Al lío, que la palabra nos acompañó durante muchos años para remitir a las películas protagonizadas por el gran Alfredo allá por el tardofranquismo, cuando la censura también empezaba a hacerse la sueca. La empleamos cuando, por ejemplo, veíamos más carne de la cuenta en la pantalla, ante un desnudo gratuito, o cuando un verano nuestro amigo les hacía demasiado caso a las guiris o cuando a una amiga se le ocurría jurar que el médico le había mirado las tetas o que un calvo de metro sesenta se le había acercado en la discoteca bailando una de Julio Iglesias. José Luis Borau, en su discurso de ingreso en la Real Academia Española, reivindicó la inclusión del término en el Diccionario, exponiendo los mismos argumentos que llevaron a la asimilación de adjetivos como kafkiano, goyesco, sádico, dantesco...
El cineasta, que también ha fallecido este año, se salió con la suya y logró incluir en la lista cinéfila en la que ya figuraban felliniano y buñuelesco el término berlanguiano, pero el landismo, que en sus palabras remitía a "ciertas comedias del período desarrollista donde el actor navarro, en calzoncillos por lo general, era figura poco menos que imprescindible", se le quedó pendiente. El cantinfleo de Cantinflas o la charlotada de Chaplin pasaron la criba de los académicos. La pregunta es, ¿Tiene el landismo entidad y actualidad suficientes como para formar parte del idioma? ¿Podría emplearse para definir una época de nuestro cine, una actitud exagerada y tópica de lo español? ¿Cabría traducirlo como sinónimo de la españolada? ¿Aludir a una sexualidad primitiva tal vez?
José Manuel Blecua, director de la Real Academia Española, subraya, ante todo, la valía como actor de Landa, "un intérprete excepcional cuya categoría artística estaba muy por encima del denominado landismo, fenómeno al que ya se refirió don José Luis Borau en su discurso de ingreso en la Academia como un término "aplicado a ciertas comedias del período desarrollista". Sobre la futura inclusión, reconoce que el hecho de que una palabra entre o no en el DRAE "no es una decisión caprichosa ni arbitraria, sino fruto del uso que hagan de ella los hablantes". Y prosigue: "Habrá que esperar un tiempo para saber si el landismo permanece en la memoria colectiva y se utiliza, o no, con continuidad y frecuencia. Más allá de estas etiquetas, quiero resaltar hoy algunos papeles de personajes literarios a los que recreó en la pantalla Alfredo Landa magistralmente, en películas como la serie el Quijote de TVE, Los santos inocentes y El bosque animado ".
Para el también académico Luis Mateo Díez, el problema que padece el vocablo es que, en cuanto a fenómeno, ya ha caducado: "Ahora le dices a cualquier chico qué es el landismo y no tiene ni idea", argumenta. Su pronóstico es que no tendrá un porvenir demasiado halagüeño pero, de incluirse algún día en el Diccionario, debería remitir a "ese cine que andaba entre el destape y las exhuberancias en el contexto de una tontorrona censura que se iba abriendo". Landa, recuerda el escritor, reivindicaba el landismo y hacía bien en no renunciar a una parte sustancial de su carrera, pero de ahí a que la RAE la admita, hay un trecho: "Lo primero sería que alguien la propusiera y entonces, luego, habría que ver documentación que existe sobre ella. En mi opinión, en los últimos años ha caído en el desuso más absoluto. Las palabras tienen un sentido muy atado a la realidad y aquella era efímera. Sí han quedado buñuelesco, berlanguiano, pero porque estaban relacionadas con asuntos de una potencia cultural más poderosa".
El también académico José María Merino coincide con su colega en que el vocablo, para ser admitido, necesita estar refrendado por el uso y que la gente lo entienda ("En mi generación seguramente sí habría tenido sentido pero ahora..."). En cualquier caso, admite que no estaría mal que se recogiera. Para el filólogo, de pasar algún día la criba, debería dar nombre a un concepto relacionado con "lo grotesco suave".