El director de cine Bertrand Bonello.



Los amantes del cine tienen una cita ineludible con L'Apollonide (Casa de tolerancia), una de las mejores películas de cualquier parte del mundo que se van a estrenar este año en nuestro país. El director francés Bertrand Bonello realiza en esta bellísima película un retrato entre lo crudo y lo sensible de un burdel en el París del cambio de siglo del XIX al XX. Con una nutrida filmografía a sus espaldas que incluye títulos como Le pornographe (2001), Tiresia (2003) y De la guerre (2008), Bonello ha permanecido hasta la fecha inédito en España a pesar de ser un fijo del Festival de Cannes. L'Apollonide es un acontecimiento cinematográfico por su perturbadora y al mismo tiempo emocionante aproximación a un mundo tan desconocido como alimentador de las más exacerbadas fantasías. Una reflexión sobre el papel de la mujer y nociones como el placer, la culpa y el dolor.



Pregunta.- Lo primero que llama la atención de L'Apollonide es el tono, a medio camino entre el realismo y la fábula.

Respuesta.- Esa era la intención desde el principio, explicar un burdel con todo detalle y al mismo tiempo narrar un cuento. Hay una parte de crónica detallista: cómo comen, se lavan, se van a dormir... y todo lo explicamos con rigor histórico. Pero hay un lado mucho más novelesco, liberado de las ataduras de lo real y que surge de un trabajo en la escritura para no perder esa parte de fantasía.



P.- Esos burdeles no son lugares clandestinos, sino que están perfectamente integrados.

R.- Están en la sociedad de una manera natural. Los hombres se encuentran a sus anchas, como en club inglés, porque no es un lugar prohibido. La parte positiva es que no hay nada de hipocresía.



P.- La acción se desarrolla al cien por cien en el burdel, todo un reto.

R.- El contexto histórico es fundamental, estamos a finales de un siglo y el principio de otro. El reto era explicar sin salirnos de esas cuatro paredes todo un mundo que está a punto de cambiar. Por otra parte, está la voluntad de estar siempre al lado de las prostitutas, tanto física como espiritualmente. Finalmente, ese mundo cerrado, en el que incluso las ventanas están corridas, está fuera de lo real y se crea un efecto parecido al que se crea en una sala de cine. Fuera, en la calle, están en un mundo de fantasmas.



P.- Parte de ese tono de fábula mencionado viene de esa "vaporosidad". Es un mundo sensual, casi onírico.

R.- Esa atmósfera también viene marcada por la presencia masiva del opio que había en el París de 1900. No quería una reclusión que diera un aire a iglesia sino que fuera efectivamente vaporosa, dulce, como el opio.



P.- Se crea una paradoja fascinante: el mundo del placer pero también el de las enfermedades y las desgracias, ambos están completamente entrelazados.

R.- Quería transmitir toda la belleza y el peligro de ese mundo. Vemos por ejemplo el espléndido ramo de flores pero también cómo se pudren esas flores, no olvidemos que retratamos los últimos tiempos de ese tipo de burdeles, su decadencia. Las chicas nunca pueden dejar de sentir miedo, el miedo a la enfermedad pero también a estar embarazadas, y también el miedo a dejar ese trabajo y encontrarse en la calle sin nada.



P.- ¿Qué fuentes ha utilizado para recrear ese burdel?

R.- Normalmente hemos visto los burdeles desde el punto de vista del hombre. Según esa visión, las mujeres dan placer y se las representa por las mañanas cuando están frescas y bellas. Yo las veo como actrices representando una función para esos hombres embotados y lo que vemos es el backstage.



P.- Es un lugar en el que la lucha de sexos es al mismo tiempo más cruda que nunca como parte, como dice, de un teatro, en el que éstas complacen a éstos.

R.- Las mujeres tienen miedo de los hombres y los hombres tienen miedo de ellas. ¿Quién es el más fuerte entre uno y otro? Creo que las mujeres demuestran mayor entereza, su miedo es físico, los hombres viven con miedo por sus complejos.



P.- Hay algunas escenas de una gran brutalidad, aunque normalmente opta por la sutileza.

R.- Hay veces que esa violencia sobre las mujeres es sorda, tiene que ver con la opresión. Otras, esa violencia se manifiesta de una manera muy física, muy directa, y eso no podía ocultarlo. No quería provocar un shock pero hay una realidad que debe surgir.



P.- La banda sonora es una extraña mezcla entre piezas de Mozart o posteriores en el tiempo como The Moody Blues.



P.- Tengo una aproximación musical al cine y la música no solo acompaña a la imagen, afecta al ritmo y a la propia "melodía" del filme.



P.- Sorprende esa imagen final en la que vemos a una meretriz contemporánea por las calles de París...

R.- El sentido de eso es decirle al espectador que ésta es una película de 2011, no de 1900. Para mí no tiene sentido rodar una película de época como si fuera un contemporáneo de la época porque el mundo ha cambiado y yo no puedo dejar de vivir en el actual, con mis valores y mis criterios estéticos. Ese personaje de la prostituta atraviesa los siglos para decirnos que la prostitución continúa existiendo pero que todo ha cambiado.



P.- En Francia el Gobierno parece dispuesto a prohibir la prostitución.

R.- ¿Qué quiere decir prohibir la prostitución? Es una idea completamente estúpida.