Atticus Finch, abogado sureño, paladín de la igualdad y los derechos humanos, se enfrenta en esta escena a una masa enfurecida dispuesta a linchar a Tom Robinson, un negro acusado de violación. La serenidad y la razón no son suficientes para hacer reaccionar a esos hombres armados. Tan sólo la inocencia de una niña, que con una simple frase identifica al individuo dentro de la turba, consigue apaciguar su sed de sangre y aplazar el juicio, que esta vez se celebrará ante un tribunal, no a las puertas de la cárcel.



Nelle Harper Lee ganó el Premio Pulitzer en 1961 por Matar a un ruiseñor, retrato de la América profunda en la que se crió, y una de las historias más emblemáticas en la evolución de los derechos civiles y la lucha contra el racismo. A pesar de que afirmó en incontables ocasiones que el libro no era una autobiografía, Scout bien podría considerarse su alter ego infantil: marimacho, propensa a enzarzarse en peleas y alérgica a los vestidos. La niñez de la escritora dejó otro poso más en la historia, la presencia de Truman Capote, caracterizado como Dill (Tití en la versión española), una criatura extravagante con una imaginación un tanto excesiva.



Pero la figura que se instaló para siempre en la retina del espectador fue Atticus Finch, encarnado por un Gregory Peck inolvidable, en lo que fue la interpretación de su carrera. Atticus plantea con su sola presencia una reflexión sobre la dignidad y la pérdida de la fe en la justicia como institución. Demasiado mayor para jugar con sus hijos, con una puntería sin par pero enemigo a las armas, el personaje era depositario del recuerdo de Harper Lee de su propio padre. De hecho, la autora rompió a llorar durante el rodaje de su primera escena, en la que vuelve a casa y los niños salen a recibirle. Harper Lee explicó que Peck incluso tenía "barriguita", como su padre. "Esto no es barriguita", respondió Peck, "es una gran actuación".



1963 hubiera sido el año de Lawrence de Arabia en lo que a los Oscar se refiere si esta película dirigida por Robert Mulligan no se hubiera estrenado la previa Navidad, el 25 de diciembre de 1962 en Los Ángeles. Peck se alzó con el premio al Mejor Actor, por encima de Peter O'Toole, y la adaptación de Horton Foote consiguió el Oscar al Mejor Guión Adaptado, a pesar de sus reticencias a la hora de aceptar el trabajo por miedo a no hacer justicia a la novela. Lawrence competía en las categorías masculinas, y Matar a un ruiseñor le arrebató dos de las más importantes.



Robert Duvall debutó en la gran pantalla con su interpretación de Boo Radley, que supuso el pistoletazo de salida de su carrera. Sus compañeros no tuvieron tanta suerte. Mary Badham (Scout) y Phillip Alford (Jem, hermano de Scout) como tantos otros niños actores, no despegaron después de Matar a un ruiseñor. John Megna (Dill) y Brock Peters (Tom Robinson) enfocaron su trayectoria sobre todo a la televisión.