Image: Jacques Audiard

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Cine

Jacques Audiard

“Si no tuviera el cine, sería mudo y melancólico”

18 octubre, 2013 02:00

Jacques Audiard recibe la Espiga de Honor de la Seminci. Foto: Paco Heras

Con filmes como 'De latir mi corazón se ha parado' (2005) y 'El profeta' (2009), el francés Jacques Audiard se ha consolidado como uno de los cineastas europeos más relevantes. La Seminci de Valladolid, que empieza mañana, le concede su Espiga de Honor, en el marco de una edición que también homenajeará a Paul Schrader. El Cultural ha hablado con el cineasta galo.

Jacques Audiard (París, 1952) recibe mañana la Espiga de Honor de la Seminci. Viejo conocido del Festival de Valladolid, Audiard recuerda con afecto la Espiga de Plata que consiguió por su segunda película, Un héroe muy discreto (1996), y el año pasado ganó el premio a mejor director por De óxido y hueso, hasta la fecha su último filme. El cineasta, especialista en películas sobre hombres torturados en busca de la redención, explorador de la violencia que atenaza las vidas comunes y las pasiones subterráneas, se ha consolidado como uno de los nombres más importantes de Europa gracias a filmes como De latir mi corazón se ha parado (2005), ganadora del César a la mejor película, premio que repitió con su siguiente título Un profeta (2009), drama carcelario que obtuvo una gran popularidad en toda Europa. Con su aspecto de dandy, Audiard es un firme defensor de un cine personal y "específico" que busca en la realidad su principal fuente de inspiración.

-¿Cómo le sienta ser el ganador de la Espiga de Honor de la Seminci?
-Fue uno de los primeros festivales extranjeros del mundo en el que recibí un premio importante. Cuando empiezas, agradeces mucho más este tipo de distinciones porque te dan fuerza para seguir, más aún cuando llegan del extranjero. Para un cineasta anglosajón es lo más normal del mundo que su cine se estrene en todas partes, pero para un europeo es muy distinto. Que una película viaje, para mí forma parte de la esencia misma del cine, que es establecer puentes entre países y culturas distintas.

-¿Cree que puede hablarse de un cine europeo?
-No, más bien hay un cine español, finlandés... Creo que cada país es diferente y esa es precisamente la fuerza del cine. Cuando vas a ver una película japonesa o iraní precisamente lo que buscas es eso, una forma distinta de entender la vida y de vivirla. Es maravilloso que te remueva por dentro algo que ha sucedido en un sitio muy distinto al tuyo.

Búsqueda de lo singular

-¿Sigue siendo Europa la cuna del cine de autor?
-El cine de autor, ¿qué quiere decir? Es la industria quien dicta esto. En Hollywood también puedes hacer la película que quieras, siempre que tengas la aquiescencia de los estudios, claro. No creo que las malas películas lo sean porque se hacen 'a la americana' sino porque son malas sin más. Lo que les resta valor es que en vez de buscar lo específico y singular tratan de llegar a lo universal y el resultado es un cine vulgar, plano. Como decía François Sagan, en la vulgaridad siempre hay una pretensión.

-¿Ha descubierto por qué hace películas?
-Las hago porque no sé comunicarme con el mundo, si no tuviera el cine, sería mudo y melancólico. La virtud cardinal de este trabajo es que se hace en equipo. Es muy interesante ese proceso en el que una idea personal se metaboliza por mucha gente. Mi cine es estrictamente personal y al mismo tiempo mucha gente participa en ello, es una paradoja fascinante. Dicho así puede sonar un poco bruto, pero si hago cine es porque tengo una gran dificultad para comunicarme con otros seres humanos y la herramienta que he encontrado son las películas. No hay ninguna pretensión más allá de esa.

-Sus personajes también suelen tener problemas para comunicarse. Muchas veces la violencia es su vía de escape.
-La violencia es el horror absoluto, es la masculinidad llevada a su grado cero, una manifestación de su imbecilidad. Es la posibilidad que encuentran personas disminuidas que no tienen otra manera de conseguir sus objetivos. La violencia siempre es un fracaso de quien no encuentra otros instrumentos.

-A pesar de todo ello, suele tener compasión por sus protagonistas.
-Tengo tendencia a los personajes poco amables. Me propongo hacerlos aceptables e interesantes para el público. Se encuentran en situaciones complicadas y trato de mostrar su evolución porque quiero que la gente acabe identificándose con ellos. Yo mismo necesito tener esa empatía. Hay un concepto fundamental que es la tensión entre la idea de un destino y el libre albedrío. Me pregunto si es posible desafiar un futuro que parece inevitable. Eso es algo que me emociona.

-Quizá por ello sus filmes suelen terminar con esperanza.
-En mis películas nunca vemos una inteligencia en movimiento sino una voluntad. Siempre vemos una idea del progreso aunque sea de manera irónica. Creo que es muy fácil realizar una tragedia y no me identifico con eso. Hacer llorar a la gente me parece muy fácil. Lo que me interesa es ver cómo estos personajes resuelven sus problemas.

-¿Cuál es el germen de una película de Jacques Audiard?
-Las imágenes son el principio de todo. Trato de llegar al origen del filme, me pregunto cuáles son las leyes de la narrativa cinematográfica, el cine no es literatura. Por ello lo que más tiempo me lleva siempre es encontrar la forma de contar la historia, la estética que le es propia.

-Usted forma parte del Club de los 13, un grupo de cineastas franceses que defiende 'las películas de en medio'. ¿Cree que el cine independiente corre el riesgo de desaparecer?
-Desde luego. El cine en los últimos veinte años se ha transformado de una manera considerable y hoy la forma de producción es temible. Llamamos cine a lo que no es cine. Hay un cambio fundamental, antes el cine tenía como principal objetivo reflejar la realidad, a partir del momento en que los cineastas perdemos la exclusiva de hacerlo y todo el mundo tiene cámaras el cine abandona esa función y se dedica a impresionar a la gente. Para mí eso no es cine. La gran cuestión es cómo recuperamos esa conexión con lo real. Hay otro factor. No solo todo el mundo puede hacer fotos o películas, también nunca ha sido tan fácil como ahora manipular. Es un momento de gran confusión. Veamos el caso de los drones, convierten la guerra en un videojuego. Esa idea del simulacro sucede en todos los ámbitos. Yo espero que siga existiendo la necesidad de ir al cine.

Reacción y contrapoder

-¿Vivimos en un mundo mucho más terrible que hace unas décadas?
-Este es un período muy interesante, no siento melancolía del cine antiguo. Existe un peso tan enorme del pensamiento único que la esperanza está en que pueda surgir un contrapoder. Es un momento en el que tanto puede surgir un cine apasionante como absolutamente estúpido. Tengo esperanza en que reaccionemos. El cine sigue teniendo un potencial increíble y en un mundo de imágenes como el actual su función deberá ser encontrar los mitos y los orígenes de esas imágenes con las que intentan engañarnos.

-¿Cuál es su próximo proyecto?
-Estoy trabajando en un western que rodaría en inglés y en una comedia musical sobre el tráfico de drogas. Es todo lo que puedo decir en este momento.