"Si ese avión despega y no estás en él lo lamentarás. Tal vez no hoy, ni mañana, pero más tarde, toda la vida". "Tócala otra vez, Sam". "Presiento que este es el principio de una hermosa amistad". Tres frases para recordar una película redonda, una de las historias de amor más emblemáticas de la historia del cine, y el reflejo de un idealismo muy necesario en una época convulsa.



En 1942, en plena II Guerra Mundial, Michael Curtiz dirigió una película que pretendía parecerse a la hoy olvidada Argel, la historia de un triángulo amoroso en el Marruecos de la ocupación alemana. El título, originalmente Everybody Goes to Rick's (Todo el mundo va a donde Rick), terminó por transformarse en Casablanca, ganadora de tres Oscar en 1944, el de Mejor Director, Mejor Película y Mejor Guión, a pesar del caos que envolvió su escritura a marchas forzadas, prácticamente al mismo tiempo que en que se estaba rodando. Nadie sabía a quién elegiría Isla, interpretada por una Ingrid Bergman que se quedó a las puertas del premio de la Academia, pero no por su trabajo en Casablanca, sino en Por quién doblan las campanas, la adaptación de la novela de Ernest Hemingway.



El protagonista masculino, Humphrey Bogart, encarnando su prototipo de personaje cínico y cascarrabias pero con un gran corazón, compite con el idealista Paul Henreid, que sobre estas líneas demuestra