Saskia Rosendahl es Lore en la película de la directora Cate Shortland
La directora australiana Cate Shortland hurga en la herida de la Alemania nazi justo en el instante en que las tropas de Hitler pasan de ser dioses a delincuentes. En 'Lore' nos encontramos violencia, emoción y despertar a la vida.
La cineasta australiana Cate Shortland (1968) tuvo un resonante debut con Somersault (2004), en la que narraba el despertar sexual de una adolescente en la Australia rural. Su siguiente película, Lore, también aborda la cuestión, pero en esta ocasión dentro de una coyuntura totalmente distinta. Tras el suicidio de Hitler, la Lore del título (Saskia Rosendahl), una chica de catorce años, debe huir de su casa con sus cuatro hermanos para reunirse con su abuela a más de 500 kilómetros. Su padre, un alto oficial nazi, ha desaparecido y su madre, una furibunda admiradora del Führer, los abandona temiendo las represalias de las fuerzas aliadas.
Falsos culpables
Hemos visto más veces el dilema de los descendientes de crueles nazis. Lo contó Costa Gavras en La caja de música (1989) o Eytan Fox en Caminar sobre las aguas (2004). La fuerza de Lore reside en narrárnoslo en el momento exacto en el que las tornas cambian y desde el punto de vista de esos falsos culpables, unos niños marcados por la ignominia del nazismo y condenados a ser señalados y perseguidos por lo que han hecho sus padres.Esa transición dramática de las fuerzas de poder también se expresa mediante la figura del misterioso y protector acompañante de los críos, Thomas (Kai Malina) un joven judío recién salido de un campo de concentración que vive el proceso contrario, de víctima del más cruel de los regímenes a protegido de las fuerzas de ocupación. Todo esto lo cuenta Shortland muy atenta no solo a las paradójicas y rápidamente cambiantes circunstancias históricas, también al despertar sexual de la pareja protagonista creando un revelador y sutil contraste entre las pulsiones íntimas y universales de los jóvenes y lo específico de un momento histórico de caos y miseria insólito en Alemania. Situada en mayo de 1945, el advenimiento de la primavera también sirve a la directora como metáfora de ese primer amor adolescente.
"Para hacer esta película debí luchar contra mis propias percepciones sobre Alemania y superar mi propia ira", ha explicado la directora. "Con Saskia decidimos no juzgar en ningún momento su personaje", añade.
Un mundo de emociones
"Estos niños han crecido con el nacionalsocialismo, para ellos eso es tan normal como para nosotros ahora es la democracia. No habían conocido otra cosa y el grado de adoctrinamiento era brutal. Hoy podríamos encontrar un paralelismo con los niños que han crecido en una secta. La diferencia es que la secta nazi mató a 20 millones de personas", explica con cierta amargura. El estilo poético y matérico de Shortland, muy atento al mundo de las emociones, los sonidos y los movimientos de la naturaleza, recuerda al de otras directoras de primera fila como Jane Campion, muy especialmente aquella brillante y ultrasensitiva Bright Star (2009), la belleza plástica y casi expresionista de la versión de Cumbres borrascosas de Antonia Bird o la fuerza emocional y volcánica de otro despertar sexual, Tomboy, de Céline Sciamma.La película está basada en la novela La habitación oscura, relato parcialmente autobiográfico de la escritora Rachel Seiffert, nieta de un destacado miembro de la Gestapo. "Conocí a la madre y a la tía de la directora y me sorprendió mucho cómo aún arrastran un lastre enorme. No fueron ellas quienes cometieron esos crímenes pero es su sangre. La pregunta es cómo se enfrenta una chica de catorce años a la destrucción de todo aquello que había dado por cierto y al descubrimiento de la miseria moral que la ha rodeado", dice Shortland.