Uno de los duros momentos de 12 años de esclavitud
Una de las películas del año sobre una de las épocas más desgraciadas de la historia de la humanidad. El británico Steve McQueen estrena en nuestra cartelera '12 años de esclavitud', en la que aborda sin sutilezas ni edulcorantes la vida de un violinista negro que repentinamente pierde su libertad. Brad Pitt y Michael Fassbender ponen lo demás.
Recursos plásticos
Más allá del profundo (y hasta cierto punto discutible) carácter moral de ambas obras, lo interesante de éstas eran las interconexiones estéticas que surgían de aplicar recursos plásticos de su obra experimental en corto a sus proyectos estrictamente cinematográficos: la filmación del cuerpo como un ente doliente, fiel reflejo de los tormentos que azotan la conciencia; el deleite esteta a la hora de sublimar elementos escatológicos (heces, eyaculaciones, sangre a borbotones); el duelo a muerte entre los principios éticos y la subversión de los mismos; la tendencia a la abstracción compositiva encuadrando detalles (objetos aislados en un engranaje, segmentadas partes del cuerpo) a los que se les desprovee del contexto para alcanzar nuevas formas semánticas; etcétera. Ya desde los primeros planos de 12 años de esclavitud se nota que algo ha cambiado en el modus operandi de McQueen.La tragedia, basada en unos terribles hechos reales, de Solomon Northup, un hombre negro libre y educado, violinista de profesión, habitante de Nueva York en la Norteamérica de mediados del Siglo XIX, que de la noche a la mañana se ve castigado y vendido como esclavo en la Louisiana esclavista, arranca en las prodigiosas e inteligentes manos de McQueen de una forma inusitadamente clásica. Aquí no hay tiempo para el deleite esteta, tampoco para buscar sutilezas en el mensaje y mucho menos para detenerse en abstracciones de carácter metafórico que traten de girar el sentido de las imágenes. Nada de esto es necesario.
McQueen aborda el brutal relato narrado por Solomon en su libro 12 Years A Slave de la forma más honesta y directa posible, sin florituras pero con una mano titánica a la hora de componer el encuadre con los elementos precisos, para que se nos entienda, más cerca del Steven Spielberg de Lincoln (2012) que de El color púrpura (1985), aunque viéndola me venía a la cabeza la dureza y belleza de Las uvas de la ira, la magistral obra de John Ford basado en el libro de Steinbeck.
El gran dilema de todo cineasta que se atreva a narrar unos cruentos hechos reales siempre es el mismo: cómo lograr que el melodrama no se sobredimensione, que la agresividad de los actos acaecidos no secuestre el relato mediante la espectacularización del dolor. Y para lograr esto no basta tener buenas intenciones o, dicho de otra forma, que el imperativo ético del cineasta de turno no acabe convirtiendo las imágenes en un ente indigerible.
Y eso sirve tanto para tumbar Amistad (1997), volviendo a Spielberg y a la temática esclavista, como tantas otras películas obsesionadas en compungir al espectador: Biutiful (2010), El viento que agita la cebada (2006), La vida es bella (1997), etcétera. Para nuestra suerte, McQueen parece tener bien claro sus propósitos. Antes cité a Ford, pero uno también podría pensar en la manera que tenían de abordar el dolor los directores neorrealistas italianos: de Alemania, año cero (1948) de Roberto Rossellini a Dos mujeres (1960) de Vittorio de Sica. Normal que no rehuya el poner en escena los actos más ignominiosos -el peor de todos: la sesión de latigazos que Edwin Epps (Fassbender) le propina con extrema crueldad a la esclava Patsey (Lupita Nyong'o)- al acercarse a ellos desde el más profundo respeto al relato de base. Ese despojamiento de elementos, ese querer enfocar el horror de la forma más concisa y directa, sin caer en el nicho genérico ni en ningún tipo de subrayado sobrante, es lo que confiere a 12 años de esclavitud ese imposible equilibrio entre el drama de época y el terror existencial respetando la integridad tanto de los actos como de los personajes.
Un continuo devenir
Es normal que la obra de McQueen acabe definiéndose como la película definitiva sobre la esclavitud. Fresco de una época condenada al desprecio histórico, la obra es un continuo devenir de personajes. Para ello el cineasta se rodea de un excelente elenco de actores: Paul Giamatti, Brad Pitt, Benedict Cumberbatch, Paul Dano, Michael K. Williams, Scoot McNairy... además de Fassbender y Chiwetel Ejiofor, ofreciendo este último la mejor interpretación del año, cuyo aporte a la trama suele ser tan breve como significativo.Narrada con elipsis tan radicales como invisibles (por lo bien integradas que se encuentran en la trama) todo en ella apunta a que la labor de condensación de elementos del relato ha debido de ser titánica. Y así, a base de limar aderezos y de concentrar nudos dramáticos, 12 años de esclavitud acaba por convertirse en esa película destinada a hacer historia. Normal que todas las apuestas del año la señalen como la favorita para arrasar en la gala de los Oscar.