Fotograma de No llores, vuela
Fue una de las grandes sorpresas de la reciente historia de la Berlinale cuando Claudia LLosa (Lima, 1976) ganó en 2009 el festival con La teta asustada, película que impulsó el prestigio de la directora hasta la nominación al Oscar y un notable éxito de público. LLosa, peruana universal instalada en nuestro país, se consolida como cineasta de relevancia internacional con su nuevo proyecto, No llores, vuela, co-producción entre España, Francia y Canadá ambientada en una gélida Norteamérica y protagonizada por dos estrellas de cierto relumbrón como Cilian Murphy y Jennifer Connelly, ambos excelentes en la película.No llores, vuela es un melodrama de mucho cuidado ambientado en dos momentos. Por una parte, un presente en el que un treintañero que trabaja como cetrero (el que se dedica a cuidar de las aves de presa, en este caso halcones), que está aparentemente bien casado y acaba de ser padre aunque pone mala cara es perseguido por una periodista que a través de él quiere acceder a su madre, una famosa sanadora con poderes sino paranormales, cuando menos especiales. Algo en la mirada perdida del chico y en su carácter hosco nos revela que está atormentado por algún terrible secreto, y mediante flashbacks conocemos la trágica historia de la relación con una madre que lo abandonó después de un accidente que quizá conviene no desvelar.
Claudia Llosa es una directora con una poderosa personalidad audiovisual que logra extraer verdadera densidad dramática de casi cada uno de sus planos. Los personajes de la cineasta suelen habitar en un universo casi irrespirable de trascendencia y sensualidad en el que las emociones cobran volumen físico. No llores, vuela es una película notable sobre el abandono y la pérdida en la que la directora parece combinar el universo gélido de Bergman (a lo que ayudan esos paisajes helados e inmensos) con las creencias espirituales y las tradiciones de su país de origen. A veces, No llores, vuela es TAN buena que es demasiado buena y en sus ansias por ser el melodrama que acabe con todos los melodramas resulta excesiva en su tono qualité. Pero hay buen cine en ella y es una muestra del talento de la directora para crear paisajes emocionales.
La película argentina La tercera orilla, de Celina Murga, tiene la virtud de contar una historia no especialmente original ni extraordinaria pero contarla bien y con talento. Trata sobre un adolescente que vive aterrado por la mentira en la que vive su familia con un padre que mantiene a la vez a dos mujeres, la legítima y la amante, con la que tiene otro hijo, además de irse de putas. Alegato sutil pero contundente contra la cultura machista, es una película muy clásica pero muy bien narrada e interpretada que explica muy bien el conflicto del hijo con el padre y presenta, sin subrayados, una determinada masculinidad prepotente, arrogante y cruel muy propia del mundo hispano.
La película griega Stratos, de Yanis Economides, ha recibido palos a mansalva por parte de la crítica internacional que quizá no merece. Cuenta las peripecias de un asesino a sueldo que trabaja en una fábrica de pan mientras trata de mantenerse con vida en el mundo del hampa, lo cual está visto que no es muy fácil. El problema de Stratos es que es muy larga y que toca muchos palos, desde la crisis económica griega, pavorosa, hasta una improbable historia de redención, pero tiene una cierta personalidad y la manera de comportarse de los personajes, una especie de mediterranismo exacerbado, tiene mucha gracia. Lo malo es que sabemos desde el minuto uno cómo va a terminar y Economides, a pesar de su apellido, se toma demasiado rato en contárnoslo.
Y en Forum pesco una película rarísima, The Darkside, del australiano Warwick Thornton, en la que diversas personas aseguran haber visto los espíritus de los antiguos aborígenes que habitaban Australia y fueron masacrados. No creo que se estrene nunca en España pero es francamente curiosa y no deja de ser sorprendente escuchar a gente con pinta de ser sensata hablando de sus encuentros con espectros.