Image: El virtuosismo en la vulgaridad

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Cine

El virtuosismo en la vulgaridad

13 septiembre, 2013 02:00

Channing Tatum en Asalto al poder, de Roland Emmerich

El rey Midas del cine apocalíptico, Roland Emmerich ('Independence Day'), fabula con un ataque militar a la Casa Blanca en 'Asalto al poder'. Vibrante y sólido, el filme se postula como 'La jungla de cristal' de nuestros tiempos.

Algo extraño está ocurriendo en el cine de la industria norteamericano cuando Michael Bay es aplaudido por la crítica. Desde la sorprendente Dolor y dinero hasta Guerra mundial Z (Marc Foster), pasando por Pacific Rim (Guillermo del Toro), El hombre de acero (Zack Snyder) o Star Trek: en la oscuridad (J. J. Abrams), el cine de espectáculo procedente de Estados Unidos parece dispuesto a explorar caminos que no solo satisfagan al público de masas. Aunque con resultados muy desiguales, lo hacen forzando tanto las pirotecnias visuales como las estrategias narrativas, algo que el espectador de colmillo retorcido casi siempre agradece.

Ahora, pasado el ciclón del blockbuster veraniego, llega a las salas españolas otro gran éxito, Asalto al poder, el nuevo trabajo del Rey Midas del filme-apocalíptico, Roland Emmerich (Independence Day, 2012, Godzilla, etc), por quien en principio no deberíamos sentir gran cosa. Pero el interés que despierta esta película, siempre que el espectador sea capaz de abstraerse de su discurso patriótico y propagandístico (irónicamente, el director es alemán), no es menor. El apocalipsis (siempre redentor) lo sitúa ahora Emmnerich en el mismo corazón político de Estados Unidos, es decir, en la Casa Blanca. La artillería del espectáculo se concentra en las estancias, pasillos, túneles y jardines del hogar presidencial, dando lugar a una extraña película de cámara que no renuncia a tanques, bazukas, cazas, bombarderos, largas persecuciones y misiles nucleares. Artillería pesada en un relato de enclaustramiento.

Un primer aspecto reconfortante de Asalto al poder es que el guión (tan serio como paródico, tan vibrante como vulgar) lo firma James Vandelbirt, el escritor todoterreno que ha sido capaz de regalarnos la inconmensurable Zodiac (2007, David Fincher) y la olvidable última entrega de Spider-Man (2012, Marc Webb). Asalto al poder funciona como suele funcionar el cine de género cuando la excelencia técnica se alía con la genuina pasión por realizar un sólido filme de entretenimiento, de esos que bautizan cánones y reproducen clichés con tono tributario. Y aquí se convocan tantos lugares comunes y referencias icónicas que la función adquiere categoría de almanaque. No es casual que el filme se mire frontalmente en el espejo de La jungla de cristal (1988), y que el reflejo que nos devuelva sea la versión actualizada de Bruce Willis en la piel de un intenso Channing Tatum en camiseta de tirantes, dejándose la piel para proteger a un presidente parecido a Obama (Jamie Foxx). Nada más heroico.

Emmerich ya no negocia la sublimación del heroismo de barras y estrellas contra fuerzas naturales, monstruosas y alienígenas, sino que, como ha venido haciendo la serie 24 desde el origen del siglo XXI (tras un paréntesis de cuatro años regresa con novena temporada en 2014) y ahora hace Homeland -las correspondencias catódicas más manifiestas en Asalto al poder-, el enemigo viste el mejor de los camuflajes. El nervio del caos y la paranoia, nos indica el audiovisual americano, reside en despachos presidenciales, en marines que regresan de una invasión inútil, en la perversión de un sistema que se autoniquila. Una atracción tan impecable y embaucadora como Asalto al poder coloca a Emmerich en la estirpe del llamado auteur vulgar, el cineasta que arma su discurso personal con materiales de derribo. El desaparecido, infravalorado Tony Scott vendría a ocupar el puesto eminente de una tribu de guerreros que busca el respeto de action movies que carecen de conceptos o estéticas ‘arty': John McTiernan, Wolfgang Petersen, Bret Rattner, etc. A veces, como ahora, dan en el clavo.