Image: Cleopatra, entre el mito y la bancarrota

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Cine

Cleopatra, entre el mito y la bancarrota

Se cumplen 50 años del estreno de la película de Joseph L. Mankiewicz en la que se conocieron Elizabeth Taylor y Richard Burton

12 junio, 2013 02:00

Elizabeth Taylor y Richard Burton en Cleopatra, de Joseph L. Mankiewicz


Es uno de los fiascos más sonados de la historia del cine. Pero qué bien envejece. La Cleopatra de Joseph L. Mankiewicz casi llevó a la quiebra a la productora 20th Century Fox, con un presupuesto que se infló finalmente hasta los 44 millones de dólares, todo un despropósito en la década de los sesenta, incluso para un elenco encabezado por Elizabeth Taylor, Richard Burton y Rex Harrison. Paradójicamente, la idea era reflotar el estudio con una apuesta segura, un remake de bajo coste (dos millones de dólares) de la cinta que rodó Cecil B. DeMille en 1934, enmarcado en el género de peplum al alza desde los años cincuenta. El desastre de Cleopatra se considera uno de los factores que contribuyeron al fin de las "películas de romanos". Ahora bien, Taylor puede presumir de ser la primera estrella en cobrar un millón de dólares. De hecho, gracias a una cláusula de su contrato, esa cifra se fue engrosando a medida que el rodaje se prolongaba, hasta alcanzar los siete millones.

Todo lo que podía salir mal, salió mal: el primer director, Rouben Mamoulian, abandonó el rodaje cuando Peter Finch y Stephen Boyd, los Julio César y Marco Antonio originales, dejaron la película por compromisos previos. Mankiewicz tomó las riendas como realizador, y Burton y Harrison se incorporaron al proyecto. Precisamente en Cleopatra se conocieron Taylor y Burton, y fue entonces cuando iniciaron su tormentoso romance. Ella estaba casada con Eddie Fisher, y él con Sybil Williams, y la noticia cayó como un escándalo en un Hollywood puritano y cotilla. El desinterés al principio fue mutuo: Burton despreciaba a la que consideraba otra belleza carente de talento, y Taylor no estaba particularmente impresionada por el consagrado actor teatral, del que pensaba que era deslenguado y sin modales. Sin embargo, la química entre ambos se despertó en la primera toma, hasta el punto de que en las escenas más apasionadas ni se inmutaban tras el grito de "¡corten!".

Elizabeth Taylor y Rex Harrison

Mankiewicz ya había dirigido Eva al desnudo, La condesa descalza y Julio César (razón por la cual parecía la elección perfecta), y tras descubrir que el guión de Mamoulian era un desastre y los pocos minutos que había rodado, inservibles, decidió encarrilar la película. Pero justo entonces Taylor cayó enferma, con una neumonía que obligó a que le practicaran una traqueotomía de urgencia, y retrasando sus tomas seis meses. Entre esto y el clima, la filmación se prolongó más de lo razonable. Si además sumamos el esplendor que brilla en toda la película, desde los decadentes decorados hasta los 65 trajes que se enfundó Taylor, sin contar con las joyas a las que era tan aficionada, no es de extrañar que el importe alcanzara esas cifras. El resultado fue una película de seis horas que tuvo que ser cortada a tres.

La crítica ni fue demasiado favorable, pero semejante producción atrajo al público. No obstante, la recaudación, de 26 millones de dólares, ni siquiera se acercaba a lo que había costado, y eso que fue una de las más taquilleras. La Academia la nominó a nueve Oscars, de los que ganó cuatro, todos técnicos. Además aspiraba a Mejor Película, que se llevó Tom Jones, y a Mejor Actor, que por primera vez recayó en un actor negro, Sidney Poitier. El César de Rex Harrison, una espectacular mezcla entre ambición, sabiduría y certidumbre de su propia mortalidad, no fue capaz de imponerse. Precisamente, uno de los mayores logros del guión de Mankiewicz fue saber crear personajes fuertes y complejos a partir de fuentes históricas, sin caer en la simplificación. Por algo ha conseguido mantenerse como un clásico imprescindible.