De arriba abajo: Todo es silencio, Al nacer el día y The Pohjoiseen.

El cine como intérprete de la historia y la actualidad es uno de los grandes propósitos de la Seminci. A partir de mañana, la cita vallisoletana irá desgranando un programa que inaugura José Luis Cuerda y que pone su foco en el cine europeo.

Las dos películas españolas que participan en la Sección Oficial de la 57 Seminci de Valladolid arrojan sendas, y muy distintas, formas de entender el cine, que a su modo reflejan los criterios polarizados desde los que se programa el festival. José Luis Cuerda inaugura con Todo es silencio, una nueva y lacia "ilustración" (que no adaptación) de un libro de Manuel Rivas tras La lengua de las mariposas. En contraste con el rigor de La Lapidation de Saint Étienne, de Pere Vilà, película que retrata con detalle la degradación de un anciano huraño abandonado por su familia, emergen claramente dos intenciones claras respecto al hecho cinematográfico. Mientras a Cuerda le basta con escenificar protocolariamente un guión sin vida, Vilà llena su trabajo de ideas fílmicas, con una especial atención al tiempo interior de las secuencias. Produce el filme Luis Miñarro, garantía de un cine de autor sin concesiones, quien asimismo presenta en el certamen su cortometraje 101, en el que investiga los métodos de trabajo y la concepción del cine según Manoel de Oliveira, a partir del rodaje de El extraño caso de Angélica.



La sección competitiva, más allá de esta esquizofrénica lectura del cine español, recoge un amplio surtido de voces y nacionalidades, en su mayor parte europeas. La interesante, emotiva Barbara, aunque no sea la mejor película de Christian Petzold, es una de las obras más esperadas por su premio en la Berlinale, así como las piezas de Mika Kaurismäki (The Pohjoiseen) y de Deepa Mehta (Hijos de la medianoche). En su tradicional visión del cine como un arte capaz "de contarnos, de verdad, la realidad que nos rodea, sin almíbar ni eufemismos" (según Javier Angulo, director del certamen), la Seminci emerge a veces casi como una pantalla paralela a los telediarios. Don't Clean Up This Blood, del italiano Daniele Vicari, retrata los abusos de policías antidisturbios en los altercados durante la cumbre del G8 de Génova en 2001. Otro tipo de abusos, los que tienen lugar en la frontera entre Estados Unidos y México, ocupan el tema central de La vida precoz y breve de Sabina Rivas, del mexicano Luis Mandoki. Los mundos interiores del islamismo radical están presentes en Los caballos de Dios (Nabil Ayouch), que trata de diseccionar las causas íntimas de los atentados en Casablanca del año 2003, mientras que la cuota del Holocausto vendrá servida por un habitual del certamen, Goran Paskaljevic, en Al nacer el día. Expresiones de la "banalidad del mal", cuya articulación filosófica explora el biopic Hannah Arendt, de Margarethe von Trotta, mientras que el Apocalipsis, o algo parecido, alimenta las imágenes de La quinta estación (Woodworth y Brosens). Siempre hay un espacio para las formas del amor, que llegarán de la mano de Josh Radnor en Amor y letras y de la británica Sally Potter en Ginger and Rosa.



Aunque los filmes a concurso privilegien la interpretación de capítulos históricos de toda índole, la labor se expande en la sección "Tiem- po de Historia", donde Basilio Martín Patino presenta Libre te quiero, que recoge las manifestaciones del 15-M, mientras otro español, Eduardo Chapero-Jackson, estrena su primer documental, Los mundos sutiles, en torno a Campos de Castilla de Machado. Un ciclo dedicado al otro cine de Bollywood, el de los cineastas indies del contienente indio, y otro al cine mexicano, con trabajos de Guillermo del Toro, Arturo Ripstein o Carlos Reygadas, completan la oferta de la semana de cine de Valladolid.