El mundo del cortometraje en España, ahora que ha desaparecido la línea de ayudas públicas, se enfrenta a una situación precaria. Esta circunstancia no ha impedido que dos cortometrajes españoles -'Una historia para los Modlin', de Sergio Oksman, y 'Voice Over', de Martin Rosete- compitan esta semana en el festival internacional Curtas Vila do Conde (Oporto), uno de los más importantes del mundo en el formato corto. Hablamos con ambos directores sobre sus piezas y desafíos.

Sabemos que el cortometraje apenas tiene visibilidad. Pero eso no impide que muchos directores encuentren en el formato breve la salida a sus proyectos. Si no ocurre con los relatos de John Cheever, no debería ser aplicable tampoco a las películas de corta duración, esto es, valorar una pieza creativa por su extensión. Esto lo sabe muy bien el festival Curtas Vila do Conde (Oporto), probablemente la cita más importante del mundo en el panorama del cortometraje internacional. En este año que celebra orgulloso su vigésima edición (a partir de mañana) reivindicando el potencial artístico del cortometraje, ha seleccionado para su sección oficial a concurso dos piezas españolas -Una historia de los Modlin, de Sergio Oksman, y Voice Over, de Martin Rosete-, que se medirán con las últimas creaciones de grandes cineastas como Nicolas Provost, Danis Tanovic o Lisandro Alonso. Lo interesante de ambos cortos, aparte de su calidad, es que vienen a simbolizar dos formas bien distintas, pero sintomáticas, de entender el cine.



Si Sergio Oksman (Sao Paulo, 1970) abandonó su país de origen para instalarse en Madrid, donde lleva viviendo quince años, y apostar por la autofinanciación y la expresión radicalmente libre de su oficio, Martin Rosete (Madrid, 1980) ha emprendido el viaje a Estados Unidos para rea- lizar cine bajo los parámetros de Hollywood. "En EEUU hay industria, y en España, especialmente ahora, la situación está muy difícil, sobre todo para un director novel -sostiene Rosete-. Aparte, el tipo de cine que me interesa está más conectado con la sensibilidad norteamericana, porque me he educado con Spielberg y Zemeckis". De hecho, el guión de Voice Over es de Luiso Berdejo, otro joven talento español asentado en Estados Unidos, guionista de [REC] y director de extraordinarias piezas cortas como For(r)est in the Desert y La guerra, así como del largometraje The New Daughter, con Kevin Costner. "Soy consciente de que disfruto mucho más dirigiendo que escribiendo. Si me enamoro de una historia, no tengo ningún problema en realizarla, siempre que pueda hacerla mía", explica Rosete.



Oksman es autor de los magníficos largometrajes para cine La esteticién (2005) y Goodbye America (2006), y ha ido alternando trabajos en largo y en corto para la gran pantalla según las exigencias del proyecto. "Una historia para los Modlin tenía que ser un cortometraje por algo muy sencillo: es una historia inabarcable y si no pones limitaciones corres el riesgo de perderte", afirma. Al frente de la productora Dok Films, Oksman ha ido abandonando las técnicas convencionales del documental "para dedicarme a lo que realmente me gusta", esto es, a fabular con las huellas de lo real y construir delicados artefactos que navegan entre el documental, la ficción y el cine-ensayo.



Una familia maldita

Si con el extraordinario cortometraje Notes on the Other (2009) -ganador de varios premios internacionales-, Oksman partió de una imagen para reflexionar sobre el mito y las máscaras de Hemingway, en Una historia para los Modlin toma como base el material biográfico -fotos, cartas, vídeos, objetos, etc.- encontrado en un contenedor de la calle Pez de Madrid, donde podía cifrarse (e imaginarse) la vida de una familia de artistas tan bizarra como maldita.



"Hago películas sobre gente que no quiero ser, gente que esencialmente me cae mal -explica Oksman-. El matrimonio Elmer y Margaret Modlin hipotecó su vida y utilizó a su hijo Nelson en pos de la fama y el reconocimiento, pero la gran ironía de la historia es que todas sus posesiones acabaron en el más completo de los olvidos". Tirando del hilo del cuantioso material encontrado en la zona de detritus, se abrían infinitas posibilidades, hasta el punto de que Oksman, junto a sus co-guionistas Carlos Muguiro y Emilio Tomé, llegó a realizar veinte versiones de la película. "Había muchos caminos que tomar: encontramos cartas de Henry Miller, Margaret pintaba mucho a Franco... Al final nos hemos quedado con una de las muchas historias posibles, de ahí el título". En una exposición del fotógrafo Hans-Peter Feldmann encontró la clave del dispositivo visual -el empleo narrativo de las fotografías-, mientras que en el filme La semilla del diablo (1968), en cuya escena final Elmer Modlin tiene una aparición como figurante, halló el punto de arranque de su historia. "La película de Polanski es sobre un actor que pacta con el diablo a cambio de fama, lo que ofrecía muchos paralelismos con la historia de los Modlin".



El cortometraje Voice Over, de Rosete, también adquiere el estatuto de un rara avis, si bien sus mimbres son muy distintos. El filme aglutina el empaque visual de varios géneros -ciencia-ficción, bélico, aventuras, etc.- precisamente para desactivarlos, para convocar la intimidad de un amor de infancia a partir de la épica y el suspense de varias situaciones límite narradas en off y protagonizadas por un astronauta o un soldado. "El guión me encantó porque era una historia muy visual, y creo que como director es lo que se me da bien, y además tenía un giro final que me pareció extraordinario, muy emotivo, porque las tres historias que le preceden toman un sentido pleno". La espectacularidad del filme viene dada, más que por la ocurrencia narrativa, por el tratamiento de la imagen. "Mi hermano es el director de fotografía, y somos muy maniáticos en los aspectos visuales. Barajamos decenas de películas hasta encontrar el look del corto: Senderos de gloria, Largo domingo de noviazgo... Hasta estuvimos en conversaciones con los diseñadores de vestuario de Moon porque nos encantaba el traje del astronauta".



Rodada en Tenerife con equipo español, financiada con subvenciones públicas y la ayuda de festivales como Gijón o Almería, protagonizada por un actor británico y una voz en off en francés -"una opción estética más que argumental", explica Rosete-, Voice Over es una pieza que depura cualquier referencia local, diseñada para un mercado cinematográfico global en el que no caben huellas de lo autóctono. O acaso como tarjeta de visita para que un productor norteamericano aprecie la solvencia de un realizador capaz de moverse en cualquier género y marco visual. "Si no has hecho un buen corto en el que demuestres tu visión de director, es muy difícil que alguien ponga financiación para tu primer largo", añade. "Rodar un corto supone tanto esfuerzo de tanta gente, que el mejor premio es una distribución digna. Hago cine para que mis películas lleguen al mayor número de gente posible, y si eso significa pelear con un productor, y hasta perder algo de libertad, no tengo problemas en hacerlo", sostiene Rosete.



Al contrario, Oksman, con una dilatada experiencia como documentalista televisivo a sus espaldas -al frente de piezas producidas por Elías Querejeta-, ya ha salido escaldado de las condiciones y concesiones propias de los trabajos de industria, y hoy disfruta de una libertad plena en su trabajo aunque tenga que rodar con apenas 25.000 euros o estar tres años absorbido por un proyecto, dando vueltas y vueltas alrededor de una idea. "Aunque sea muy meticuloso y cuide cada mínimo detalle, abogo por las películas imperfectas -argumenta el director de origen brasileño-. En los pliegues de la imperfección es donde habita el misterio de las grandes películas. El corto español está obsesionado con la perfección técnica. Los directores manejan grúas y travellings, da la impresión de que han visto mucho cine pero que han vivido poco. La mayoría de cortos son ocurrencias o chistes muy bien realizados pero sin alma. Con suerte, la pobreza nos hará hablar de la vida".



Fuera de las convenciones

A su modo, Voice Over apela tanto al circuito más industrial del cortometraje como a la personalidad experimental del formato, de ahí probablemente que un certamen como Curtas Vila do Conde, que se caracteriza por programar piezas audaces y fuera de las convenciones, lo haya seleccionado a concurso. "La película tiene esos dos rostros -afirma Rosete-, pero cuando planifico prefiero dejarme llevar por la intuición. Algunos espectadores podrán pensar que ambos frentes colisionan y otros los verán compatibles". El autor de Una historia para los Modlin asegura que en algún momento le gustaría "trabajar con actores", realizar una ficción, "pero lo que de verdad me gustaría -añade Oksman- es hacer un cine más visceral, capturar la realidad como lo hacen Andrés Duque, James Benning o Peter Hutton, pero mi cine está basado en la construcción, en encajar piezas. Es un proceso largo y sufrido".

Un festín de gran cine en corto

En la localidad costera Vila do Conde (Oporto) se congrega una vez al año el mejor cine en corto del mundo. Lo hace desde 1992, seleccionado por un equipo de programadores en busca todo el año de esas piezas breves que, como en su día Un perro andaluz (1929, Luis Buñuel) o La Jetté (1962, Chris Marker), puedan abrir brecha en las conquistas de la historia del cine. Por las pantallas de Vila do Conde han pasado cortos de Apichatpong Weerasethakul, Gus Van Sant o Tsai Ming-Liang antes de que fueran los cineastas de culto que son hoy. Para celebrar su aniversario, la cita portuguesa (desde mañana al 15 de julio) ha preparado todo un festín, un espectacular programa que recorre las dos décadas del festival poniendo el acento en los autores y películas más destacados. En paralelo, estrenará mundialmente los trabajos, financiados por el propio certamen, de cuatro cineastas con los que ha mantenido un fuerte vínculo en estos años: Thom Anderson, Helvécio Marins, Sergei Loznitsa y Yann González. Además, en el marco de la muestra "2012 A Kubrick Odyssey", el festival celebra el genio del autor de Lolita no sólo con la proyección de sus cortos, también con las piezas de artistas visuales -Provost, Gussin, Thrufjell, etc.- que comentan la relevancia cinemática del cine de Kubrick. Curtas declara su vocación de integrar los discursos del cine con las artes plásticas y la música, un papel que concentra en las secciones "Stereo", "Experimental" y "Videos Musicales". Lo dicho, todo un festín.