Fotograma de Futbolín, de Juan José Campanella.
Futbolín ha abierto esta mañana la 61ª edición del Festival de San Sebastián. La ocasión tiene su qué histórico ya que es la primera vez que un filme de animación arranca el certamen y sin duda el prestigio de Juan José Campanella, recién llegado del Oscar a la mejor película extranjera por El secreto de sus ojos, ha sido crucial para que tal cosa sea posible. Ha llegado al País Vasco tras arrasar en su país, Argentina, donde con más de dos millones de espectadores se ha convertido en un fenómeno social.Como uno de los títulos más esperados de la temporada, y superado hace mucho tiempo el viejo prejuicio que caía sobre la animación como género menor, la expectación era muy alta y el resultado no ha estado a la altura. Futbolín es un eficaz vehículo de entretenimiento para los más pequeños y no es poco mérito. Los dibujos son bellos, los personajes son pintorescos y tienen personalidad, la trama está bien hilada y en general (salvo por la excesiva duración del partido de fútbol del final) todo está realizado con cierta gracia e indiscutible encanto.
Pero Futbolín es una película para niños pequeños y no sé si pretende conseguir lo que Pixar, fascinar a los más jóvenes pero también a sus padres, y si es así no lo logra. Cuenta una historia vista mil veces (el pueblo amenazado por la codicia, los valores de la "gente normal" en oposición a los del poder, ya sea económico o político) y aunque nada chirría, pocas veces deslumbra. Lo mejor es la riqueza expresiva de los futbolistas del futbolín redivivos y lo peor una moraleja final un tanto facilona. Les encantará a los niños, eso sí, y ojalá repita en España su éxito suramericano.
Suramérica ha sido la gran protagonista de la jornada. A primera hora, el Festival arrancaba con Narco cultura, un documental muy potente firmado por el israelí Shaul Schwartz. Es tristemente conocida la proliferación y poder de los narcotraficantes en México y la sangría correspondiente que se cuenta por decenas de miles de muertos. Este trabajo nos acerca a una de sus derivas más siniestras, el éxito del tipo de vida y el modelo que representan los narcos, unos seres vanagloriados en todo un estilo musical (los célebres narcocorridos) y ensalzados por la cultura popular como verdaderos héroes antisistema.
Fotograma de Narco cultura, de Shaul Schwartz.
La jaula de oro, presentada en Horizontes latinos, cuyo joven reparto fue premiado en el último Festival de Cannes, ha sido una de las sorpresas de la jornada. Debut del español afincado desde hace dos décadas en Estados Unidos Diego Quemada Díez, cuenta la peripecia de tres adolescentes que recorren México con el sueño de cruzar la frontera e ingresar en el primer mundo. El filme comienza con una cierta ligereza, en el buen sentido, captando ese espíritu de aventura y esperanza de los chavales en su peregrinar al país más poderoso del mundo y poco a poco la historia se va oscureciendo.
Fotograma de La jaula de oro, de Diego Quemada.
Finalmente, en Perlas de otros festivales, se ha proyectado La mirada del amor, segunda película del estadounidense Arie Posin. Protagonizada por Annette Bennig y Ed Harris, dos actores superlativos, cuenta la historia de una mujer viuda que se enamora de un hombre clavado físicamente a su difunto marido. Hay ecos de Vértigo en este filme sobre la obsesión y la fuerza del amor y del deseo y la película se deja ver con agrado. No está mal, pero es una pena que Posin no llegue más lejos en su propio planteamiento, un poco más de garra habría mejorado una película que acaba instalándose en el convencionalismo.