Justin Chadwick en un momento del rodaje

El director de Las hermanas Bolena nos habla con escalofriante puntualidad sobre Mandela, del mito al hombre, un recorrido por los años más efervescentes de su vida que determinaron la forja del mito desaparecido.

Mandela, del mito al hombre llega a las pantallas con una puntualidad rayana en la necrofilia pocas semanas después de la publicitadísima muerte del mito sudafricano. Como una de las pocas figuras de la historia reciente, si no la única, rodeada de un vestigio de intachable santidad, cabe conceder que la película (basada en su libro de memorias, El largo camino hacia la libertad) lleva años gestándose, casi los mismos que el propio Madiba llevaba muriéndose en Johannesburgo. La casualidad, de hecho, provoca que la entrevista con el director del filme, el británico Justin Chadwick (conocido por Las hermanas Bolena, Manchester, 1968), con aspecto de haber pertenecido alguna vez a los Stone Roses, se produzca en Londres dos horas antes de la muerte del prócer. Interpretada con convicción por Idris Elba, Mandela es una aproximación ortodoxa de hechuras clásicas que sirve como reivindicación sin fisuras de su legado.



-¿Cómo se condensa una vida tan intensa en dos horas?

-Podríamos haber hecho una miniserie de quince capítulos, fue un proceso de desestimar cosas muy complejo. Conocí a su familia y estudié su vida a fondo y descubrí que lo que más me interesaba era la historia de amor de un hombre corriente en una situación extraordinaria que se ve apartado de su mujer y sus hijos durante treinta años. Creo que ese Mandela atlético y vital de su juventud es poco conocido y lo que vemos es cómo a ese hombre tan lleno de pasión le cortan la vida. Al final trata sobre su historia de amor con Winnie, ese romance tan frágil fracturado por la Historia.



-Se le ha hecho complicado huir del retrato hagiográfico frente a la figura de Mandela.

-Cuando uno sabe de dónde viene, el sacrificio de ese hombre que estuvo en prisión durante 27 años se agiganta. Es impresionante que después de todo eso saliera de la cárcel y abogara por el perdón y la reconciliación. Cualquier persona, quizá yo mismo, estaríamos llenos de odio y de ira. Mandela se concentró en entender a su enemigo, estudió Afrikaans, y supo ver que la paz era el único camino posible.



-Su relación con Winnie no solo es amorosa, también está marcada por el choque ideológico. ¿Cree que ella estaba a favor de una actitud más dura?

-Su punto de vista es perfectamente comprensible y eso es también lo que la hace interesante. Winnie sufrió abusos, cárcel, privaciones, la separación de su marido con tres hijos pequeños... Ella estaba en Soweto cuando sucedieron las atrocidades perpetradas por el gobierno del Apartheid. Tenía un punto de vista diferente pero nunca dejó de ser la colaboradora de Mandela y una mujer totalmente fiel a su causa. Sus logros en la lucha contra el régimen son muy importantes.



-Se detecta una clara intención de realizar una versión "canónica" de la vida del héroe.

-Esta es una película que van a ver muchos chavales que quizá piensan que Mandela es un señor anciano que no tiene nada que ver con ellos. Fue un personaje electrizante en la época, un gran abogado, un buen deportista, un seductor nato. Es un gran ejemplo de verdadero liderazgo, alguien que se mantiene fiel a sus principios y que da una imagen de la política totalmente distinta de lo que solemos ver.



-Hay quien opina que Mandela solucionó en falso el problema al mantener el verdadero poder de los blancos y alargando la dominación económica de los negros.

-Mientras duró el apartheid el mundo no tenía verdadera conciencia de lo horrible que fue. Cuando comencé a investigar me quedé horrorizado porque las atrocidades fueron infinitas, hay grabaciones de la época que hielan la sangre. Si Mandela no hubiera actuado de esta manera se habría producido una matanza monstruosa. Sudáfrica tiene muchos problemas pero la clase media negra hoy es diez veces más grande que la de entonces. Mandela fue muy audaz en su época pero el tiempo ha demostrado que tenía razón. El mundo va hacia Mandela y no al revés.