina Olivares), parecen dar prioridad al romanticismo y el escapismo emocional: Cecilia y Juan, de Alberto Córdoba; Seis puntos sobre Emma, de Roberto Pérez Toledo, o La senda, de Miguel Ángel Toledo. Como venía siendo habitual en ediciones pasadas, quizá sea en el terreno documental donde se encontrarán las piezas más estimulantes, como El foso (Ricardo Íscar), Otra noche en la Tierra (David Muñoz López), N-VI (Pela del Álamo) o Yatasto (Hermes Paralluelo). Y si el presente no da mucho de sí, aparte de la retrospectiva dedicada a Jaime Chávarri (cuya filmografía ha avanzado bajo la sombra de su magnífico debut con El desencanto, en 1976), se proyectará el clásico de Miguel Picazo La tía tula (1964), clara muestra de que el cine español es capaz también de producir obras imprescindibles.