Brillante Mendoza e Isabelle Huppert en el rodaje de Cautiva
Premio al mejor director en Cannes por 'Kinatay', Brillante Mendoza forma parte de la Nueva Ola Filipina que ha puesto el cine de su país en el mapa internacional. Con 'Cautiva' se enfrenta a su obra más ambiciosa y de mayor magnitud: la angustiosa crónica del secuestro en Filipinas de siete turistas en 2001 por un grupo yihadista.
"Los acontecimientos que describo están parcialmente basados en el secuestro de Palawan -explica el director-, y también a partir de testimonios de testigos, rehenes, raptores y los militares que estuvieron involucrados durante aquel largo periodo de un año. Cuando comencé las investigaciones, aparecieron otros hechos interesantes que se convirtieron tanto en una crisis nacional como internacional, así que traté de dar a la historia un enfoque más completo, una perspectiva multidimensional y un sentido más profundo a todo el acontecimiento. Quería mostrar uno de los problemas socio-políticos que actúan como una viciosa plaga en la sociedad filipina. Creo que es por eso, por su capacidad aglutinadora, que hoy la película se ve en varios colegios filipinos".
-Como la mayoría de sus filmes, más que una trama, lo que propone es una experiencia, pero al mismo tiempo hace una radiografía muy ambiciosa de todas las partes implicadas. ¿Buscaba una combinación entre el testimonio personal y la crónica periodística?
-Es complicado, pero ese era el desafío. Aunque la historia mantiene una serie de personajes reales, el punto de vista, lo que yo llamo el ojo microscópico de la película, le pertenece a un personaje de ficción: Therese Bourgoine [Isabelle Huppert], que es una misionera francesa, voluntaria en trabajos humanitarios y sociales para ONGs. Quería también mostrar el modus operandi de la ASG. Mi intención era centrarme en el conflicto de Mindanao, aparentemente irresoluble, que comenzó en el siglo XIV, dos siglos antes de que el cristianismo se introdujera en Filipinas, toda una serie de luchas contra las invasiones chinas, españolas, británicas, alemanas, japonesas y americanas. Al mismo tiempo, Cautiva propone toda una serie de cuestiones políticas y sociales: la postura del Gobierno para eliminar a la ASG; cómo los civiles, sean cristianos o musulmanes, pueden apoyar o condenar sus actividades terroristas; la doble moral que existe al respecto en la sociedad filipina; el papel de los militares que, sin desearlo, se ven envueltos en estas actividades; la dificultad de hacer convivir a la policía local y al ejército; las distorsiones de la verdad que publican los medios; los apoyos internacionales tanto del gobierno como de los raptores; el síndrome de Estocolmo, con el caso extremo de una rehén que se casa con su raptor… en definitiva, las opciones personales de cada personaje, y cómo al final lo que prevalece es su convencimiento de actuar bien o mal.
-¿Qué distingue el secuestro de Palawan de otros casos, muy frecuentes, en Filipinas?
-La investigación de este caso, por su complejidad, nos llevó casi un año de trabajo. Desde la perspectiva del secuestro, la película trata de analizar la identidad de los musulmanes en la región de Mindanao [un conjunto de islas], que es muy distinta de la de los musulmanes en el resto del mundo, aunque tengan un "estilo de vida" islámico. Su pobreza y bajo nivel educativo resulta en una mala comprensión del árabe, la lengua del Corán, y por tanto tienen una interpretaciones muy singulares de los principios del Corán. Mantienen una fuerte organización entre clanes, aunque entre ellos puedan llevarse bien o no. En última instancia, lo que propone Cautiva es revelar su humanidad, sus carencias y necesidades, sus miedos y aspiraciones.
-¿Cuáles han sido los mayores desafíos a los que se ha enfrentado como cineasta en la producción de Cautiva?
-Filmar en la jungla ha sido un desafío mayúsculo, simplemente porque no puedes controlar los elementos de la naturaleza. Pero lo mejor de negociar con la naturaleza es el elemento de sorpresa. Otra gran desafío fue filmar los encuentros entre los militaries y los secuestradores y filmar toda la película en orden cronológico. Pero el mayor reto fue presentar la historia de un modo tan factual y objetivo que nadie sea villanizado.
-¿Cómo ha trabajado con los actores, especialmente con Isabelle Huppert, para filmar en condiciones tan duras?
-Cuando conocí a Isabelle en Sao Paulo, al año siguiente de haber ganado en Cannes, le pregunté si le interesaría trabajar en una de mis películas. Le comenté su papel como misionera en el secuestro de Palawan y le interesó de inmediato, a pesar de que iba a ser un rodaje duro. Ha sido una experiencia increíble. Es una actriz muy generosa. Sabe cómo encontrar el camino y desarrolla un profundo entendimiento del personaje. No contemplo momentos concretos de su interpretación, sino que prefiero valorar su papel como un todo, su habilidad para ofrecer un retrato consistente. Además, es una actriz especialmente respetuosa con el trabajo del resto del reparto. Admiró la rapidez y precisión con que los actores locales interpretaron sus papeles. A todos les dimos mucho tiempo para investigar sus personajes antes del rodaje, y mantuvieron varias entrevistas con las personas que vivieron esos acontecimientos. Además, todos los actores, incluida Isabelle, pasaron por periodos de entrenamiento, supervivencia y estrategia bélica en la jungla.
-La película marca un punto de giro en su filmografía. Ha hecho su película más internacional y también más ambiciosa en términos de producción. ¿Siente que este paso implica algún tipo de sacrificio creativo por su parte?
-La única diferencia de Cautiva con el resto de mi trabajo es la magnitud de la producción, y por supuesto toda la investigación previa a lo largo de un año. Pero trato prácticamente los mismos temas que he incorporado a mis anteriores películas. La película revela la habilidad de una persona para sobrevivir en situaciones extremas. Esto es muy consistente con mi cine. Cautiva trata sobre la supervivencia humana, lo que permitía perpetuar mi discurso sobre la violencia y la corrupción. Me interesa retratar cómo el ser humano puede perder todo tipo de piedad y compasión en contextos extremadamente complicados. Por otro lado, en términos de estilo, como todo mi trabajo, he rodado en un tono documental, privilegiando el tiempo real sobre el cinemático, con tres episodios centrales puntuados por escenas en un tono poético. Por ejemplo, la visión de Therese de las cabezas de sus secuestradores rodeados de un halo, la aparición de animales salvajes en los diálogos entre raptores y rehenes, o la aparición del "Sarimanok", el mítico pájaro musulmán.
-La naturaleza, de hecho, es otro personaje de la película. Algunos de esos tramos poéticos recuerdan el cine de Malick y al de Herzog… ¿Pensó en ellos durante la preparación de Cautiva?
-No tengo realmente a ningún director en la cabeza cuando ruedo. Solo trato de contar la historia de un modo directo, y ser fiel el concepto de "realismo" inherente al material. Y dado que ese material contiene mucha información, ofrezco en casa escena tres modos de lectura: la visual, mediante la inferencia y la que aporta el hecho real. Algunas escenas visuales pedían una interpretación simbólica, y eso es lo que hice. Un ejemplo es el contraste de la fealdad del secuestro en el contexto de la belleza de la jungla.
-Quizá por su trabajo durante años como publicista, tiene fama de ser un director muy meticuloso. ¿En qué medida permitió que los momentos de sorpresa y de improvisación se integraran en el rodaje?
-Mi experiencia como director de producción me ha enseñado a prestar atención a los detalles y ser muy organizado. Todo debe ser previsto en un rodaje. La mayor parte del tiempo de mis películas se dedica a la pre-producción. Me aseguro de cada detalle. En todo caso, durante el rodaje, permito que los actores reaccionen espontáneamente a las escenas y al entorno que les rodea. También me permito a mí mismo algunos momentos de improvisación si lo creo necesario. Y en el caso de Cautiva, sobre todo debido al rodaje en la jungla, hago uso de estos elementos sorpresivos para añadir mayor belleza, espontaneidad y naturalismo a la película. Doy la bienvenida a todos estos momentos y los hago parte de mi película.
-Sus películas están propulsadas por una energía especial, quizá porque sus personajes casi siempre están huyendo. ¿Por qué le interesan este tipo de historias, siempre en movimiento?
-Son historias extraordinarias de gente común. Sus vidas son una verdad que debe contarse. No hay muchas historias que contar, pero cómo capturarlas con honestidad, mostrando solo la verdad esencial, sin glamourizarla, sin villanizar o glorificar a los personajes, es el gran desafío de cualquier cineasta. Los más difícil es equilibrar honestidad, verdad y realismo. Esta puede ser la razón por la que a otros países les ha llamado la atención el cine filipino, por su compromiso con el cine como un arte que desvela la realidad.
-Junto a autores como Lav Diaz, Raya Martin o Adolfo Alix Jr., han puesto el cine filipino en el mapa internacional. ¿Cuál es su visión de la llamada Nueva Ola Filipina?
-La emergencia de películas independientes es una de las mejores noticias para la industria del cine en Filipinas. Su proliferación ha generado que se preste más atención a la calidad y el contenido de las películas, aunque solo hasta cierto punto. Los filmes de estudios de Hollywood todavía dominan la conciencia y los patrones cinematográficos. El mero despertar del espectador que está interesado en un cine alternativo ya es una buena señal. Eso para mí es suficiente motivación para todos los que estamos tratando de reactivar el mercado de cine independiente. Como cineasta, me he dado cuento de que puedo ofrecer otras formas de cine al espectador. Un cine que puede ser desconcertante y conflictivo, pero que produce efectos catárticos, que nos hace pensar. Las películas no solo deben entretener. A veces debemos purgar las emociones. Y en todo ello, nuestra generación está en deuda con la gran avanzadilla del cine filipino, los que pavimentaron el camino el siglo pasado, cineastas como Lino Brocka, Eddie Romero o Ishmael Bernal.