Kim Nguyen. Foto: E. M.



África, por definición "el continente olvidado" estalla en las pantallas con toda su brutalidad en la impactante Rebelde. Esta producción canadiense nominada al Oscar, nos conduce hacia un país centroafricano imaginario en el que se desarrolla una espantosa guerra civil en la que los niños actúan como sanguinarios soldados. Lo vemos todo a través de los ojos de Komana (Rachel Mwanza), una joven de catorce años reclutada en el ejército revolucionario a la fuerza después de haber sido obligada a asesinar a sus padres. A partir de aquí, comienza una terrible peripecia por los lugares más oscuros de unas guerras africanas en las que lo despiadado se cruza con la superstición. El director Kim Nguyen, hijo de vietnamita y canadiense, al que conocemos por La cité, con Jean Marc Barr, nos cuenta la claves del filme.



- ¿Cómo surge su interés por Africa?

- Quería hacer una película sobre el continente pero no había estado jamás allí ni lo conocía demasiado bien. La idea surgió cuando leí un reportaje sobre un chaval que a los nueve años tuvo la revelación de que era el hijo de Dios y acabó siendo el líder simbólico de un grupo guerrillero. Pasé una temporada en Burundi investigando con la ayuda de un colega que trabaja en el programa mundial de alimentos. Descubrí una realidad en la que se da una coexistencia entre lo material y lo mágico, donde lo espiritual tiene un gran peso. Su relación con el mundo invisible es muy diferente.



- ¿Cómo se enfrenta uno a un material en el que existe un grado de brutalidad tan grande?

- Hay pocas películas sobre África y las que hay las han hecho los americanos y suelen tratar sobre ese héroe blanco que al final del día salva el mundo. Lo que yo quería era dar una voz a un personaje africano, hacer una representación humana de esta tragedia desde la resiliencia. La película está contada desde ese yo, está colocada a la altura de los ojos de la protagonista.



- ¿Qué parte de la culpa tiene Occidente en este drama?

- Enorme. Hay una presión de la industria para explotar los recursos naturales y esto genera un drama. Las necesidades de Europa y Estados Unidos acaban provocando una tragedia muy lejos de nuestros hogares de la que apenas sabemos nada. Lo hemos visto, por ejemplo, en la larguísima guerra del Congo originada únicamente por el control de los minerales. Las grandes empresas llegan allí y destruyen formas de organización colectiva ancestrales generando el caos. La protagonista de Rebelde lo único que sabe es que el coltán es lo más importante y si no lo consiguen la matarán.



- Suceden cosas horribles pero no ha cargado en absoluto las tintas con la violencia.

- Vemos un personaje como el del carnicero de Ruanda que lo perdió todo en el genocidio. No quiere contarnos su historia, no quiere olvidarla tampoco, se pasa el día trabajando y simplemente quiere evadirse. No hace falta que lo veamos todo. Decidí solo enseñar lo necesario porque el nivel de horror que han vivido estos chicos está más allá de las imágenes. En vez de ver la sangre, vemos los fantasmas que los acosan, los mecanismos que utilizan para lidiar con la violencia.



- Las técnicas para que se conviertan en máquinas de matar son muy variadas.

- Descubrimos que les enseñan películas americanas de violencia para que vean la muerte como algo sin importancia y les dan nombres como Rambo o Chuck Norris. Les hacen pensar que son como los héroes de las películas y que son invulnerables. El factor determinante, sin embargo, son las drogas. Están colocados todos el día.



- Nos planteamos si uno puede llegar a perder del todo su humanidad cuando ha cometido tantas barbaridades.

- No lo sé, es una pregunta complicada. Para nosotros es muy difícil saber qué pasa contigo cuando atraviesas circunstancias tan duras, es algo que está más allá de nuestra comprensión. De alguna manera, son muy humanos. Cuando les preguntas a esos niños qué les gustaría la respuesta suele ser muy naïf. Te dicen que quieren una casa, ir a la escuela, estar con sus familias....



- La interpretación de la joven Rachel Mwanza es espectacular. ¿Cómo la descubrió?

- Hicimos un casting abierto en el Congo. Allí conocimos a Rachel, que ya había participado en un documental belga. Ella es una chica de la calle y su vida dio un giro muy grande, viajó por todo el mundo a los festivales e incluso la llevamos a los Oscar. Ahora vive en el Congo y nos ocupamos de su educación hasta que cumpla 18 años. Una cosa muy frustrante ha sido descubrir que dar un hogar y una educación correctas en el Congo es más caro que en Canadá porque allí todo es de pago. Vamos a ver qué pasa con ella cuando se independice a los 18 años.



- La película utiliza con frecuencia ese imaginario místico y mágico de África. ¿Cómo afrontó el riesgo de no embellecer algo que en la práctica genera grandes problemas de todo tipo?

- A veces, lo mágico tiene un impacto positivo, por ejemplo a la hora de afrontar el pasado. Pero es cierto que el impacto negativo es muy profundo. En el caso de las guerras, hay una explotación de esa credibilidad y esa ignorancia para fines mucho más perversos. De todos modos es algo que también sucede en Estados Unidos cuando los soldados van a luchar por una patria que "in God we trust".



- A pesar de todos los horrores vistos, quiere terminar la película con una nota de esperanza.

- Tendemos a pensar de forma perversa que todo va a ir mal en África. Yo creo que ese pesimismo en realidad es una coartada, como es un desastre de cualquiera de las maneras no vale la pena intentar nada. En África he visto a gente que ha ido al infierno y ha vuelto. Debemos centrarnos en la educación, en crear nuevas élites para estos países. La colonización sigue siendo gran parte del problema y tenemos una responsabilidad con el continente.