Ricardo Darín y Alberto Ammann en un fotograma de Tesis sobre un homicidio.



En un momento en el que los cines se las ven y se las desean para llevar gente a las salas, la aparición estelar de Ricardo Darín puede suponer un alivio para los circuitos de calidad. El actor argentino es probablemente el actor en lengua española, que trabaja en español, más popular y taquillero. En España, Darín despuntó con aquella ya lejana Nueve reinas (2000) y se convirtió en el preferido de todas las abuelitas en El hijo de la novia (2001), una película que marcó un punto y aparte en el boom del cine argentino en nuestro país. Darín ha triunfado con otras películas, muy especialmente con la oscarizada El secreto de sus ojos (2009) y nadie duda que su sola presencia hizo que títulos "difíciles" a priori como Carancho (2010) o Elefante blanco se manejaran más que bien.



Ricardo Darín es, pues, un extraño caso de actor no hollywoodiense capaz de aglutinar los suficientes fans como para que su nombre luzca bien grande en la puerta del cine y su reclamo haga pensar que un buen número de público esté a priori interesado. Por ello, y porque Darín es un gran actor, no es extraño que Tesis sobre un homicidio sea un vehículo pensado para su lucimiento estelar. Promocionada como una película "para los que les gustó El secreto de sus ojos", vemos a Darín en la piel de un prestigioso abogado algo retirado de la primera línea de fuego que se gana la vida dando cursos de posgrado y plácidamente instalado en su áurea de respetabilidad. Soltero y atormentado, conjuga la disposición a lo sentencioso con el alcohol en sus noches solitarias.



A Darín, que interpreta su personaje con solvencia pero quizá sin la grandeza que le hemos visto otras veces, lo vemos como un hombre inteligente y cansado, al que percibimos harto de su propio prestigio y sintiendo que vive la vida de un impostor. La aparición de Alberto Amman, como joven y atractivo alumno, supondrá un revulsivo en su vida y el abogado comenzará a sospechar que el pupilo, al que conoció en su infancia por ser hijo de un viejo amigo, es en realidad un asesino en serie de mujeres jóvenes traumatizado por una madre ligera de cascos. Sobre esta obsesión se estructura una trama que pretende ser más circular que lineal en la que nunca está claro si Amman es el malo o Darín está como una chota.



Lo más probable es que David Fincher no tuviera ni idea del impacto que tuvo su forma de rodar en Seven (1995) pero es evidente que desde entonces los thrillers ya no son lo que eran. Por una parte, Tesis sobre un homicidio remite al cine clásico y no es difícil ver en el fumador Darín a un trasunto de Humphrey Bogart. Por la otra, en las atmósferas turbias y oníricas de la película es fácil ver la mano de Fincher. El director, Hernán A. Goldfrid, no todo lo hace Darín, pretende realizar un thriller psicológico que reflexiona por una parte sobre la verdadera naturaleza del crimen (la clásica pregunta de si la maldad es íntrínseca al hecho o solo depende de la convención social) así como de la fina línea que separa a la realidad de la locura. Lo realiza de forma eficaz con una trama sólida y unas interpretaciones convincentes que convierten a Tesis sobre un homicidio en un thriller un poco más convencional de lo que le gustaría pero de hechuras profundas y arraigadas. Se admiten apuestas a la salida sobre el como mínimo intrigante final.