Dos grandes cineastas japoneses siguen la estela del maestro Yasujiro Ozu en 'Cuentos de Tokio', la gran obra maestra del cine nipón. Por un lado, Hirokazu Kore-eda visita hoy España para presentar 'De tal padre, tal hijo' (Premio del Jurado en Cannes), mientras que Yoji Yamada estrena 'Una familia de tokio' tras su triunfo en la Seminci. Ambos exploran los valores de la familia moderna.
La familia es un tema universal y la familia japonesa, con todos sus rituales, jerarquías y aversión sentimental, es un caso aparte. Dos de los más eminentes cineastas japoneses en activo, el muy veterano Yoji Yamada (Osaka, 1931), con casi cien películas a sus espaldas, ganó la Espiga de Oro en Valladolid con Una familia de Tokio, relectura contemporánea de la clásica Cuentos de Tokio (1953) de Yasujiro Ozu, en la que volvemos a ver la historia de unos padres ancianos del campo que viajan a la capital para visitar a sus hijos. Hirokazu Kore-eda (Tokio, 1962), quizá el cineasta nipón más aclamado de su generación, ganó el Premio del Jurado en Cannes con De tal padre, tal hijo, un melodrama sobre dos familias que se enteran seis años después de que sus hijos han sido intercambiados al nacer. Son dos filmes sobre la paternidad que muestran al mismo tiempo caras y problemáticas muy diversas, el inevitable conflicto generacional en el caso de Yamada y la eterna pregunta de si pesa más el lazo biológico o el afecto de haber criado a un niño desde la cuna."La película surgió de mis dudas y mi experiencia como padre", explica Kore-eda a El Cultural. "A medida que iba conociendo a mi hija y pasaba tiempo con ella me preguntaba si lo que me unía eran los lazos de sangre o el tiempo que pasaba con ella. Después leí un libro sobre el asunto del intercambio de bebés y pensé que era el punto de partida perfecto para contar lo que me estaba sucediendo". El director de clásicos contemporáneos como Nadie sabe (2004) y realizador él mismo de su propio remake de Cuentos de Tokio con la bellísima Still Walking (2010) opone a dos familias muy distintas. Una, liderada por un padre rico y autoritario (Ryota) obsesionado con el éxito profesional; la otra, humilde y cariñosa, entregada en cuerpo y alma al cuidado de su hijo. "El personaje de Ryota simboliza a mucha gente en el Japón de hoy. Esa idea del éxito, de que hay que ganar mucho dinero y que hay que exigirse en todo momento lo máximo es muy frecuente. Yo mismo durante mucho tiempo consideré el cine lo más importante de mi vida, me planteaba cómo podría dedicarle todas mis energías si además tenía que ocuparme de mi familia. Ahora me doy cuenta de que es al revés, no podría hacer cine sin mi familia".
Una familia de Tokio de Yojo Yamada
La idea del éxito profesional como obligación moral en oposición a los valores de la comunidad y la famailia surge como tema esencial en ambos filmes. En la película de Kore-eda, ese padre ausente que educa a su hijo para convertirse en una fotocopia de sí mismo se convierte en la metáfora de una forma de entender la vida muy conectada no solo con lo contemporáneo, también con la forma disciplinada de ver el mundo de los japoneses: "Para entenderlo tenemos que ver también cuál ha sido su relación con su padre. Es alguien que siempre ha vivido con la idea del éxito como algo indiscutible. Al trabajar con el actor (Fukuyama Masaharu) ambos estábamos de acuerdo en explorar la parte que menos nos gusta de nosotros mismos. Todos tenemos algo de Ryota". En Una familia de Tokio, el contrapunto lo pone el personaje del hijo más joven, Yoshi, un chico de buen corazón y costumbres bohemias que saca de quicio a su padre: "Él está intentando formar un nuevo tipo de familia, distinta a la de sus hermanos. Su idea está relacionada con crear un nuevo tipo de conexión humana. No solo en Japón, probablemente alrededor del mundo, la gente sigue queriendo crear familias pero está tratando de hacerlo de otra manera a medida que la sociedad cambia".
Una sociedad frenética
De tal padre, tal hijo de Hirokazu Kore-eda
Ambos directores parecen proponer en sus filmes un nuevo modelo de paternidad. "En mis películas aparecen niños que actúan como si fueran adultos, algo que también me sucedía a mí, y adultos que se comportan como niños", explica Kore-eda. Su filme arroja sorprendentes y osadas conclusiones.