Desde hace semanas se rumoreaba el más que probable cierre de Alta Films y hoy desde la misma portada de El País su presidente, Enrique González Macho, que también lo es el de la Academia de cine, anuncia que una institución de la cultura española como esta distribuidora definitivamente se va. No solo ellos, señala González Macho que lo más probable es que sus competidoras corran pronto la misma suerte. En la entrevista, en la que Macho muestra una contención que me asombra, el ejecutivo dirime algunas de las causas más evidentes de esta debacle, la crisis generalizada, la caída de asistencia en salas o, muy particularmente, la nueva política de TVE de no comprar cine de autor. Misteriosamente, la causa principal, la vergonzosa piratería, no aparece por ninguna parte, lo cual es bastante incomprensible.



¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Y cuando digo hasta aquí quiero decir no solo hasta el cierre de Alta Films, que dentro de la distribución cinematográfica tendría un valor simbólico similar al de la caída de Lehman Brothers, sino hasta una situación en la que lo más probable es que en un plazo de seis meses en España cierran la inmensa mayoría de distribuidoras, o todas las que no son estadounidenses, y por tanto, incontables cines, productoras y empresas que dependen de lo audiovisual, desde compañías de doblaje hasta el bar de enfrente del cine de toda la vida. Miles de personas se sumarán a las miles que ya han engrosado las listas del paro en un sector castigado por la crisis, como todos, y hundido de manera definitiva por una serie de causas que enumero a continuación y que, como señalaba Manrique hace pocos días, conduce a nuestro país directamente al tercer mundo.



1. La piratería. Empiezo con un ejemplo que parece tonto. El otro día en mi gimnasio dos pijos hablaban sobre la cantidad de películas que acumulaban en su disco duro a grito pelado (estilo español, vamos). Me pregunto qué pasaría si un atracador de bancos o un estafador piramidal alardeara de sus gestas en un gimnasio, los pijos susodichos estarían horrorizados. Todo ello no es más que un reflejo no solo de la falta de impunidad, sino de la absoluta inconsciencia de la comisión de un delito grave que se ha dado en España en todas partes, empezando por una izquierda que ha preferido hacerse la moderna y populista, o siguiendo por unos periodistas que también han preferido hacerse los guays y caer bien a todo el mundo y no han estado a la altura. En España se vive, sin más, un robo a gran escala que solo ha beneficiado a las compañías de telecomunicación y que paradojicamente han defendido con ahínco los anticapitalistas, que les han venido muy bien a las grandes compañías. Chapó.



2. El desprecio. Si algo sorprende a cualquier trabajador de la industria cultural es la absoluta falta de compasión y solidaridad por parte de una importante masa de la sociedad española. Leer un foro digital supone para un creador o un simple currito de la cultura un viaje a los infiernos, la gente no solo no siente ni siquiera una pizca de lástima cuando perdemos nuestro trabajo, es más, se alegra. Del mismo modo que todo el mundo asume que el dueño de Mercadona está forrado y las cajeras no, por algún motivo incomprensible (o no) se parte de la base de que todo el mundo que se dedica al cine cobra los mismo que Brad Pitt. Nada, en realidad, más lejos de la realidad. En un mundo dominado por el dinero, en ningún sector trabaja tanta gente por tan poco. Sin embargo, aun y así, a muchos les parece demasiado.



3. El odio al éxito. Desde un punto de vista lógico, no tiene ningún sentido que a la gente le parezca mal que se atraquen mercerías y bien que se pirateen películas. Tras darle muchas vueltas, no cabe otra respuesta a ese dilema aparentemente insondable que la envidia. La gente tiene vidas duras y en España, el éxito no solo se premia, se castiga, por aquello de que uno no se crea más listo que los demás. A costa de que todos seamos iguales, no nos dedicamos a admirar y emular a los mejores sino a rebajarnos a la categoría de los peores para sentirnos mejor con nosotros mismos. Esa falta de sensibilidad al esfuerzo y el talento es, desde mi punto de vista, la razón principal del fracaso de España.



4. La ignorancia. Una ilustre forera decía el otro día que las películas debían dejarse de subvencionar porque no dan de comer. Nada más lejos de la realidad. El otro día, una encuesta señalaba que nuestro país aun resistía la crisis en el sector del turismo y, en particular, gracias a nuestro inmenso legado cultural. En tiempos de los subvencionados Goya o Velázquez, esa forera habría dicho que la pintura no da de comer y hoy no tendríamos turistas. Lo más curioso, o penoso, del asunto es que siendo nuestros grandes creadores del pasado aun hoy importantísimos motores de nuestra economía, la percepción de ellos en la actualidad sea en muchos casos de una hostilidad agresiva. Los grandes artistas, como comprenden en las sociedades civilizadas, son un infinito patrimonio que hay que cuidar y preservar porque aunque no se levanten a las seis de la mañana, también trabajan, cosa que comprende cualquiera que nuestro podrido por la rabia.



Ante esta situación límite de la cultura española, el Gobierno debe decidir si se carga definitivamente el 3% del PIB español y provoca una fuga de talentos no vista en nuestro país desde la guerra civil o si finalmente toma cartas en el asunto y detiene este imparable deterioro. Claro que siempre cabe la opción de que España se convierta definitivamente en un páramo cultural y continúe su imparable decadencia hacia la devastación total.