Ursula Meier estrena Sister. Foto: Carlos Márquez

Con su primera película, Home (2008), la suiza Ursula Meier (Besançon, 1971) conquistó Europa con una historia bizarra y poderosa, una familia encerrada por su propia voluntad en su casa como forma de oposición a una civilización detestable. Su segundo filme, Sister, también tiene como protagonista a una familia altamente disfuncional, un crío de doce años que se dedica a robar esquís en las lujosas pistas de los Alpes, y una hermana desequilibrada (Lea Seydoux, en auge por La vida de Adèle) que acumula problemas con los hombres. La relación entre estos dos jóvenes, marcada por la pobreza, será el núcleo de un filme con elementos de drama social y de thriller que está rodado como un cuento con fantástica fotografía de Agnès Godard, operadora mítica de Claire Denis. Una película conmovedora y llena de vida que confirma a Meier como una poderosa voz del cine europeo. Atentos, esta es una película con sorpresa.



- Tiene usted una marcada predilección por las familias atípicas.

- Son cuentos que funcionan como algo real. En Home contaba esa historia tan rara de una familia obsesionada con una autopista pero en el mundo suceden cosas más disparatadas. Investigando para esa película descubrí algunas historias increíbles, las familias son lugares en los que puede suceder cualquier cosa. Lo que tienen en común es que están fuera de la norma, podemos decir que están en otro mundo y que comparten un deseo utópico por construir una realidad paralela.



- Al principio vemos ese mundo del niño ladrón como algo no tan destructivo. Casi puede ser un juego.

- Exactamente, no está tan mal. En Home pasaba un poco lo mismo, puede ser visto todo como un juego, podemos entender porque están encerrados, hay una verdad que reconocemos y es ese no creer en el mundo de hoy. Con estos chicos se produce un equilibrio un poco loco, pero no es tan loco. Ninguno encuentra un motivo para vivir y desean huir de eso. Pero al final la realidad siempre te atrapa por mucho que trates de vivir de espaldas a ella.



- El mundo lujoso de la estación de esquí funciona como contrapunto a su cruda miseria.

- Esa vida imaginaria le puede permitir soportar un rol terrible porque son lugares que también son un paraíso para un ladrón. En las estaciones de esquí reina una gran confianza respecto a los objetos, quizá son el último reducto en el que eso aún pasa. La gente deja los esquís clavados y se va a comer tranquilamente, estamos hablando de material muy caro. Por eso cuando alguien rompe ese código de confianza se monta un drama y se puede generar una situación muy violenta. En este contexto, vemos a un chico que es un paria pero también es muy inteligente.



- Todo ello da pie a una claro simbolismo sobre la lucha de clases.

- Siempre explico que esta película surge de un recuerdo de mi infancia que se me quedó grabado, estaba en un grupo de clases de esquí y rondaba un chico que claramente era de un estrato social inferior. El monitor lo señaló como un pequeño delincuente. Fue algo terrible. Lo que he querido es darle complejidad a este mundo que está muy relacionada con la verticalidad, con la idea del arriba (las pistas de esquí) y el abajo, el pueblo real, que se gana la vida con los turistas. Al mismo tiempo tenemos ese paisaje de los Alpes impresionante y la topografía marca profundamente la historia. Por una parte, esa verticalidad, por la otra, le quisimos dar una luz azulada, como de cuento, es algo que está un poco fuera de la realidad. Queríamos huir totalmente del miserabilismo.



- Su relación con la británica rica con la que entabla amistad es profundamente conmovedora, se hace explícita la falta de afecto del protagonista.

- No me di tanta cuenta mientras lo rodaba pero es algo que sucede mucho en lugares de vacaciones, la gente tiene muchas ganas de comunicarse y de encontrarse pero son encuentros superficiales y pasajeros. ¿Qué pasa con los que se quedan allí? En un momento dado pensamos que lo va a ayudar pero en la vida real eso no pasa nunca. Por parte del chico hay una búsqueda irracional de la ternura porque todos tenemos necesidad del otro, no se puede vivir solo.



- En ese niño desdichado conviven sus terribles problemas pero también una gran viveza y ganas de vivir.

- Es un chico muy inteligente, hay unas ganas de vivir que son un poco locas, contra todo pronóstico sigue pensando que puede prosperar y elevarse de donde está. Al mismo tiempo es un descreído, alguien que trabaja muy duro, que también es muy consciente de cuál es la peor cara de este mundo.



- El joven protagonista tiene reminiscencias de esos héroes de las películas de los Dardenne.

- Cuando estuve en el Festival de Berlin me sorprendió mucho que se hablara tanto de esa influencia porque yo no la detecté en ningún momento. De hecho, no vi El niño de la bicicleta hasta que estaba montando la mía. El tono es muy distinto, hay un trabajo de la imagen que huye del realismo. Tampoco vemos a la policía o los servicios sociales. Las películas que me influyeron fueron Kes, de Ken Loach, y la primera película de Maurice Pialat, L'enfance nue.