Daniel Villamediana y Andrés Gómez durante el rodaje de De Occulta Philosophia
Jean-Marie Straub y Danièle Huillet filmaron su obra maestra Crónica de Anna Magdalena Bach en 1968. La película muestra a músicos de Basilea interpretando numerosas composiciones de Johann Sebastian Bach, ataviados con ropas y pelucas dieciochescas, en los lugares adecuados y con los instrumentos barrocos para los que Bach compuso sus piezas. Las interpretaciones forman una biografía musical del genio alemán en la que la materia cinematográfica y musical se fusionan por completo. En diversos bloques de tomas de sonido directo y filmadas en un solo plano fijo (con alguna excepción), lo que vemos es a unos músicos trabajando.
Por el modo en que describe Daniel V. Villamediana (Valladolid, 1975) el método de filmación de su tercer largometraje, De Occulta Philossophia, podríamos deducir que ha tratado de emular la hazaña fílmica de los Straub: "La conexión entre espacio y sonido es muy importante. El verdadero sonido del barroco y la música antigua se ha perdido. No hay registros, y nadie sabe exactamente cómo sonaba. Es un sonido perdido, notas muertas. Pero cuando los músicos interpretan esta música, vuelve a la vida, solo que de un modo distinto. Lo único que nos queda, aparte de los instrumentos históricos, son los espacios, construidos durante el periodo barroco. Las iglesias donde he rodado la película [en Liétor, Albacete] pertenecen a este periodo. La idea pasaba por filmar la música en los mismos espacios donde sonó hace 400 años. Para que de este modo, al fin, el espacio y las notas sean los mismos. Grabamos la música y la imagen al mismo tiempo y solo utilizamos una cámara. Vemos lo que oímos".
Sin riesgo a equivocarnos, podemos afirmar que Crónica de Anna Magdalena Bach es el musical más estrictamente materialista de cuantos se han filmado. La intención de Villamediana en De Occulta Philosophia, filmando con extremo rigor las interpretaciones del conjunto de música barroca La Reverencia (liderado por Andrés Gómez), pasa por desvelar la espiritualidad y la emoción que surge de las notas musicales en contacto directo con su propia tradición. Como en la película de los Straub, el procedimiento consiste en llegar al espíritu a través de la materia, en un proceso que se revela tan mundano como metafísico, extremadamente delicado, sumergiéndonos en una orgía de instrumentos de cuerda (clavecines, clavicordios, violines, chelos, contrabajos...) que apelan a lo lo sacro y lo romántico. "Muchos de los músicos barrocos eran muy espirituales y trataron de conmover a los oyentes con sus sonidos universales", explica Villamediana, melómano a quien no solo le interesaba capturar el esplendor sonoro de la música barroca, sino que quería filmar todo su recorrido, "desde que la madera se transforma en una pieza que será un futuro clavicordio hasta que el sonido desaparece en el ojo de una mujer".
Antiguo crítico de la revista Letras de cine, hoy un cineasta casi secreto y a contracorriente, aplaudido internacionalmente y casi ignorado en nuestras fronteras, Villamediana ha tratado de desentrañar en sus largometajes El brau blau (2008) y La vida sublime (2010) algunos fundamentos del arte cinematográfico. En ambos filmes practicaba una suerte de ascetismo formal y minimalismo narrativo capaz de convocar diversas fascinaciones. Más estrucutrado y constreñido en El brau blau -en rigor un ensayo poético sobre la soledad a través de la preparación física de un matador de toros- y más libre y disoluto en La vida sublime -el viaje por Castilla y Andalucía que emprende un joven para desvelar un misterio familiar-, ambos filmes negociaban con la idea de desentrañar mitos y quimeras. "De Occulta Philosophia trata de explorar el misterio (o el abismo) entre el silencio y la música, la madera y el sonido, la música y el cine, el ensayo y la puesta en escena, una nota (o un plano) y la emoción que emerge de ella".
Bach, Tunder, Schmelzer, Monteverdi, Couperin, Becker… la nómina de compositores barrocos es amplia, y en sus composiciones de hace más de 400 años, como no podía ser menos, confía el filme su legado emocional, vindicando en todo momento su cáracter artesanal. En un determinado momento, la pantalla queda en negro durante varios minutos para concentrar toda la atención del espectador en la música. El contexto espacial de las interpretaciones, en iglesias, ermitas, patios y conventos, resulta inigualable tanto por su cualidad visual como sonora. La música habla sola, y lo hace en todas las direcciones posibles, si bien Villamediana introduce en De Occulta Philosophia -que toma su nombre de un tratado medieval de Heinrich Cornelius Agrippa- la necesidad de intelectualizar el proceso, mediante debates y entrevistas que establecen analogías entre la música y el cine, y planteándose de dónde procede el sentido de eternidad del bárroco. Todo ello en busca del sonido sublime.