George Clooney fusiona conciencia artística y espíritu canalla en The Monuments Men, cuarto largometraje como director que llega a nuestras pantallas. Ambientado en la II Guerra Mundial, narra las peripecias de un grupo de soldados y expertos que recuperaron obras de arte del expolio nazi. El actor y director nos cuenta cómo ha sido el proceso.
Lo dice él mismo: "Si me quejara de algo, podría irritar a mucha gente. ¡Me irritaría a mí mismo!". George Clooney (Kentucky, 1961) es un hombre afortunado. Ninguna figura del cine ha logrado en los últimos años aunar los privilegios de una fama rutilante con un prestigio como artista que le ha llevado a trabajar como actor para los mejores directores del mundo (los hermanos Coen y Soderbergh como fetiches), así como dirigir algunas películas que se han ganado el fervor de la crítica. ¿Cómo era posible que Clooney, ese guaperas de la pequeña pantalla que dio el salto al cine matando vampiros en Abierto hasta el amanecer (1996), fuera el mismo hombre que dirigía Confesiones de una mente peligrosa (2002), Buenas noches y buena suerte (2005) o la reciente Los idus de marzo (2011)? Si Clint Eastwood y Robert Redford ya lo habían hecho antes, ¿por qué no lo iba a hacer él?
Su nueva película detrás de la cámara, presentada en el Festival de Berlín, es The Monuments Men, la más cara de su filmografía (75 millones de dólares), la más ambiciosa y una de las peores tratadas por la crítica. Ambientada en la II Guerra Mundial, sigue las peripecias de un grupo de soldados americanos que nada tenían que ver con el mundo militar cuyo cometido no era cavar trincheras y luchar con el enemigo sino recuperar hasta cinco millones de obras de arte que los nazis expoliaron en Europa: "Cuando leí el libro la historia me sorprendió mucho y tuve la impresión de que no la conocía mucha gente. La intención no era dirigir una película patriótica sino rendir un homenaje a un grupo de personas que hizo algo que la historia no había visto nunca. Por primera vez, el ejército victorioso no se llevó el botín a casa sino que lo devolvió. Eso es algo grandioso".
El legado cultural
La apasionante historia de los llamados Monuments Men fue rescatada por un millonario estadounidense, Robert M. Edsel, que conoció este capítulo de la lucha contra el nazismo cuando se trasladó a Florencia. Irritado por el expolio del museo de Bagdad tras la caída de Saddam Hussein, Edsel creó una fundación para recordar la gesta y publicó sendos libros, uno con fotografías y otro en el que daba cuenta de sus hazañas. La brigada de los Monuments Men llegó a tener más de 350 miembros destacados y su trabajo se prolongó hasta después del final de la guerra. La película está planteada desde la misma pregunta que define la existencia del grupo: ¿vale la pena arriesgar la vida de compatriotas para salvar obras de arte? Dicho de otra manera: ¿Es justo morir por un "simple cuadro"? Para Clooney la respuesta es obviamente sí, y el porqué lo explicarlo él mismo prolijamente en el metraje: "La cultura nos salva, la cultura es nuestro legado, nos define como civilización y si perdemos nuestras raíces estamos abocados a la extinción". Viene a decir una y otra vez en el filme, en un papel que encarna a Frank Stokes.
-Se plantea varias veces si el sacrificio de esos hombres mereció la pena...
-Hay muchos temas importantes en liza, y algunos de ellos siguen vigentes hoy día, como la devolución a coleccionistas judíos de obras de arte que les fueron robadas por Hitler. Cuando surge la pregunta de si vale la pena el esfuerzo y el riesgo, la respuesta la dieron ellos mismos, los Monuments Men, que estaban dispuestos a morir por su trabajo. La mayoría eran expertos en arte que se marcharon a Europa con un entrenamiento militar muy básico. La idea es que esas obras no pertenecen a nadie, son patrimonio de la humanidad y deben ser preservadas a toda costa.
Clooney, hombre famoso por su compromiso social, convierte su película en una apasionada defensa del papel de la cultura en el mundo: "Hace tiempo que quería hablar sobre ello pero si te presentas en Fox y dices que quieres hacer una película sobre arte es muy difícil que te la aprueben. Esta historia es perfecta porque narra muy bien lo que yo quería contar. Esos cuadros que salvaron los Monuments Men no son pinturas para colgar en una pared porque son bonitas de contemplar. Se trata de cultura. Trata sobre esos monumentos y esas esculturas, pero también sobre la fábrica de nuestra cultura y nuestra sociedad. Trata sobre la forma en que la humanidad ha registrado su historia".
-Lo más curioso del asunto es que la película tenga un tono tan ligero. ¿Quería hacer una comedia?
-Rodar una película sobre la II Guerra Mundial era una oportunidad para homenajear a películas que nos gustan como Los cañones de Navarone (1961) o La gran evasión (1963). Cuando era pequeño, la II Guerra Mundial era el territorio de mis fantasías, las historias que inventaba tenían que ver con nuestros soldados y los nazis como malvados. Por eso, aunque es una película que trata algunos asuntos muy serios, también quería que fuera entretenida y divertida. Que uno saliera del cine habiéndose reído.
En The Monuments Men, Clooney, hombre famoso por sus amistades y su encanto personal, ha reunido a algunos de los mejores actores de Hollywood usando su carisma para pagarles "sueldos de risa. Si todos hubieran cobrado lo habitual, habría costado 150 millones de dólares". Ahí están Matt Damon, Bill Murray, Cate Blanchett, John Goodman, Bob Balaban o el recién incorporado a la banda Jean Dujardin después de su Oscar por The Artist. A lo largo de la película, las miradas de complicidad (ese "tú sabes qué, yo también") y socarronería entre los actores se repiten constantemente, lo que a veces le da un aire poco cinematográfico de chiste privado entre astros de la pantalla. "No pudimos conseguir a Brad Pitt así que tuve que llamar a Damon", bromea Clooney. "Honestamente, escribimos la película [él y Grant Heslov, que fue quien le propuso la historia] con el reparto en mente. Todos son buenos amigos y buenos actores y fue una gran suerte que dijeran que sí. Rodar esta película fue una experiencia cálida y divertida en la que todos nos implicamos. De repente, veías a los actores ayudar al equipo a mover las cámaras. Todo un acontecimiento".
Hombre mimado por los medios donde los haya, Clooney está acostumbrado a que su fina e inteligente ironía sea celebrada, su elegancia imitada, sus actuaciones alabadas y sus oficios como director enaltecidos. Sin embargo, por primera vez la crítica reunida en Berlín ha vapuleado de forma unánime su película, a la que se le reprocha no encontrar el tono adecuado en su arriesgada propuesta de hacer una comedia ambientada durante el nazismo. "Esperamos lo mejor de ella", dice Clooney, conocedor de los comentarios y juicios de los expertos en prensa. A partir de hoy será el público quien tenga la última palabra.