Fotograma de Tren de noche a Lisboa
Roberto Bolaño nos contó en su magna 2666 la historia de tres estudiosos de la literatura que recorren medio mundo en busca de Benno von Archimboldi, un oscuro escritor por el que sienten fascinación. Tren de noche a Lisboa, de Bille August y basada en una novela "filosófica" de Pascal Mercier parte también de la obsesión de un hombre por un escritor y su viaje a la capital portuguesa para seguir los pasos de aquel cuyas palabras alcanzan de lleno su corazón. El es un viejo profesor de latín (Jeremy Irons) con una vida gris sin horizonte que cae rendido después de encontrar el libro por casualidad tras salvar a una chica de suicidarse. Comienza así una odisea en un país extraño que lo llevará a descubrir el aciago destino de un luchador contra la dictadura de Salazar y los estragos que ha provocado en su entorno. Cabe decir que nunca se acaba de entender muy bien la repentina pasión del maestro por una historia desconocida.Tren de noche a Lisboa llega a nuestras pantallas buscando cautivar, sin duda, a ese público adulto que llena las salas con todos los mimbres de un filme de calidad. Dirige August, director sueco que alcanzó notoriedad internacional con Pelle el conquistador (1988) y cuya errática carrera nunca ha estado a la altura de aquel éxito. Con una factura mucho más cercana al telefilme que al propio cine aunque pretenda lo contrario, la película se enreda en una trama alambicada en la que por una parte asistimos a la confusa peripecia del heroico escritor (y médico) contra un régimen opresivo envuelto en una apasionada historia de amor y por la otra asistimos al renacer espiritual del viejo profesor de latín, que encuentra en los callejones de Lisboa y en su nueva obsesión un motivo para seguir viviendo que le faltaba.
Rodada con un estilo academicista y pulcro que en sus peores momentos parece emular los peores clichés del "cine de calidad", Tren de noche a Lisboa quiere ser un "peliculón" de los de antes y en su reparto se suceden las viejas glorias (ahí están también Charlotte Rampling, Bruno Ganz, Christopher Lee y Lena Olin) sin solución de continuidad. Más allá de lo sorprendente que resulta esa Lisboa en la que todo el mundo habla en inglés, la película se deja ver con cierto interés gracias sobre todo a la excelencia de sus actores y a la cierta intriga que uno va sintiendo por saber qué demonios pasó con el malogrado escritor. Todo resulta sin embargo demasiado manierista y artificioso y la película se acaba convirtiendo en una sucesión de planos preciosistas y vacuos.
Planteada como una investigación filosófica sobre el sentido de la vida (el amor, es la respuesta) Tren de noche a Lisboa es un filme aceptable al que le sobra rigidez, a veces da la impresión de que la película sencillamente no respira, como si sucediera en una habitación que no ha sido ventilada durante años. Tanta densidad acaba matando.