Fernando Trueba (Concha de Plata) y Pablo Berger (Premio del Jurado) rodean a François Ozon, ganador de la Concha de Oro



El festival de San Sebastián tiene una larga tradición de decisiones extrañas, incomprensibles, polémicas y a la postre es posible que esa reputación no le haya favorecido en nada. Por ello, la mejor conclusión posible a una brillante edición del certamen, que habrá que analizar más detenidamente -no está muy claro si ha habido más calidad en Nuevos directores que en sección oficial-, lo dicho, que lo que empieza bien acaba bien y el jurado presidido por la productora indie Christine Vachon ha tenido el buen gusto de darle la Concha de Oro a la mejor película que ha habido este año: Dans la maison (En la casa), una obra que consagra a François Ozon como uno de los grandes directores contemporáneos. Capaz de lo mejor, Ricky, y lo peor, Ocho mujeres, el cineasta francés supera su tendencia al manierismo con un filme fascinante que reflexiona agudamente sobre los límites entre la ficción y la realidad para proponer una reinvención de la figura de Lolita mediante un alumno perverso e inocente -¡qué combinación!-, que nos obliga a cuestionar nuestros límites morales. Una gran película, una gran Concha de Oro.



Tras su éxito en Toronto y su prenominación al Oscar, la grandeza de Blancanieves comienza a ser un hecho. Recién estrenada, esta extraordinaria película de Pablo Berger consigue algo que quizá no veíamos desde Pedro Almodóvar, una vanguardia verdaderamente española, una modernidad que no renuncia a las raíces e impulsa la cultura española hacia nuevas dimensiones de riesgo y ambición artística. Merecidísimo Premio Especial del Jurado. La Concha de Plata al mejor director ha recaído de forma absolutamente justificada en el gran trabajo de Fernando Trueba con El artista y la modelo. Trueba es un artista que con frecuencia ha tendido al subrayado esperpéntico y es de loar que en su nuevo filme logre una contención y dominio del oficio que lanza su trayectoria hacia nuevas y más interesantes latitudes.



Estaba convencido de que Rhino Season, de Bahman Ghobadi, es una película indiscutiblemente hermosa y bella. Me sorprendió mucho ver cómo muchos compañeros no lo veían así. Los premios son limitados así que quizá quepa conformarse con el premio a la mejor fotografía para el operador Touraj Aslani que materializa el cine visionario de Ghobadi. Es un filme que lleva más allá los límites de un lenguaje puramente cinematográfico y aunque sepa a poco nada tiene de malo que se premie a quien realiza los sueños de otro. Una pena que no se premie al actor Behrouz Vossoughi Vossoughi cuyo magnético rostro simboliza el drama de los represaliados por el repugnante régimen iraní. Una pega, quizá soy un radical, pero la ambigüedad de The Attack respecto al terrorismo no me gusta. Ha ganado otra mención especial del jurado injusta.



Finalizar con los premios al actor para José Sacristán por El muerto y ser feliz. No me cae bien este tío, qué quieres que te diga. Por favor, directores modernos, dejad de ponerlo en bolas. Y Macarena García es una justa ganadora como mejor actriz de Blancanieves. Gana ex-aequo con Katie Coseni, por su extraordinario trabajo en la notable Foxfire (otra pena que sólo me gustara a mí). Mañana, seguimos.