Rodaje de Història de la meva mort, de Albert Serra. Foto: Sebastian Vogler.

Los realizadores Albert Serra, Lois Patiño y Luis López Carrasco y el productor Miguel Llansó presentan sus últimos proyectos en el festival suizo

Son solo unos hilillos, deben pensar en los despachos de las grandes productoras de este país, cuando ven que las películas de sus directores de siempre, con los guiones de siempre, y protagonizadas por los de siempre, no encuentran eco más allá de los Pirineos. Son solo unos hilillos, deben repetir como un mantra, cuando ven, por ejemplo, que el Festival de Locarno, que desde hace al menos tres años pelea muy fuerte por arrebatar el puesto a Venecia en el ranking de festivales internacionales, ha seleccionado tres realizadores españoles para sus secciones principales, además de unas cuantas coproducciones repartidas por toda la programación. Son solo unos hilillos, repiten, mientras se niegan a escuchar el ruido que produce su propia caída. ¿Quiénes son esos cineastas, y qué películas les han aupado a Locarno, uno de los principales escaparates para el cine del futuro?



Una fantasía entre tiempos

En primera línea se sitúa el catalán Albert Serra (Banyoles, 1975), hijo predilecto de Cannes, con su nueva película, Història de la meva mort (2013), que parece apuntar una ruptura con algunas de las constantes de su obra: sigue el trabajo sin guión, siguen los actores no profesionales, sigue el retrato de la amistad masculina, pero dejando de lado la austeridad formal y el silencio de las imágenes para adentrarse en una película construida por acumulación y multiplicación de elementos: "En otras películas iba quitando elementos para quedarme con lo esencial, aquí es todo lo contrario: ir añadiendo capas, literatura, historia, sexo, diálogos, acción, género, para llegar a lo mismo: aquella cosa indefinible pero con el método totalmente opuesto. Es una película que va sumando sin ningún prejuicio, sin coherencia, aunque narre, como las otras, un pequeño viaje, una transformación".





Fotograma de Història de la meva mort, de Albert Serra.



Nacida en origen a propuesta de un productor rumano, que le dijo que había hacer con el mito de Drácula lo mismo que hizo con el Quijote en su fundacional Honor de Caballería (2006), ahora la película es mucho más. Y ni tan siquiera está presente aquel productor en la película: "La película no es sobre Drácula, nunca he visto una película sobre Drácula, ni de género fantástico, no me interesa, pero aquella propuesta de un productor rumano fue calando en mi cabeza, hasta que decidí ponerla en marcha, pero añadiendo a Casanova, porque es un personaje que sí que me interesa".



Situada entre dos tiempos, la película narra sin aparente coherencia, como si fuera una fantasía absoluta, el cambio de un tiempo de luz y sensualidad a un tiempo más oscuro y siniestro: "Ningún plano, ninguna situación remite a nada que haya podido pasar en la realidad. Quería conseguir el desgajamiento total del mundo". Así, el mito de Casanova y el Drácula se entremezclan en una multiplicación de capas sin referencias externas: "La película retrata, de forma paralela a la vejez de Casanova, el final de ese mundo del XVIII, el mundo de la ligereza, de las mujeres, de la sensualidad, etc., y el comienzo del romanticismo: el mundo de la violencia, del sexo. La película retrata estos dos imaginarios, pero de manera muy libre: es como una fantasía. La manera en que se va desarrollando la historia hace que no sepas exactamente dónde están la verdad, la historia, o los personajes. Uno de los programadores que la vio me dijo: 'Es una pelicula genial sobre la hipocresía'".



El paisaje inventado

En la competición Cineastas del Presente, dedicada a las propuestas más arriesgadas y a los nombres más jóvenes, estrenará Lois Patiño (Vigo, 1983) su primer largometraje, Costa da morte (2013). Ochenta minutos que trabajan una exploración entre mítica y cultural del territorio gallego ahondando en aquello que ya había trabajado en sus trabajos más breves: la exploración del paisaje como un espacio imaginario en el que se superponen los tiempos, y rebotan las leyendas y las identidades. A través de una filmación romántica y monumental de la naturaleza, y del hombre empequeñecido ante ella, Patiño somete al espectador a una experiencia sensorial y mística frente al paisaje: "Siento que al observar en profundidad un paisaje se produce un contacto donde la distancia se desvanece. Un instante de conexión con lo mirado. En mis películas trato de llevar al espectador hacia ese instante de expansión".





Teaser de Costa da morte, de Lois Patiño.



Frente a sus trabajos anteriores (disponibles muchos en su página personal), centrados en la parte más íntima de la relación entre espectador e imagen, Patiño introduce en esta película un sustrato histórico y cultural, una arqueología antropológica de aquellas capas de tiempo y memoria que se esconden bajo lo visible: rocas, olas, fuego, un mar. "Quería que los relatos sobre los acontecimientos que han tenido lugar aquí fueran como un eco que reverbera en el espacio. Es el relato del mito, una historia que gravita sobre el paisaje". La película se construye como una contraposición radical entre un paisaje grandilocuente, pictórico y casi mítico, y una banda sonora compuesta de muchas voces sin identificar que terminan por unirse en un único relato a coro: "No es la voz de ninguna persona en particular, son relatos míticos lo que cuentan, no son historias que les pertenezcan, pertenecen al lugar. Ellos son traspasados por la historia que transmiten, para que ésta siga gravitando en el aire, reverberando en el espacio. Es el imaginario colectivo del lugar. Lo que escuchamos es más bien la voz del paisaje".



Filmando siempre en digital, Patiño trabaja de forma paradójica: aprovecha la temporalidad del cine combinada con una composición que acentúa el caracter pictórico, estático, y en dos dimensiones, de cualquier paisaje: "Mi trabajo está muy influenciado por la pintura, ya desde el encuadre. En mis películas el espacio está siempre muy delimitado. Son planos muy amplios donde todo existe entre los cuatro bordes del encuadre, sin movimientos de cámara. Esto lo aproxima a la pintura y también a la idea de paisaje, que nació como concepto cuando empezó a ser pintado. Es la mirada, al marcarle límites a la continuidad total de la naturaleza, la que construye el paisaje. Yo entiendo también el paisaje como una imagen en la distancia, un lugar en el que no estamos incluidos, sino que lo observamos desde fuera".



Desmontando la santa transición

Interesado también por el pasado y la memoria, pero de una forma directamente política, aparece El Futuro, ópera prima de Luis López Carrasco (Murcia, 1981), conocido por formar parte del colectivo Los hijos, uno de los grupos más destacados y radicales del nuevo cine español. Rodada en dos días, autofinaciándose, y en 16mm, El Futuro (2013), que se presentará en la Sección Oficial fuera de concurso, bien podría considerarse la primera película post-Cultura de la Transición. O al menos, la primera película que mira a los treinta años de democracia desde una postura nada complaciente, mezclando la crítica con la fascinación, la duda con la empatía, la impostura histórica con la ficción psicodélica: "Una película que no se posicione políticamente obedecerá a la estrategia más evidente, más clara y diáfana que hemos vivido en estos últimos veinte años: la de considerar este periodo histórico como un periodo por encima de las ideologías. Considerarse apolítico es la mejor manera de demostrar que se está instalado en una connivencia acrítica con los dictados del poder".



Recreando una fiesta celebrada en 1982, año de la primera victoria socialista, López Carrasco retrata de forma metafórica la construcción de nuestra democracia como un espacio apoltronado y consumista: "La película pretende ser una mirada crítica a los usos y costumbres que la sociedad española adquiere a inicios de los ochenta. Unos valores en los que, por cierto, yo también me he instalado. Una de las personas que entrevisté para documentarme sobre la época me decía: 'Con la victoria socialista pensamos que estaba todo hecho, cuando estaba todo por hacer'. Me parecía necesario hablar de 1982, el momento en que una gran parte de la sociedad española se echa a dormir. Quizá a mi generación le corresponda investigar, conocer, dar cuenta de la década de los ochenta, una década de la que sabemos muy poco".





Teaser de El futuro, de Luis López Carrasco.



Aunque parezca lo contrario, la película evita cuidadosamente la crítica fácil para situarse en una posición más incómoda: la del que busca más entender y retratar que juzgar, acentuada por una puesta en escena deliberadamente difusa y enrarecida, a medio camino entre el found footage y la performance experimental: "La película tenía que percibirse como un documento de la época, o al menos aproximarse a ello lo máximo posible. Producir un cine de archivo que nos falta, recuperar imágenes que no hemos visto. Me interesaba la idea de elaborar found footage, producir mi propio metraje encontrado. Ser un cineasta de archivo tramposo, pues el metraje no ha sido exactamente encontrado".



Una visión enrarecida y compleja de una realidad, la nuestra, de un pasado, el nuestro, poco visitado por un cine español poco dado a la autocrítica: "Enriquecer, complejizar, matizar las historias que nos han contado, y que nos hemos creído, me parece un buen modo de fomentar que nuestra ciudadanía sea más democrática, más solidaria. La historia de España está abandonada, y hay sucesos que permanecen ocultos o enterrados en textos académicos de poca circulación. El conocimiento de esos hechos podría resultar relevante para tomar decisiones sobre el tiempo presente. Y para adjudicar responsabilidades, también".



Hitler vive en Etiopía

Miguel Llansó (Madrid, 1979) es realizador, aunque su debut en Locarno se produce como productor de Chigger Ale (2013), un cortometraje coproducido entre España y Etiopía y dirigido por la misteriosa realizadora etíope Fanta Ananas. Chigger Ale, estreno internacional en la competición de cortometrajes Pardo di domani, es una alegoría surrealista sobre un remedo extraterrestre de Hitler que aterriza en Etiopía con intenciones desconocidas y no logra absolutamente nada. Mezcla pop de referencias culturales cruzadas, Chigger Ale juega al post-humor irreverente y al desconcierto del espectador: "Teníamos miedo de que la obra de Fanta causara un escándalo como el de las caricaturas de Mahoma y que acabáramos todos en la trena. Fanta asegura que no es para tanto y nuestros amigos de Addis Abeba se han reído. Pronto la estrenaremos allí. Creo que el corto allí se lee de la misma manera que aquí; es un sinsentido en ambos continentes".





Fotograma de Chigger Ale, producida por Miguel Llansó.



Llansó es una figura similar a la de aquellos productores clásicos que eran capaces de dejar su huella en películas que nunca dirigían, y Chigger Ale enlaza con sus trabajos como realizador y guionista, que han circulado ya por festivales como Rotterdam o Sundance, y que beben de referencias cruzadas, y siempre descontextualizadas, como Buñuel, Fellini, Fassbinder, o Brakhage. Un mash-up cultural que ha desarrollado de forma radicalmente humorística en Etiopía, animado por la energía de un país olvidado: "El mundo del cine etíope es fascinante: desde hace 8 o 9 años el cine vive un boom tremendo. Las películas son malísimas en general, pero la filosofía que sustenta la producción es admirable: se ruedan en 10 o 15 días con una cámara de video, todo el equipo va de aquí para allá en una furgoneta alquilada y los actores ruedan tres pelis a la vez. Después se proyectan en grandes salas desde un DVD. Para que no te pirateen la peli, envías a un mensajero con el DVD al cine y después te encargas de que regrese con el mismo DVD. El concepto underground no existe porque todo es underground".



Llansó, que lleva en Etiopía desde 2008, cuando aterrizó con el plan de hacer un documental sobre atletas etíopes, no parece tener ninguna intención de volver a España: "El concepto de cine español me da bastante igual. Todo lo español me da bastante igual. Y lo catalán y lo belga. Tampoco aprecio mucho el nacionalismo etíope, que es acérrimo. Eso sí, vi unos cortometrajes de Velasco Broca que me volaron la cabeza. Qué buenos son. Le escribí un par de mails para felicitarle y me contestó uno. Parece muy majo".

Victoria Abril, premio a la excelencia

La actriz Victoria Abril (Madrid, 1959) asistirá también a la 66ª edición del Festival de Locarno, donde recibirá el Premio a la Excelencia Moët & Chandon. Como es tradición en Locarno, el público del festival tendrá la oportunidad de participar en una conversación con la actriz en el Spazio Cinema (Forum), el sábado 10 de agosto a las 13:30h, antes de la ceremonia en la que se le entregará el galardón a la musa de Vicente Aranda y de Pedro Almodóvar. Dos películas se proyectarán en homenaje a la actriz: ¡Átame (1990), de Pedro Almodóvar; y 101 Reykjavik, la primera película realizada por Baltasar Kormákur (director de la película de apertura de esta edición, 2 Guns) que participó en competición en Locarno en 2000.



El director artístico del festival, Carlo Chatrian, destaca de la actriz la "soleada exuberancia que ha caracterizado a muchos de los papeles que ha interpretado y que han cautivado la imaginación del público" y asegura que la actriz acude a Locarno para "añadir un toque de color a un festival que aspira a ser un hogar para todo tipo de cine".