Un momento del cortometraje Aquel no era yo, de Esteban Crespo

El único español candidato al Oscar es Esteban Crespo, con el cortometraje Aquel no era yo. Un camino que ya emprendió Nacho Vigalondo hace una década, como nos recuerda en un texto en el que desea a su colega toda la suerte que a él le faltó.

Aunque nunca he dejado de hacer cortometrajes, hace años que me aparté del circuito de festivales al que tanto debo y del que había participado desde mediados de los años noventa. Inevitablemente acabé alejándome de compañeros cineastas como Esteban Crespo. Esteban había acabado siendo una de las figuras más constantes y prestigiosas en ese paisaje, un cineasta que brillaba por su competencia, pero también por su humildad y amabilidad. Alguien que parecía prolongar la humanidad y cercanía de sus cortos. Y digo esto último desde el enorme respeto que me infunden los autores cuya figura no contradice el espíritu de su obra. Algo que el tiempo (sobre todo el que pasas dando vueltas en el circuito) te dice que no es tan frecuente como en principio pueda parecer.



En el año 2012 acudí al festival de Aguilar de Campo, tras muchos años de no pisar un festival, y allí me topé con un montón de antiguos "compañeros de circuito", Esteban entre ellos, compitiendo con sus últimos cortometrajes. Había algo reconfortante en recuperar, aunque sólo fuese por dos días, a tanta cara conocida. Pero había un poso deprimente al comprobar que un entorno que siempre había funcionado como un flujo constante de talentos se había estancado. La nueva realidad económica había transformado el circuito de festivales en un circuito cerrado. Recuerdo hablar con Esteban de sus proyectos de largometraje que no terminaban de cuajar. Esteban, con una trayectoria impecable como director y escritor de cortos, seguía sin poder acceder al otro lado de ese muro que imaginábamos cuando aún aspirábamos a rodar largos. Recuerdo preguntarme a mí mismo si yo hubiese tenido su tenacidad y fuerza de voluntad de no haber sido bendecido en su momento con la nominación al Oscar.



Ahora es Esteban el bendecido, gracias al que quizá sea el cortometraje español más competitivo jamás de todos los nominados a la estatuilla, un drama bélico impecable. Sigo su experiencia a través de los medios y compruebo una vez más cómo los tiempos están realmente cambiando. En mi ya lejano 2005, cuando nominaron mi corto 7:35 de la mañana, ser español en Hollywood era la curiosidad del día. Sin embargo, ahora existe en Los Ángeles toda una comunidad de técnicos y artistas españoles que, ante el miedo de dar vueltas en círculo en nuestro país, están construyéndose sus vías de escape. En mi año ser cortometrajista español en los Oscar era ser el pequeño embajador de una cinematografía boyante (recordad que acompañaba a Amenábar con su Mar adentro). Serlo este año es ser un superviviente.



La historia de Esteban Crespo hasta su desembarco en Hollywood no sólo es la de un corredor de fondo que encuentra finalmente su recompensa. Su hazaña simboliza la capacidad de resistencia y transformación de nuestra cinematografía en una época en la que los circuitos se colapsan y los muros se desploman. Y a partir de ahí, coincidiremos en que lo de menos es que se lleve o no el Oscar. Pero, por favor, que se lo lleve.