La cineasta india adapta a la gran pantalla la novela con la ayuda del propio Salman Rushdie, quien, al principio se mostraba reticente. Mehta introduce elementos del realismo mágico junto con el drama político y la comedia.

Adaptar una de las novelas más populares y prestigiosas del siglo XX como los Hijos de la medianoche de Salman Rushdie no es tarea fácil. La realizadora india afincada en Canadá, Deepa Mehta, asume esa difícil empresa con una película homónima que trata de capturar el espíritu de un libro en el que la peripecia íntima de dos niños (uno rico y otro pobre) que son intercambiados en el hospital por error el mismo día en que la India consigue la independencia se acaba convirtiendo en una metáfora de la historia de un país desangrado por mil batallas y sobresaltos. Con un tono cercano al realismo mágico en el que el drama, la comedia y el romance se dan de la mano Mehta construye una verdadera epopeya. Directora de filmes como Fuego (1966), Agua (2005) o Cielo (2008), Deepa Metha ha escrito el guión junto a su amigo Salman Rushdie.



Pregunta.- ¿En qué momento leyó la novela de Rushdie y que impacto tuvo sobre usted?



Respuesta.- Leí la novela en la India hace muchos años, yo aun era una estudiante. Muchos indios la han leído y es un libro muy querido en el país, es maravilloso, tiene el lenguaje perfecto. Habla de la identidad, de la cultura, sobre lo que significa tener un hogar. También es una reflexión profunda sobre el concepto de familia, que va mucho más allá de la sangre. Es un canto también al mestizaje.



P.- Usted misma es medio canadiense medio india, ¿siente alguna esquizofrenia?



R.- Tener dos países es perfecto, no tengo ninguna crisis de identidad. Me siento como en casa en Toronto y en Nueva Dehli y es maravilloso porque son ciudades muy distintas. Ahora la gente viaja por el mundo constantemente y se adapta mucho mejor a diferentes culturas.



P.- ¿Cómo fue la colaboración con Rushdie, con el que escribió el guión?



R.- Soy amiga de Salman desde hace muchos años. Un día coincidimos en Toronto y me sorprendió mucho que estuviera dispuesto a venderme los derechos de la novela por tan poco como un millón de dólares. Al principio, él no quería escribir el guión pero yo insistí hasta conseguirlo porque sabía que la película, para funcionar, tenía que traicionar muchos aspectos y era importante hacerlo con él. Para ser poco respetuoso con una novela, lo mejor es contar con el escritor directamente.



P.- El colonialismo y sus secuelas es uno de las temas esenciales del filme.



R.- Cuando los países son descolonizados comienza un proceso muy interesante en el que tienen que encontrar un nuevo lugar en el mundo marcado por sus tradiciones y lo que ha dejado el país colonizador. Ese conflicto aun sigue vivo, la historia de la India aun está por escribir porque ese problema aun no está del todo bien resuelto. Pero como decía Ghandi, cuando dejas de aprender estás muerto.



P.- ¿Cómo trabajó con una mezcla de géneros tan dispar?



R.- Como cineasta, no quiero seguir un género. He sido fiel a la filosofía del libro y hay una combinación entre drama político, comedia... La vida no tiene género y cuando cuentas 40 años en la historia de una persona y del país lo lógico es que sucedan muchas cosas. No tiene sentido limitarse.



P.- También tenemos una clásica historia de iniciación en el proceso de madurez de Saleem.



R.- Aunque cuentes una película que trata sobre un lugar muy concreto y unas circunstancias muy específicas, todas las emociones humanas son universales. Buñuel ya dijo que para ser universal tienes que ser lo más personal posible.









P.- ¿Cómo introdujo el elemento del realismo mágico?



R.- Es una metáfora de nuestro potencial como seres humanos. La magia nos habla de lo que somos capaces de hacer, de los límites que podemos traspasar. Nos habla también de la esperanza que existe para la humanidad, de que un mundo mejor es posible.



P.- La India es un país con tantas capas que parece imposible llegar a la última.



R.- Existe una determinada imagen de la India que tiene que ver con Bollywood, esos espectáculos coloridos y esos bailes exuberantes. También tenemos esa imagen de un lugar muy pobre y oscuro. También está esa imagen tan turística de la India como un refugio espiritual para los países del norte. Se trata de dar una imagen más realista y menos tópica que sepa captar las muchas complejidades de un país enorme con una tradición cultural inmensa. No tenía ningunas ganas de hacer algo tan superficial como Slumdog Millionaire.



P.- La película trata la manera en que nuestra vida está condicionada por el lugar en el que nacemos y las circunstancias históricas. ¿Somos víctimas de nuestra suerte al nacer?



R.- Muchas veces es la vida la que toma el control sobre nosotros por encima de nuestra voluntad. Lo vemos con esos bebés que son intercambiados en la maternidad y eso marca sus destinos de una manera irreversible. De todos modos, no somos víctimas porque siempre queda nuestra capacidad individual para construir nuestro destino. Lo importante es saber la verdad sobre quiénes somos y de dónde venimos.



P.- Se reflexiona sobre el concepto de verdad, parece que algunas veces la mentira o la fábula también pueden ser sinceras.



R.- La verdad puede ser muchas cosas porque lo que la define es la subjetividad. Esta es la gran diferencia entre las películas independientes y las de Hollywood. Cuando ruedo muestro mi verdad sobre las cosas y nada más. Por eso espero que el cine independiente sobreviva a este vendaval, para que podamos conocer muchos puntos de vista sobre la realidad. Para mí hacer películas es un proceso de descubrimiento, de aprendizaje.



P.- Es curioso que viva en Canadá desde los veinte años pero todas sus películas transcurran en la India.



R.- Quiero contar las historias del lugar en el que crecí y de donde son mis ancestros. Lo fantástico del asunto es que Canadá me proporciona la libertad para contar las historias que quiero. No tiene sentido hacer películas que después no puedan verse.



P.- Sigue habiendo muchas menos mujeres que hombres dirigiendo películas. ¿Cree que las mujeres ruedan de forma distinta?



R.- Sí y no. Ahí tenemos a una gran directora como Kathryn Bigelow que hace películas tan duras y son muchos los hombres que hacen grandes películas emocionales. Pero quizá sí hay una manera de tratar a los personajes que es distinta. Por ejemplo, en La noche más oscura, quizá si la hubiera hecho un hombre esa protagonista no la veríamos cómo la vemos. Yo desde luego no sé lo que es ser un hombre y trato de dirigir siendo lo que soy, una mujer.



P.- Es curioso que habiendo tenido varios éxitos comerciales no se haya dejado tentar por Hollywood.



R.- Quiero hacer las películas de la forma que me gusta y como quiero y no tener que tratar con un ejército de abogados. Hacer una película es un trabajo agotador en el que te embarcas durante dos o tres años. Debo sentir una pasión enorme por la historia y no tiene ningún sentido hacerlo sino tienes el derecho al último montaje. Si me aplauden o me tiran tomates la responsabilidad es cien por cien mía.