Víctor Erice es uno de los cineastas más importantes de la historia del cine español con sólo tres largometrajes: El espíritu de la colmena (1973), El sur (1983) y El sol del membrillo (1992). Participa, junto a Pedro Costa, Aki Kaurismaki y Manoel de Oliveira, en Centro Histórico, película impulsada por la ciudad portuguesa de Guimaraes para celebrar su designación como Capital Europea de la Cultura en el año 2012. Su segmento, Vidros partidos, rescata las voces de los últimos obreros y obreras que trabajaron en la Fábrica del Río Vizela, que fue considerada a principios del siglo XX la segunda fábrica textil más importante de Europa.
- ¿Cómo surgió el proyecto?
- La Fundación Ciudad de Guimaraes nos dio libertad plena dentro de un orden: la duración y el presupuesto. Se nos sugirió abordar el tema de la memoria, planteándonos dos preguntas a modo de orientación: ¿Quién soy yo a través de mi memoria? ¿Cómo puedo compartir mi memoria con las de los demás? Una fórmula un tanto abstracta. Pero como cineasta no me entretengo mucho dándole vueltas a los conceptos. Lo que busco es transmitir una experiencia.
-¿En qué momento surge su interés en esa fábrica?
-Conocía bastante bien Portugal, pero nunca había estado en Guimaraes. Me trasladé allí y ví lo que pasaba en sus calles y en sus casas. Me llamó la atención que la región tuviera uno de los índices de desempleo más altos de todo Portugal. La industria textil del lugar, que durante generaciones había constituído su principal fuente de riqueza, estaba prácticamente desmantelada. Quise entonces visitar el paisaje de sus fábricas abandonadas. Fue así como encontré la Fábrica de Fiaçao e Tecidos do Rio Vizela, en la localidad de Santo Tirso, que cerró sus puertas, definitivamente, en el año 2002. A la vez, en lo que hoy queda de su gran refectorio, descubrí la gran fotografía que lo preside. Era una foto tomada hacia 1920 probablemente, donde los obreros y obreras de la fábrica posaban para la cámara a la hora de la denominada “Sopa del Mediodía”. De ahí brotó una suerte de inspiración que me llevó a entrar en contacto con los últimos trabajadores de la fábrica.
-¿Qué proceso ha seguido?
- Concebí mi película a partir del hallazgo de la fábrica y la foto. Digamos que he partido del documental para darle la verdad de la ficción. Y en ese proceso lo que entra siempre en juego es la escritura en imágenes y sonidos. He inventado un dispositivo que resulta esencial, y que se cita en el primer subtítulo que acompaña al episodio: “Pruebas para una película en Portugal”.
A base de monólogos
-¿Es una nueva vuelta de tuerca a los confusos límites que separan ficción y documental?
-Todo lo que se dice en la película estaba escrito. Suponía una suerte de síntesis -única manera de poder controlar de antemano la duración- elaborada a base de monólogos. Los he redactado a partir de los testimonios de los trabajadores, respetando sus temas y sus expresiones, para luego ponerlos en manos de ellos mismos: como supervisores del guión, y, sobre todo, como intérpretes. En algunos casos el monólogo refleja lo más sustantivo de su experiencia personal; en otros, no.
-Parece que volvemos a las condiciones laborales durísimas que vemos en el filme...
-Esas condiciones a las que alude fueron las de los primeros obreros de la fábrica. La generación que aparece en las imágenes formó ya parte de un proletariado industrial que conquistó una importante serie de derechos. Una experiencia llena de luchas y sufrimientos, que logró dejar atrás las condiciones miserables de sus antepasados
-Río Vizela es también un símbolo del desmantelamiento industrial en el sur de Europa.
-Así es, ya que da cuenta de la deriva del capitalismo desde su primer impulso fruto del liberalismo de mediados del siglo XIX hasta el presente actual, transformado en un capitalismo de carácter financiero basado en la especulación. La Fábrica del Río Vizela fue una creación del primer liberalismo portugués radicado en Oporto. Llevó a una zona que vivía en un régimen feudal dos inventos primordiales: el tren y la electricidad. Es cierto que se aprovechó a conciencia de la pobreza de sus pobladores, campesinos en su inmensa mayoría, inaugurando otras formas de explotación. Pero a la vez generó puestos de trabajo, y hubo gente que a trancas y barrancas pudo sobrevivir. La historia de esta fábrica, desde su fundación en 1845 hasta su final en 2002, traza en el aire una deriva que hoy día resulta dramática y a la vez común. Como reflejan algunos de los testimonios de la película, la industria textil se ha trasladado al Sudeste asiático en busca de una mano de obra muy barata, desprovista de todos los derechos sociales, incluso de los más elementales. Una deriva sombría.