Cristian Mungiu

Después del impacto que generó con '4 meses, 3 semanas, 2 días', el rumano Cristian Mungiu propone otro descenso a los infiernos protagonizado por dos jóvenes. 'Más allá de las colinas' relata, con una extraordinaria atención psicológica, un hecho real muy popular en Rumanía, en el que la superstición y la ignorancia provocaron una tragedia irreversible en el seno de una comunidad religiosa.

Cristian Mungiu (Iasi, Rumanía, 1968) provocó un terremoto de varios grados Richter cuando ganó en 2007 la Palma de Oro con 4 meses, 3 semanas, 2 días, una de las películas más influyentes del cine más reciente. Fue el simbólico pistoletazo de salida de la Nueva Ola rumana, como la llama él mismo, o el desembarco de toda una generación de cineastas de ese país crecidos en el comunismo cuyo talento y "radical" (la palabra también es suya) aproximación al cine explotó con la llegada de la democracia. Filmes dirigidos por cineastas como el propio Mungiu, Corneliu Porumboiu (12:08 al este de Bucarest) o el fallecido Cristian Nemescu (California dreamin), bajo la batuta moral de Cristi Puiu (La muerte del señor Lazarescu), destacan por su capacidad para convertir lo cotidiano en un cuento de terror, una realidad grotesca y opresiva sometida a la tiranía de un gobierno despótico o desastroso en una sociedad destruida por décadas de ineficacia, corrupción y falta de libertades.



Estampas de la vida

Tras escribir el guión completo y dirigir uno de los episodios de aquella Historias de la edad de oro en la que participaban como directores varios de sus compañeros de generación para recrear estampas de la vida bajo Ceaucescu, Mungiu ganó el premio al mejor guión en el último Cannes con Más allá de las colinas, donde narra el descenso a los infiernos de un convento ortodoxo cuando recibe la visita de una extraña que pone en cuestión sus infames principios. Una vez más, Mungiu rueda un drama como un thriller para hablarnos sobre la indiferencia social frente a las tragedias íntimas, el fanatismo o un país en ruinas lastrado por la ignorancia y la superchería.



Lejos de desligarse del movimiento o reafirmar su personalidad propia, como es frecuente, Mungiu utiliza la primera persona del plural en varias ocasiones para indicar su adhesión a unos principios colectivos que hace plenamente suyos. "Lo más importante es la honestidad", explica a El Cultural, "buscamos un estilo simple, una manera directa de filmar, un cierto tipo de realismo. La vida es nuestra inspiración, no otras películas o libros. Hay un compromiso para no buscar que el espectador se sienta mejor, no explicamos las cosas para hacerlas más fáciles, no damos la información ‘básica' al principio del filme. Hay muchas elipsis. Queremos generar un diálogo con el público, no manipularlo". Establecidos los principios, hay más y los irá citando, Mungiu vuelve a brillar como un artista de enorme sensibilidad en una película inspirada en un episodio real. Voichita (Cosmina Stratan) recibe la visita de Alina (Cristina Flutur), una amiga que es como una hermana porque crecieron juntas en un orfanato que se adivina siniestro. Voichita vive en un convento rígidamente controlado por un pastor ortodoxo y su amiga pretende liberarla de una vida absurda y opresiva. La disidente será primero marginada y después torturada por la comunidad religiosa, convencida de que está poseída por el demonio. De nuevo, como en 4 meses... vemos a dos amigas enfrentadas a un destino aciago. "No escribo las películas pensando en si serán sobre hombres o mujeres. Conocía la historia y me interesaba hablar sobre ese nivel de agresión que existe en la sociedad. Las mujeres son mucho más frágiles y víctimas. Por eso me gustaba tenerlas como protagonistas. Pero se trata de la naturaleza humana, yo hablo de gente, no tanto de géneros".



Cosmina Stratan, galardonada como mejor actriz en Cannes, en una escena de Más allá de las colinas

Víctima de los prejuicios

Con una duración de dos horas y media, Mungiu se entretiene en explicarnos prolijamente la tragedia de una joven víctima de todos los prejuicios: "Al final, se mezcla el ser religioso con ser supersticioso. Hablo de varios temas: la iglesia como institución y la religión como ideología. En Rumanía teníamos una ideología muy fuerte y la gente sigue necesitándola. Hablo de odio y también de supersticiones, son peligrosas porque permiten a la gente visiones irracionales de la vida.



-Vemos en esta película algo muy habitual en su cine: la indiferencia del mundo ante los dramas íntimos.

-Eso existe en todas partes y se agudiza en un país como el mío en el que no hay una educación sólida y donde todas las instituciones fallan. Los curas podrían hacer ese papel de guardianes de la moral pero lo que vemos es que esta gente no entiende lo que significa ser religioso. ¿Cómo puede haber tal falta de empatía, de dónde viene tanto odio? Los rumanos se declaran en un 80% no solo religiosos, también practicantes. Sin embargo, la gente se comporta de forma egoísta y agresiva. Hay quien piensa que la indiferencia te convierte en inocente, pero no es así.



-El filme plantea una cuestión crucial: los efectos trágicos de la ignorancia. ¿Fue ese su punto de partida?

-Bueno, al final la película trata sobre el libre albedrío, sobre el hecho de tomar decisiones por ti mismo porque la responsabilidad siempre es individual . El problema es que el libre albedrío sin una educación fuerte no funciona. El doctor mezcla sus convicciones personales con las religiosas. Intentan confundirla con una enferma o con una persona problemática. Ella simplemente está cuestionando las cosas. Y está el asunto del machismo, por supuesto. La religión ortodoxa tiene una tradición tolerante pero hay elementos terribles, como que las mujeres no puedan acercarse al altar.



-¿No le preocupaba mostrar una imagen muy poco amable de su país?

-Nuestras películas son como un espejo. Mostramos lo que todo el mundo sabe. Hablo en esta película de fallos en instituciones como la familia. La gente pobre abandona a sus hijos para emigrar cuando después no hay nada en el mundo libre para ellos. Vivimos en la época en que solo importa sobrevivir. Es el resultado de un proceso en el que la gente va perdiendo valores importantes, pero eso no pasa solo en Rumanía, pasa en muchos países.



Cristian Mungiu es un señor tranquilo que habla de forma apasionada. Da la impresión de que su trabajo como cineasta no es solo un compromiso artístico, también está fuertemente relacionado con el progreso de su país. A Mungui, Rumanía "le duele" y su entrega recuerda a la de los cineastas españoles que después de la muerte de Franco sentían la necesidad no solo de hacer películas, también de cambiar el país. Esto lo hace Mungiu buscando un estilo en el que la sensibilidad anule la sensación: el anti Hollywood total. Finalmente, Mungiu se pronuncia sobre los simbolismos religiosos que aparecen en la película en un momento crucial para la vida de la protagonista: "Detesto el cine conceptual. Debes permanecer lo más cerca posible de la realidad y la verdad de las cosas".