Imagen de Tabú, de Miguel Gomes
Premio de la Crítica en el Festival de Berlín, la última película del portugués Miguel Gomes, 'Tabú', invoca la inocencia y el romanticismo del cine primitivo mediante un muy libre remake del título original de Murnau y Flaherty.
Estructurada en dos tiempos, la primera parte de Tabú nos cuenta el ocaso de una mujer anciana, su asistenta negra y una vecina religiosa, y la segunda la juventud de la primera en el África colonial y sus amores enloquecidos con un atractivo explorador. "Vamos de lo actual y cotidiano, sin aventuras ni exotismo, a una segunda parte que es lo contrario. Ese movimiento entre una parte y otra, entre un tiempo y otro, para mí es la película. Aún queda una tercera que no existe, que existe solamente en la cabeza del espectador, una especie de síntesis entre estos dos tiempos . También es un símbolo de dos sociedades, una vieja como la europea y el nuevo mundo de la sociedad colonial. Dialogo con un cine antiguo rodando de una forma que ha dejado de existir. No solo con Murnau, también con esa imagen falsa de las películas americanas sobre África que han formado nuestra manera de ver el continente".
Tabú es tanto una conmovedora fabulación romántica como una profunda reflexión sobre el poder del cine para crear mitos y leyendas. La memoria de un mundo que ya no existe, que solo podemos reproducir desde la imaginación o el recuerdo, cristaliza en la pantalla mediante una segunda parte rodada de forma bellísima y cargada de melancolía, en la que el celuloide nos transporta al mundo de la poesía y el espíritu: "El único paraíso que existe es siempre un paraíso perdido, porque los que vives hoy no me parece que sean posibles. Ese paraíso perdido de la memoria también puede ser el infierno. Pero solo en tu memoria puedes idealizar el roman- ticismo", explica Gomes. Esa época colonial de los 60 que revivimos a través de las palabras de un anciano se plasma en unos fotogramas que "devuelven unos fantasmas a la vida. Está muy lejos y por ello solo podemos recordar a la gente, pero no sus palabras. Si quitas la voz en off, la película podría ser un documental".
El cine como una gran mentira que convierte lo obviamente falso en cierto. Gomes ni siquiera cambió las camisetas de Ronaldo de algunos extras africanos que supuestamente viven en los años 60 para certificar esa capacidad de las películas para "contar mentiras de manera honesta . Hay una relación entre la ficción y la memoria porque la ficción tiene la capacidad de provocarnos recuerdos falsos. Esa es la magia del cine, mezclar cosas que pasaron con cosas que no. Cuando el viejo comienza a hablar y dice eso de ‘ella tenía una finca en África', inmediatamente nos acordamos de Memorias de África y sabemos que estamos en una película".
Ese presente retratado con crudeza y sequedad, y ese pasado de leyenda, también son un reflejo del cine idealista de entonces y las imágenes descreídas de hoy: "Ahora los personajes del cine han entrado en crisis, son espacios muertos de vida que parecen indicar que ya no queda nada por contar, que estamos al final de las historias. La segunda parte es como un regalo que se hace a los personajes de la primera, como una compensación". Gomes asegura no echar "nada" de menos su etapa como crítico de cine porque tenía que ver "muchas películas odiosas". Elevado a la categoría de nuevo gurú del cine contemporáneo, no deja de ser irónico que reivindique con pasión "el regreso de la aventura y el exotismo, ese mundo de inocencia y misterio, la literatura del cine". Demos paso, pues, a los fantasmas.