Jorge Torregrosa durante el rodaje de La vida inesperada

Llega a nuestras pantallas La vida inesperada, segunda entrega cinematográfica del autor de Fin en la que ha incluido guiños a Billy Wilder, Neil Simon, Stanley Donen, Vincente Minelli y Berlanga. El director nos explica cómo confluye todo en las calles de Nueva York y en la peripecia existencial de los personajes de Raúl Arévalo y Javier Cámara.

El cine de personajes sigue vivo. Javier Cámara y Raúl Arévalo interpretan a dos primos con caracteres aparentemente opuestos que chocan en un Nueva York que es al mismo tiempo la ciudad de los sueños y de las desilusiones. Mientras Juanito (Cámara) es un actor sin suerte que malvive dando cursos de cocina española sin tener ni idea de hacer un guiso su primo Jorge (Arévalo) es una joven promesa de las finanzas con novia estable desde tiempos inmemoriales. Se detestan, se quieren y secretamente admiran las virtudes del otro aunque están poco dispuestos a confesárselo.



Segunda película de Jorge Torregrossa (Alicante, 1973) después de Fin (2012), La vida inesperada parte de un guión de la escritora Elvira Lindo para ofrecer también un retrato de esos nuevos inmigrantes españoles que se buscan la vida por el mundo y que hoy se cuentan a miles. Entre la comedia y la melancolía, el filme deja un sabor agridulce. Dice Torregrossa: "Fin y La vida inesperada son aparentemente muy distintas pero yo las veo muy relacionadas. Al final, tratan sobre el paso del tiempo y el peso inevitable de nuestras decisiones porque la vida es solo una y avanza inexorable. También son películas que tratan sobre lo que no se dice, sobre lo que no se habla. Esos primos en principio no se parecen en nada pero los dos tienen el mismo problema a la hora de expresar sus emociones. El tema de fondo acaba siendo la propia supervivencia".



Mientras Arévalo sueña con un futuro mejor dejándose deslumbrar por la apoteósica belleza de la ciudad más icónica del mundo, el personaje de Cámara comienza a no tener más remedio que asumir que sus sueños de triunfar como intérprete están lejos de materializarse. El triunfo y el fracaso son las dos caras de una misma metrópoli que lo promete todo pero está exenta del deber de cumplir sus luminosas expectativas: "Hay una desmitificación absoluta del sueño americano, de esa idea tan yanqui de que si luchas por algo con todas tus fuerzas lo conseguirás. En España somos un poco lo contrario y se trata de encontrar un equilibrio entre el realismo y el idealismo. Del fracaso se habla menos en el cine pero es muy real. Tenemos a un personaje como el de Cámara que ya tiene una cierta edad y se hace consciente de que determinadas cosas ya no van a pasar. Los sueños son una excusa, lo importante es el camino que uno toma para llegar hasta cumplirlos, sucedan o no. El cine es muy parecido, una película es un producto acabado pero lo fundamental para mí es todo el camino recorrido hasta llegar a terminarla".



-¿Buscaba alcanzar el clasicismo con la película?

-El guión te transporta inmediatamente a ese cine clásico. Me vino a la cabeza enseguida El apartamento de Billy Wilder, tiene ese tono de comedia con un gran poso de melancolía que evoluciona hacia una cosa más compleja. Tenemos a esa extraña pareja de primos que también nos lleva al mundo de Neil Simon. Al mismo tiempo hay un gran romanticismo que nos transporta al Nueva York de Stanley Donen y Vincente Minelli con ese otro Nueva York más cutre y más duro. Y está también esa madre tan española que nos remite a un mundo berlanguiano.



-¿Cómo se rueda en una ciudad como Nueva York tan archirretratada por el cine?

-Yo los veo como personajes en un escenario cinematográfico. Es lo mismo que le pasa a todo el mundo cuando aterriza en Manhattan. Lo has visto tantas veces en el cine que cuando estás allí te sientes el protagonista de una película. Cuando sitúo una escena en el puente de Queensborough (el de Manhattan de Woody Allen) vemos esa ciudad de postal porque está allí. Nueva York es una mezcla de realidad y fantasía.



-Esa condición de inmigrantes o extranjeros profundiza en su desarraigo.

-Es curioso porque cuando vives fuera de España es cuando eres más consciente de tu condición de español, aquí no significa nada y allí te define. Tenemos una cultura muy marcada, muy fuerte, con grandes diferencias si eres de un sitio u otro. El personaje de Juanito sufre de esa nostalgia inevitable, ese sentimiento de no acabar de pertenecer ya a ningún mundo. Por eso introduje el tango, expresa muy bien ese sentimiento del inmigrante.



El tono adecuado



Javier Cámara y Raúl Arévalo en una imagen de La vida inesperada



Brilla el personaje de Jorge en la piel de Raúl Arévalo, insólito en el cine español. Ambicioso, conservador, hábil en los negocios y disciplinado, muchas veces aporta la voz más sensata: "Trabajamos mucho para encontrar el tono adecuado", explica el director. "Estaba menos escrito que el personaje de Cámara y no tenía que quedar como un payaso o un tonto. A veces puede parecer cruel con su primo pero tiene una mirada muy lúcida". Torregrossa ensayó muchísimo con los actores: "No me interesa el cine de situación. Todo parte de los personajes porque queremos llegar a algo más profundo, por eso creo que mucha gente cuando ve la película se identifica. Podría haber cortado aquí y allí para tener más ritmo y que la película sea más divertida pero es importante que el público los conozca a fondo, que les coja auténtico cariño".



-Hombres despistados y mujeres fuertes. ¿Se nota la mano de Elvira Lindo?

-Desde luego no es casualidad que este guión esté escrito por una mujer. De todos modos, está muy relacionado con el propio carácter de las americanas. Allí es muy normal que te digan cosas como que quieren acostarse contigo porque llevan tiempo sin tener sexo y les apetece. Son mucho más claras y directas en general. En esta película las mujeres ejercen el papel de ser una fuerza dinámica.



-Aunque hablan mucho es una película de silencios...

-El jardín siempre parece más verde al otro lado de la valla. Llega un momento en el que no tienen más remedio que comenzar a decir lo que piensan. La película trata sobre las cosas que nunca dijimos y que podrían haberlo cambiado todo. Es una película donde los matices son fundamentales.