Whit Stillman
Llevaba catorce años desaparecido. Desde la excepcional 'Last Days of Disco', Whit Stillman, el último de los ‘indies dandis', regresa con la deliciosa 'Damiselas en apuros'. El cineasta, que propone una sofisticada relectura del musical y la comedia, explica a El Cultural las claves de un filme lleno de frescura.
Han pasado nada menos que catorce años desde aquella última película y su regreso con Damiselas en apuros, una comedia sofisticada ambientada en el mundo universitario de Estados Unidos que clausuró el último Festival de Venecia, es sin duda una de las noticias más insospechadas de este año cinematográfico.
"Mi carrera ha sido un fracaso", resume el director al referirse a estos casi tres lustros de desaparición de las pantallas. "Durante mucho tiempo estuve intentando levantar varios guiones muy complicados y caros, uno sucedía en Jamaica y otro en China y quería hacer una superproducción pero nunca encontraba apoyo económico. En vista de esta situación, al final decidí volver al tipo de película independiente y barata que es la única que por lo visto me dejan hacer". Según Stillman, en el futuro no habrá espacio para las películas "medias", su especialidad. Ya solo confía en "fenómenos como el mumblecore y rodar con poquísimos medios. Hay una nueva generación interesada en este tipo de películas con parámetros muy distintos alejados de la industria con la que me puedo entender muy bien".
Damiselas en apuros supone reencontrarse con un Stillmann fiel a sí mismo y en plena forma. La película retrata a un grupo de amigas de lengua viperina e intenciones redentoras en un college americano de hoy en día, sus desvelos por encontrar pareja y al mismo tiempo arreglarle la vida a los demás. Como impulsoras de un club de ayuda a suicidas, en el que se cuelan muchos falsos depresivos porque regalan donuts, el filme plantea una interesante reflexión sobre la bondad de la bondad, o, dicho en otros términos, hasta qué punto nadie tiene derecho a creerse legitimado para solucionarle la vida a los demás. "Para mí el tema clave es la búsqueda de la identidad", dice el director. "Lo más fantástico de esa época de juventud es que uno puede ser cualquier cosa. De hecho, cambias constantemente porque aún no sabes quién eres de verdad. Estas chicas quieren encontrarse a sí mismas y su forma de hacerlo es ayudar. No hay nada de cínico en ello, es una voluntad sincera pero en realidad son ellas quienes tienen un problema y lo quieren resolver solucionando los de los otros". Respecto a las curiosas terapias que proponen, Stillman aduce: "Leí un estudio en el que se demostraba que muchas veces las soluciones más extrañas son las que mejor funcionan. Nadie sabe en realidad qué es lo que cura a un depresivo. ¿Por qué no el baile?".
-Damiselas en apuros es una reivindicación de la comedia sofisticada, hoy en desuso.
-La única persona a la que le he pedido un autógrafo en toda mi vida es Mario Monicelli. La época dorada de la comedia fue en Italia durante esa época y el Hollywood de los años 30: Lubitsch, Gregory LaCava o Preston Sturges. Hay una película que me gusta especialmente, El bazar de las sorpresas. También me gusta mucho la elegancia de los años 50 y 60, esas películas con Cary Grant, Doris Day o Grace Kelly.
-Las protagonistas rezuman nostalgia por el pasado. La película de hecho se sitúa en un tiempo sin determinar.
-Se supone que es la actualidad pero no quería que eso fuera demasiado evidente. Está en su ropa. Hay un momento en el que se ve a una de las protagonistas con un ordenador portátil. Ellas sienten que habrían vivido mejor en otra época porque la modernidad es muy vulgar. El otro día, en el metro, vi a una chica llena de piercings y con la ropa rota, ¿qué pretendía demostrar? ¿Quería que todo el mundo la mirara? La diferencia entre hoy y el pasado es que antes la vulgaridad era involuntaria y hoy es forzada. La gente quiere ser vulgar, es insólito.
-Reivindica también una tradición literaria en los diálogos, con ecos de Oscar Wilde.
-Cuando haces una comedia como ésta no buscas el realismo, estás presentando la vida de una forma estilizada y no pasa nada porque los personajes hablen de un forma que no es natural. Hay un momento en el que un profesor de literatura habla de autores como Thomas Peacock, Evelyn Waugh, Ronald Firbank o Walter Pater. Me gusta también la literatura de Jane Austen o el doctor Johnson. Forman parte de esa gran tradición británica satírica que para mí siempre ha sido una gran fuente de inspiración. La ironía es la mejor arma para atacar al mundo.
-¿Le molesta que le llamen el director de los ricos?
-No, pero no creo que sea justo, eso viene de los tiempos de Metropolitan y ya es un tópico del que no puedo escapar, cualquier artículo en Internet empieza siempre por eso. En la película vemos personajes de todas las clases sociales. La protagonista, Violet, está estudiando gracias a una beca. Lo que revindico es la elegancia y el estilo, pero no hay que ser rico para tenerlo.
-Aborda una situación clásica: personas inteligentes enamoradas de tontos...
-Eso sucede mucho en la vida real. A veces esas relaciones pueden funcionar porque las personas inteligentes suelen ser muy críticas y las otras les aportan una alegría que quizá les falta. Por desgracia, también es frecuente que esas pasiones tan desequilibradas conduzcan a la desesperación.
-Termina la película con un largo número musical.
-El baile es una forma de expresión maravillosa y quería hacer un homenaje a las películas de Fred Astaire y Ginger Rogers. Nadie ha superado los musicales de los años 30 de la RKO, los de la MGM no me gustan tanto. Terminar este película como un musical es algo lógico con su estructura interna. Quería aportar también ese sentido de la alegría.