El ejercicio del poder, de Pierre Schoeller

Nunca la percepción generalizada sobre la clase política ha sido tan negativa. En España es un clamor popular y en el resto de las democracias no deja de ser una preocupación de primer orden. El estreno hoy de la magnífica 'El ejercicio del poder', de Pierre Schoeller, invita a cuestionarnos cómo el cine español está reaccionando a ello. Aparte del estreno inminente de varios filmes sobre el 15M, Isaki Lacuesta rueda una comedia negra donde da rienda suelta a la indignación ciudadana.

Cuando el descrédito ciudadano global ante la clase política parece alcanzar un punto sin retorno, la pregunta parece a día de hoy más pertinente que nunca. ¿Cómo está el cine (re)tratando esta situación? ¿Qué percepción tiene y qué imagen ofrece de los dirigentes y representantes parlamentarios? El estreno hoy en nuestras salas, dos años después de su presentación en Cannes, de la película francesa El ejercicio del poder anida algunas claves al respecto. "Con este filme quería auscultar un animal político de verdad", dice su director Pierre Schoeller, que después de Versalles -donde trataba el tema de los privilegios sociales desde el punto de vista de los excluidos-, entrega la segunda parte de la que será una trilogía sobre el poder político, que completará con un filme sobre la Revolución Francesa. "En esta segunda entrega me interesaba abordar la impotencia que ha tomado el ejercicio de la política".



Sin interferencias ideológicas o personales -no se trata de un manifiesto panfletario ni de un biopic inspirado en un dirigente concreto-, El ejercicio del poder aborda desde la "ficción documentada" la rutina laboral de un hipotético ministro de Transportes en Francia, pieza visible de una crisis gubernamental que pasa por la privatización de la red ferroviaria. Desde su arranque, la represen- tación de un sueño erótico, el filme establece su interés por el retrato psicológico del ministro, interpretado por el gran Olivier Gourmet. Con la firme intención de sumergir al espectador en las tensiones del trabajo diario, mediante un ritmo sin tregua que refleja el desaliento del personaje, Shoeller se propone sondear los rituales del poder, sus efectos no tanto en la ciudadanía francesa como en la psique de la clase política. "La investigación me confirmó que trabajan como atletas, bajo mucha presión. Todo tiene que ver con la velocidad", argumenta el director galo.



Desde otras perspectivas, el cine francés viene desde hace algún tiempo tomándole la medida a sus mandatarios. Xavier Durringer estrenó el año pasado en nuestras salas De Nicolás a Sarkozy (2011), un biopic satírico sobre el ex-primer ministro galo, si bien aún está pendiente de estreno en España un título con mucha más sustancia, Pater (2011), en el que Alain Cavalier, en connivencia con el actor Vincent London (en el papel del primer ministro) propone un fascinante juego de máscaras y representaciones entre el arte de la política y el arte de la improvisación. En su percepción sobre lo que se cuece en los bastidores políticos de su país, Cavalier (que interpreta al propio presidente de la República) se retrata como un idealista, decidido a equilibrar sueldos, acabar con la corrupción y trabajar en pos de una sociedad más justa, pero a medida que avanza el filme, todo va tomando la imprecisa forma del desengaño y el abandono de responsabilidades.



"Aunque no sea el tema central, también hablo en la película sobre nuestra relación con la democracia, sobre este divorcio creciente entre ella y nosotros", explica Schoeller. La estructura y las dinámicas del ejecutivo en El ejercicio del poder pronto revelan cómo los intereses particulares se imponen a las preocupaciones de la ciudadanía -"No estás aquí para cambiar el mundo, estás aquí para recuperar los cinco puntos de sondeo", le dice el presidente al ministro-, si bien la crítica al ejecutivo se difumina bajo una mirada compasiva hacia su protagonista, que se muestra más interesada en retratar sus volubles estados de humor, los calvarios de su conciencia y sus esfuerzos por llegar cuerdo al final del día. "La impotencia de los políticos se funda no tanto en sus competencias, sino más bien en su incapacidad para tomar decisiones debido a la complejidad de un mundo que se mueve cada vez más rápido". Así, el juicio moral del filme respecto a la actividad política camina hacia la indulgencia.



El caso español

Según el CIS, en España la percepción generalizada es la opuesta. Los indicadores de confianza política nunca han estado tan bajos y la corrupción y el fraude ocupan el segundo puesto entre las principales preocupaciones de la ciudadanía. Sin embargo, el cine español parece más interesado por ofrecerse como ventana hacia el escapismo. Más allá de algunas muestras puntuales, como Los amantes pasajeros de Pedro Almodóvar, donde la corrupción se aborda de soslayo y desde el delirio cómico, lo cierto es que nuestros cineastas aún no han saldado cuentas ni con la crisis económica ni con los representantes políticos. Manuel Martín Cuenca cree que es cuestión de tiempo, que "el cine necesita un espacio de varios años para dar cuenta de la actualidad, aunque inevitablemente habrá que abordarla". A este convencimiento se suma Isaki Lacuesta: "El cine va muy lento y el cine español aún más. Se ha hablado de estos temas desde las películas más ligeras y baratas, pero el cine industrial necesita tres o cuatro años para realizarse, así que no creo que sea algo reprochable a los cineastas, pues es una cuestión estructural generalizada".



El autor de La leyenda del tiempo realizó el año pasado el cortometraje La matanza del cerdo, que presentó en el Flaherty Film Seminar de Nueva York, en el que un anónimo promotor inmobiliario y cineasta amateur llama a un movimiento de venganza contra la oligarquía, estableciendo ecos entre la situación actual (con imágenes del 15M en Barcelona) y los tiempos de efervescencia pre-democrática, a partir de las imágenes en Super-8 tomadas durante las primeras elecciones generales. "Me interesó cómo alguien que en los setenta se manifestaba para elegir unos representantes parlamentarios veía cómo cuarenta años después la gente ya no se sentía representada por ellos, de manera que hemos recorrido el tramo que va de la ilusión extrema al más profundo desengaño", explica Lacuesta.



Inspirándose precisamente en la actitud de este misterioso personaje, Lacuesta prepara su próximo largometraje, Murieron por encima de sus posibilidades, "un título premonitorio sobre nosotros", que tiene previsto terminar de rodar en verano. Con un reparto de actores de primera fila (José Coronado, Raúl Arévalo, Sergi López, Emma Suárez, Antonio Resines, Carmen Machi...), el argumento dramático gira en torno a un tipo de clase media venido a menos que forma una banda para hacer la revolución por su cuenta y secuestrar a un banquero. "Escuché un día a mi librero, un tipo muy civilizado que lee a Diderot, decir que habría que guillotinar a los banqueros -recuerda Lacuesta-. Me di cuenta de que responde a un clamor popular sotto voce y consideré que estaría bien documentar ese pensamiento colectivo. Primero pensé en una película seria, pero luego me di cuenta de que tenía que ser en tono de comedia negra, como las películas de Berlanga". Mentado el maestro, sin duda un título como Todos a la cárcel (1993) adquiere veinte años después una vigencia indiscutible. O al menos la forma precisa de un deseo colectivo como el que se produjo el 15M de 2011.



El movimiento de los indignados ha despertado el interés tanto del veterano cineasta español Basilio Martín Patino (Libre te quiero) como de los documentalistas franceses Sylvian George (Vers Madrid) y Tony Gatlif (Indignados). Martín Patino permite que las imágenes hablen por sí solas, sin recurrir a testimonios o entrevistas, para ofrecerse como documento de esa ciudad paralela de autogestión que se levantó en el centro de Madrid, como si su única intención fuera notariar cinematográficamente lo acontecido y desligarse de las sesgadas imágenes que ofrecieron los informativos. Sylvain George también opta por el registro observacional, si bien, como es habitual en su obra de alto calado político, en Vers Madrid (que ha podido verse en el Festival Punto de Vista de Pamplona), que divide en tres bloques, busca dar cuenta de la agitación ciudadana a partir de los retratos individuales, en primer plano y en blanco y negro, y proponiendo un discurso bajo el paraguas intelectual y poético de Walter Benjamin, Federico García Lorca y William Blake.



Tony Gatlif se inspira en el bestseller de Stéphane Hessel Indignaos!, y aborda las concentraciones en distintos puntos europeos (España, Grecia, Francia) para hacerse eco también de las revoluciones árabes. "Sentí la necesidad de una insurrección política -explica Gatlif- y por eso decidí adoptar la perspectiva de una inmigrante ilegal africana, que ejemplifica el símbolo de esa población de indocumentados rechazada por un continente en el que depositaron todos sus sueños". Tras su paso por el Festival de Berlín, el filme llegará a nuestras salas coincidiendo con el segundo aniversario de las protestas ciudadanas en la Puerta del Sol, día en el que la Cineteca de Madrid programa, junto al corto de Lacuesta La matanza del cerdo, una muestra de piezas cortas realizadas por creadores que buscan su lugar al margen de la industria, como Flavio G. García (dos piezas: Video-derives: Sol y Video-derives: Air vigilance), Jorge Tur (Ya llega el tiempo de agitar las cerezas), Guillermo G. Peydró (Las variaciones Guernica) o el colectivo Los Hijos (Enero 2012 o la apoteosis de Isabel la Católica).



Refugio televisivo

"Todo el cine es político", ha dicho en más de una ocasión el legendario Costa-Gavras. Y es cierto que cualquier filme lleva implícito una visión del mundo, una ideología. Pero cabe plantearse también hasta qué punto la producción cinematográfica mundial prefiere mantenerse al margen de una de las cuestiones sociales que más preocupan al ciudadano. En este sentido, las series de televisión, una vez más, se han adelantado al cine a la hora de ofrecerse como reflejo y comentario de nuestros tiempos. Series como The Wire, The Good Wife, Homeland, Boardwalk Empire, Boss o House of Cards han alumbrado las zonas más oscuras y abyectas de la actividad política. El arte de lo posible aristotélico se conjuga en la pequeña pantalla con el delito y el crimen como norma.