Gravity y 12 años de esclavitud.

La cita anual más celebrada del espectáculo cinematográfico tendrá lugar el domingo en el Dolby Theatre de Los Angeles. Un gala, la número 86, que podría conocer el éxito del cortometraje español Aquel no era yo. Acumulando el mayor montante de nominaciones, se disputarán los premios Gravity, de Alfonso Cuarón; 12 años de esclavitud, de Steve McQueen, y La gran estafa americana, de David O. Russell. Aunque siempre caben las sorpresas.

Lo llaman "narratología". Es algo así como la ciencia de las historias, el estudio de los mecanismos de la narración. ¿Cuál es la lógica sumergida en una historia? En la de los Oscar, por ejemplo. Sería interesante entender su lógica, descifrar qué es aquello que, a sus 86 años, sigue congregando tantos misterios, entusiasmos y decepciones alrededor de una gala que repite los mismos motivos una y otra vez. Este año, por ejemplo, la narratología pasa por el enfrentamiento de dos películas: Gravity (Alfonso Cuarón) y 12 años de esclavitud (Steve McQueen). Así lo certifican todas las predicciones. Es la misma narratología, por si no lo recuerdan (seguro que no), de los últimos cuatro años: Avatar contra En tierra hostil (2010), Origen frente a El discurso del Rey (2011), Hugo contra The Artist (2012), La vida de Pi frente a Argo (2013). O dicho de otro modo: una superproducción en tres dimensiones respaldada por el éxito comercial y crítico enfrentada a una película más pequeña que, de un modo u otro, negocia con temas históricos. Lo cierto es que la bidimensionalidad histórica siempre se ha impuesto a la tridimensionalidad cinemática.



Si seguimos la narratología (o la lógica) de los Oscar, por tanto, parece claro que la vencedora del domingo será la película de Steve McQueen: la cruda, emocional crónica de esclavitud de un hombre negro que fue privado de su libertad. Pero este año ambas opciones parecen estar muy reñidas. Es muy posible que el apabullante tour de force cósmico de Alfonso Cuarón, que ha logrado ofrecer una nueva forma de inmersión cinematográfica a los académicos, acabe por imponerse. Y sí, sabemos que hay nueve nominadas a Mejor Película, pero seamos serios: si agitamos la coctelera de las variables -qué ocurrió en los Globos de Oro, en los BAFTA, en los premios de la crítica, etc.-, podemos quedarnos con tres opciones reales: Gravity, 12 años de esclavitud y La gran estafa americana (David O. Russell), que acumula diez nominaciones. Sería desde luego una sorpresa mayúscula que el Oscar a Mejor Película se decantara por otra de las candidatas: El lobo de Wall Street, Capitán Phillips, Nebraska, Philomena, Dallas Buyers Club y Her.



Esto deja fuera de la ecuación, una vez más (y ya van ocho), a la película de Martin Scorsese. No parece posible que su lobo se meriende la manada. Frente a una propuesta tan contundente y definitiva (suma y compendio y celebración de la poética scorsesiana), sería absurdo poner objeciones a que el gran cineasta neoyorquino se marche por segunda vez con el Oscar bajo el brazo, pero, de nuevo, la narratología nos indica que no será así. Lo que dicta es que Cuarón y McQueen, dos autores no americanos que han entrado por la puerta grande de la meca del cine, tienen más papeletas. Los otros candidatos a Mejor Director -David O. Russell y Alexander Payne- no cuentan con ello. En un año en el que hay que echar necesariamente en falta extraordinarias conquistas cinematográficas como Antes del anochecer (Richard Linklater), A propósito de Llewyn Davies (Joel y Ethan Coen), Spring Breakers (Harmony Korine) o Cuando todo está perdido (JC Chandor), no parece que los premios se decanten por el cine ‘indie', a pesar de que Jonze probablemente recoja el Oscar a Mejor Guion Original por Her, el primero de sus cuatro largometrajes que ha escrito en solitario.



El arsenal emotivo



Matthew McCounaghey en Dallas Buyers Club



En el apartado interpretativo, sin duda el que más arsenal emotivo ofrece cada año, la narratología parece bailar al compás que marca La gran estafa americana, con cuyo director querrían trabajar todos los actores, pues ha colado a sus intérpretes en las cuatro categorías: Christian Bale (Actor Protagonista), Amy Adams (Actriz Protagonista), Bradley Cooper (Actor de Reparto) y Jennifer Lawrence (Actriz de Reparto). Sin embargo, ninguna de las predicciones está con ellos (aunque el trabajo de Lawrence es abismal): Cate Blanchett parece segura como la enésima versión de Blanche DuBois en Blue Jasmine de Woody Allen, aunque compite con la reina de los Oscar Meryl Streep (Agosto) y con una sexy Amy Adams (por cierto, ¿por qué no está la Julie Delpy de Antes del anochecer, probablemente su mejor trabajo hasta la fecha?). El renacido Matthew McCounaghey, que vive su año de esplendor, convencerá a los académicos como lo hizo Tom Hanks con su encarnación de un enfermo de sida en los huesos en Dallas Buyers Club (si bien los excesos de Leo DiCaprio y los padecimientos de Chiwetel Ejiofor también lo merecen), mientras que los premios a actores secundarios se repartirán probablemente, quizá no sin jusitica, entre los imprescindibles secundarios de 12 años de esclavitud: Michael Fassbender y Lupita Nyojng'o.



En todo caso, hay pocas dudas de que el actor más ovacionado de la noche será el llorado Phillip Seymour Hoffman cuando su rostro alumbre desde la pantalla el patio de butacas del Dolby Theatre de Los Angeles. Allí abajo, es probable que Linklater, Delpy y Hawke, autores del guion (original) de Antes del anochecer, pongan cara de póquer cuando anuncien su nominación a Mejor Guion Adaptado, si bien lo más consecuente sería entregarle el Oscar a Terrence Winter (guionista de Los Soprano y Boardwalk Empire) por el extraordinario trabajo de adaptación de las enloquecidas memorias del broker Jordan Belfort, el llamado Lobo de Wall Street.



Presentada una vez más por la cómica Ellen Degeneres (a quien ciertos guardianes de la moral llaman Ellen Degenerada, por aquello de que salió del armario), la Gala de los 82 Oscar se podrá permitir el exotismo de entregar dos premios técnicos a The Grandmaster de Wong Kar-wai, incluso de galardonar una vez más al rey asiático de la animación, Hayao Miyazaki, por Se levanta el viento. Incluso tiene la oportunidad de velar por el éxito (o la visibilidad) de dos cintas que se ofrecen como esenciales documentos históricos: L'image manquante, de Rity Panh (Mejor Película de Habla no Inglesa) y The Act of Killing, de Joshua Oppenheimer (Mejor Documental), en torno a los holocaustos de Camboya y de Indonesia. Serían sin duda dos desvíos de la narratología. Pero todo es posible en la noche de los Oscar. Incluso que el cortometraje español salga recompensado.