Michael Winterbottom. Foto: Íñigo Ibáñez
Un viaje, una comedia, una serie de televisión, un largometraje... La peripecia creativa de The Trip, de Michael Winterbottom, llegará a nuestras pantallas con un complejo proceso de gestación. Protagonizada por los cómicos Steve Coogan y Rob Brydon, el resultado es un road movie gastronómico en el que se habla de todo menos de comida.
Trabajo, viajes y diversión
-¿Cómo y con qué intención concibieron este viaje?-Hace mucho tiempo que veníamos hablando de la posibilidad de volver a trabajar juntos. Básicamente, la idea pasaba por hacer algo ligero y disfrutar de un viaje por el norte de Inglaterra. Cada vez asocio más mi trabajo a la necesidad de divertirme. Cuando hablábamos de películas posibles por hacer, casi siempre lo hacíamos durante largas sobremesas, y se nos ocurrió que podrían ser escenas construidas a partir de comidas en las que hablaran de todo tipo de cosas. De hecho, aunque van invitados por una publicación para hacer una ruta gastronómica, en The Trip hablan de todo excepto de comida.
-¿Pero concibieron la historia como una serie de televisión o como un filme?
-De las dos formas. Cuando empezamos, conseguimos el dinero de la BBC para hacer seis episodios, pero siempre tuvimos en mente hacer una película con ello. En la serie, la estructura gira alrededor de seis comidas que son el dispositivo central de cada capítulo, y al editar la película nos deshicimos de esa estructura para centrarnos más en el viaje de estos dos hombres, que son amigos pero no muy amigos...
-El viaje se transforma en algo melancólico hacia ellos mismos, al menos en el caso de Coogan.
-Steve y yo procedemos de esa zona. La primera parte del filme transcurre en los paisajes de mi infancia. Y se convierte en una especie de regreso al hogar. Pero el sentimiento nostálgico queda en cierto modo neutralizado con la comedia.
-No hay créditos de guion, así que suponemos que ha sido una película improvisada, ¿no?
-Había unas cuarenta páginas que nos servían como marco general, donde apuntamos una serie de temas sobre los que hablarían ambos personajes, pero realmente Steve y Rob improvisaron todas sus líneas de diálogo: conversaciones sobre la comedia, sobre su trabajo, sobre la familia... Les vemos como personajes muy diferentes. En verdad, intrepretan versiones ficcionalizadas de sí mismos. Pero básicamente todo lo que dicen se corresponde con lo que piensan como individuos.
-Hay en la película un divertido cameo con Ben Stiller, que en Tropic Thunder realizó una comedia muy loca sobre Hollywood. A su modo, mediante la vida de Steve, The Trip también incluye varios comentarios sobre cómo funciona el mundo de los actores.
-Hay algo de eso, cierto, pero no era un objetivo central de la película. Es un tema inherente a la vida de Steve, y de ahí su presencia, pero The Trip es más bien una historia sobre personas, sobre sus debilidades y anhelos. Steve atraviesa una crisis sentimental y profesional, parece más incomódo y alterado, mientras que Rob se muestra perfectamente feliz con su vida. Y ambos entran en una especie de competición por ver quién es el más gracioso, quién hace imitaciones más precisas de Roger Moore o de Michael Caine...
-Por sus últimas películas, da la sensación de que en Inglaterra prefiere rodar comedias, mientras que en el extranjero se inclina más por el drama (Génova, El demonio bajo la piel, Trishna...). ¿Obedece a un patrón consciente?
-Creo que tiene razón, y no estoy seguro de por qué es así. En las películas que ruedo fuera tiendo a identificarme con personajes que se trasladan de una cultura a otra, que en definitiva luchan por su identidad, y creo que para mí sería muy difícil hacer una comedia en el extranjero. Es más fácil en Inglaterra, trabajando con mi cultura, y sobre todo con los cómicos que más me divierten. Me gusta rodar variaciones de Steve Coogan y de Rob Brydon.
-Pero aparte de sus intérpretes, ¿siente que hay una conexión directa entre 24 Hour Party People, Tristam Shandy y The Trip, como si formaran una trilogía?
-Bueno, creo que sí, me gusta verlas como historias sobre personajes que tratan al máximo de controlar sus vidas hasta que se dan cuenta de que la vida les controla a ellos. No importa lo mucho que lo intentan, la vida al final siempre escoge sus propios caminos sin consultarte.
-¿Cree que sus películas han sido una respuesta a lo que ocurre en el mundo o a lo que ocurre en su ámbito personal?
-Es una buena pregunta. La mayoría de las películas que he hecho es porque he visto en ellas ideas que he creído interesantes trasladar a la pantalla. Esas ideas, a lo largo del proceso, con suerte se acabaron reflejando en el filme. Pueden ser cosas que has leído en el periódico o has visto en los noticiarios, algo que ha pasado en Bosnia o en Pekín, pero también puede surgir de tu vida ordinaria. En verdad, no importa, porque si vas a estar dos años con la película, debe haber algo en ella que sea tuyo, algo personal. Cuando llegas a ese punto, dejas de preguntarte por qué haces la película, si es una respuesta al mundo exterior o, por el contrario, al mundo interior. Simplemente sientes que tienes que hacerla.