La actriz Esther Williams, que alcanzó la fama en los 40 y 50 con sus taquilleros musicales subacuáticos, ha fallecido en California a los 91 años.
Antes de fichar por la Metro Goldwyn Mayer, realizó presentaciones con el también nadador Johnny Weissmüller, el famoso Tarzán, con quien participó en el espectáculo Billy Rose Aquacade, creado para la Exposición de los Grandes Lagos. Fue entonces cuando la productora del león, empeñada en relanzar el género del musical acuático, se fijó en sus dotes y la convirtió en una de sus grandes figuras, primero con su debut en la taquillera Escuela de sirenas, que en cifras se acercó a Lo que el viento se llevó, y luego con filmes como Ziegfield Follies (1945), Fiesta brava (1947), En una isla contigo (1948), Take Out of the Ball Game y La hija de Neptuno (1949), Faldas a bordo y La primera sirena (1952), Fácil de amarse (1953) y La hija de Neptuno (1955). En ellas, una Williams sonriente y naif rodeada de flores de hibisco, emergiendo como Venus del azul, mostraba sus encantos en preciosos trajes de baño (hoy existe una marca de ropa inspirada en sus modelitos, Esther Williams Swimwear), una estampa que protagonizó incontables portadas de revistas y que fue a parar a las literas de los soldados norteamericanos.
Cuando el musical empezó a decaer y con él su fama, Williams buscó otros caminos para su carrera, una trayectoria natural que vivieron otras actrices como la recientemente fallecida Deanna Durbin, que tenía su misma edad. Alejada de la explotación de la Metro, que condenaría posteriormente en sus memorias, La sirena del millón de dólares, participó en películas como Sombras de la noche, Momento inesperado y El gran espectáculo. Poco después, abandonó el cine para dedicarse con éxito a los negocios, pero nunca dejó de nadar. En el recuerdo ya, su ternura y su sonrisa bajo el agua.