Pablo Berger y Maribel Verdú durante el rodaje de Blancanieves

El domingo se destapan las cartas. En un año en el que el cine español nos ha sorprendido con grandes propuestas, y con su mejor cuota de espectadores en más de 25 años, las nominaciones de la Academia de Cine se concentran en cuatro títulos. La asombrosa 'Blancanieves', con dieciocho candidaturas, es la favorita. Su director, Pablo Berger, escribe para El Cultural el relato de su largo camino a los Goya.

Érase una vez en septiembre de 1986, en el Festival de Cine de San Sebastián. Las luces se apagan. Unas toses rompen el silencio de un teatro lleno hasta la bandera. La pesada cortina de terciopelo del teatro Victoria Eugenia se abre lentamente. La luz del proyector inunda la pantalla. En el foso una orquesta hace sonar sus primeros acordes. Aparece en grandes letras: "GREED". Se me pone la carne de gallina. Es la primera vez que veo una película muda en el cine. Y menuda película, la gran obra maestra de Eric von Stroheim, Avaricia. No sé como lo hago pero creo que no respiro durante toda la proyección. Floto, hipnotizado, frente a una catarata de imágenes inolvidables, acompañadas de la música sublime de Carl Davis.



1990-1994

Me planto en Nueva York con una beca para hacer un Master en Dirección. Los primeros cuatro años son como valiosos ejercicios espirituales cinematográficos en la New York University. Descubro muchos directores y formas de expresión que hasta entonces desconocía: L'Herbier, Gance, Feyder, Duvivier, Epstein, Renoir, Dreyer, Sjöström... Al rodar mis primeros cortos en 16 mm ya me veo obligado a explorar las formas de Blancanieves, es decir, su mismo formato, mudo y en blanco y negro. El aprendizaje se pega a mi piel como si fuera un tatuaje. Al mismo tiempo descubro el libro España oculta, de la fotógrafa Cristina García Rodero. Es la segunda revelación. Ella se pasó quince años trabajando en el libro, las fotos son atemporales, pueden estar realizadas en los años setenta y ochenta pero tienen el aroma de los años veinte. Una serie de fotografías de enanos toreros me deja noqueado. Encuentro un canal para poner en forma mi obsesión por el cine mudo. Las piezas empiezan a encajar.



2000-2003

Realizo mi primer largometraje, Torremolinos 73, que también es un viaje en el tiempo y una relectura de la "españolada". Su éxito, más de medio millón de espectadores en España, es inesperado. En septiembre de 2003 nace mi hija Akio, que de algún modo también marca el nacimiento de Blancanieves. Estoy seguro de que mi amor por ella se refleja en todas las secuencias que escribo de Antonio con Carmencita, quizá la parte más emocional del filme. Sin sospecharlo, cuando finalmente rodamos esas escenas, ocho años después, Akio tendrá la misma edad que mi pequeña Blancanieves.



Verano de 2004

Durante años he pensado en el día que descubrí Avaricia. Ya no me quedan más excusas para posponer la escritura del guión de mi siguiente filme. Desarrollo tres escaletas para tres películas. Me digo que mi segunda película tiene que ser arriesgada, que es ahora o nunca, tal vez sea la última. Tomo la decisión junto con mi mujer y colaboradora Yuko Harami. Nuestro corazón está con Blancanieves. Sin ningún mapa de ruta, dejándome llevar por mis obsesiones y siguiendo solamente la regla de oro de Jean Claude Carrière, "cautivar y mantener la atención del espectador", me lanzo a un viaje a lo desconocido: la escritura del guión de Blancanieves.



2005

Con el guión acabado, comienzo la peregrinación por las productoras. De verdad, no guardo rencor alguno a todos los productores que lo rechazan. Yo hubiese hecho posiblemente lo mismo.



2007

Ibon Cormenzana, de Arcadia Motion Pictures, muerde el anzuelo. Contacta conmigo. Me dice que buscan proyectos internacionales y que le gusta mucho Torremolinos 73. Le doy el guión de Blancanieves y ese mismo día, después de leérselo en su viaje de regreso a Barcelona, me llama y me dice: "Es el mejor guión que he leído en mi vida. No sé cómo vamos a financiar esta película, pero tenemos que hacerla". Elaboro una caja negra, un decálogo donde simplifico en conceptos los objetivos del filme, con fotografías, acompañado del guión. Será mi pasaporte de entrada a los sueños del equipo técnico y artístico que, finalmente, hará posible esta alocada empresa en la que un cuento de los hermanos Grimm irrumpe en la Sevilla de los años veinte, con sus toreros, cantaoras y enanitos de un circo ambulante. En verdad, Blancanieves debería llamarse Oscuranieves, pues es más bien un melodrama gótico.



2008-2010

Tanteamos las televisiones españolas, el ICAA, pero nadie nos respalda. Empezamos entonces a recibir buenas noticias fuera de España: la Berlinale Coproduction Market, el productor francés Jérôme Vidal se apunta, somos finalistas del International Filmmaker Awards de Sundance, la ayuda crucial del Eurimages, y luego del CNC francés... Durante estos dos años realizo los storyboards junto a Íñigo Rotaetxe. Es el mapa del tesoro.



Primer semestre de 2011

Después de un vía crucis financiero para levantar la película que dura ocho años, se da el pistoletazo de salida. Jamás se me olvidará la primera lectura de guión con los jefes de equipo: Alain Bainée, Kiko de la Rica, Carlos Gras, Paco Delgado, Fermín Galán, Sylvie Imbert, Josep Amorós, Belén López... Me siento como el seleccionador nacional, Vicente del Bosque, en el vestuario, hablando con un gran equipo preparado para cualquier final. Lo mismo me sucede con el reparto. Gracias a Rosa Estévez, hacemos la foto de grupo soñada: Maribel Verdú, Daniel Giménez Cacho, Sofía Oria, Macarena García, Pere Ponce, José María Pou, Inma Cuesta, Ramón Barea, Emilio Gavira, Sergio Dorado y Ángela Molina. ¿Quién puede pedir más?

En mayo, durante el Festival de Cannes, se estrena The Artist. Me llegan noticias a través del productor Simón de Santiago de que es una gran película y ha encadilado al público y a los críticos. Reacciono con una fuerte pataleta. Empiezo a pensar que tantos años de trabajo se han ido por la borda. Pero a la rabia inicial se impone la prudencia. Mi película es otra cosa. Será algo muy distinto. Y al final resulta que Hazanavicius va a abrir más puertas a Blancanieves, va ayudar a romper los prejuicios comerciales respecto al mudo y el blanco y negro.



Verano de 2011

El rodaje fue como todos, duro. Muy duro. Cada rodaje es como un Vietnam. Pero nuestra banda sonora era la canción de Marvin Gaye, Ain't No Mountain High Enough (‘No hay montaña lo suficientemente alta'), y a pesar del calor y las limitaciones todos damos el do de pecho.



Segundo semestre, 2011

Isabel Coixet hace de Celestina entre Alfonso de Vilallonga y yo. El músico se sube al carro cuando acabo el primer montaje de la película, mano a mano con Fernando Franco y con el supervisor de VFX, Ferrán Piquer: hay 550 planos con manipulación digital... pero son efectos que no se notan. El primer encuentro con Alfonso es en Madrid, en mi productora. Al abrir la puerta me llevo una gran sorpresa. Me esperaba "un tipo serio", un compositor de formación clásica y de aspecto acorde, y me encuentro con una estrella del rock cuarentona, camiseta sin mangas, pantalón acampanado y con un punto glam entrañable. Me entra por los ojos. Enseguida vimos que teníamos un pasado común, pero sobre todo nos unía el hecho de que usamos los mismos códigos a la hora de crear: emoción y humor. Como no tengo formación musical, mis direcciones a Alfonso son metafóricas: "Tenemos que conseguir que las imágenes y la música sean como el café con leche". Integradas, cosidas, inseparables. Cuatro meses de trabajo, ayudado también por mi Yuko y quinientos e-mails más tarde... llegamos a los más de cien minutos de música. Es, sin duda, el mejor "café con leche" que me he tomado en mi vida. Soy feliz. Ya solo pienso en el público.



Septiembre de 2012

El estreno mundial es en el Festival de Toronto. Somos una de las películas de las que más se habla por allí. Me despierto una mañana con una crítica maravillosa de Roger Ebert: "¡Two thumbs up!". El pase en el Kursaal de San Sebastián es como jugar en casa. La ovación que recibimos al final de la proyección estará siempre conmigo ¡Y encima nos llevamos dos premios! La racha sigue, mis compañeros académicos nos eligen para representar a España en los Oscar. ¡No me lo puedo creer! El sueño que parecía imposible se hace realidad. El cartel de la película empapela las calles de París, donde el primer fin de semana supera los 50.000 espectadores. Se proyecta Blancanieves con música en directo en el Liceo de Barcelona, y unos días más tarde, en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. Mi deseo es que los espectadores de mi película sientan lo mismo que sentí yo, casi 25 años atrás, en el Victoria Eugenia. Quiero provocarles ese Síndrome de Stendahl que te deja sin respiración, lograr que tengan una sensación única, inolvidable. ¡Lo conseguimos!



[Coda futura]: 17 de febrero de 2013

Gala de los Goya. Voy a estar temblando toda la ceremonia. 18 nominaciones. 18 sobres que me van a poner al borde del asiento. Quiero los 18 cabezones para mi equipo, se lo merecen. Sinceramente creo que hacer una película, la que sea, se merece un Goya simplemente por el hecho de hacerla, por eso, si nos llevamos el Goya a la Mejor Película, me quitaré la montera y les diré: "¡Va por ustedes!".