Imagen de La forteresse, película crucial en el trabajo de Melgar

DocumentaMadrid, que celebra su XI edición en la Cineteca, reivindica el documental comprometido con su tiempo. Por eso dedica una retrospectiva al director suizo Fernand Melgar, quien en este artículo define su obra, referente de la inmigración, como un "ejercicio democrático".

El cine es un acto político. En el tipo de documental que yo practico la cuestión política es central. No me considero un juez, pero sí un testigo de mi tiempo y de mis circunstancias. Vivo y hago mis películas en Suiza, de manera que trato temas que afectan a los ciudadanos suizos. Nuestro sistema político es una democracia directa, son los ciudadanos y no el Parlamento los que aprueban las leyes, por lo que mi cine pasa por alimentar este sistema, especialmente en un país donde la extrema derecha es la primera fuerza política. Sus discursos son populistas, se construyen con falsedades y juegan con el miedo de la gente, sobre todo en temas relacionados con la inmigración. Hacer documentales es para mí, en este sentido, un ejercicio democrático. Mis películas La forteresse o Vuelo especial tratan de intervenir en el debate. No son cine militante, pero sí político.



Cuando los suizos votan una ley, reciben un sobre en casa con un texto abstracto e ilegible con vocabulario jurídico. No se entiende. La gente votaría cualquier cosa, incluso la pena de muerte. Lo que yo me propongo con mi cine es dar un cuerpo de imágenes y testimonios a esas proposiciones de ley, ponerles un rostro y compartir una humanidad común. Al cntrario de esta idea, la extrema derecha utiliza el lenguaje y copia las formas de la propaganda nazi. En sus carteles retratan a los extranjeros como animales: cuervos, ratas, borregos. De hecho, a los inmigrantes se les llama "borregos negros". Se les deshumaniza. Si no tienes papeles en Suiza, por ley, puedes pasarte dos años en la cárcel. Yo quiero poner en el centro de mis películas el factor humano, entendido desde un punto de vista esencial porque el cine tiene la capacidad para revelar esos rostros y las historias que hay detrás. Ese es mi propósito.



Por eso es muy difícil categorizar mis filmes. En cierto modo, transito por un no man's land fílmico, en el que el cine directo y algunos elementos de ficción se retroalimentan. No practico en ningún caso el documental clásico. En mis películas no hay entrevistas, no hay comentarios en off, no hay explicaciones... Confío en los retratos que surgen de la observación. Y es que yo nunca he tenido una formación audiovisual al uso. Terminé mi educación académica muy pronto porque mi familia no podía pagarme los estudios. Soy hijo de inmigrantes. He nacido en Marruecos pero mis orígenes son españoles. En los años 60, cuando mis padres llegaron a Suiza vivieron en primera persona el racismo. En esa época los inmigrantes no tenían derecho a tener niños. Los españoles, italianos y portugueses hacían los trabajos duros que los suizos no querían hacer. Viví mis primeros años encerrado en un cuarto, como clandestino. Mi generación es la "generación del placard" (armario), porque cada vez que tocaban a la puerta había que esconderse debajo de las mesas y dentro de los armarios.



Por todo ello, la inmigración y la clandestinidad recorren la columna vertebral de mis filmes. De manera que las influencias de mi cine son más biográficas y sentimentales que estrictamente cinematográficas. Para mí, la gran cuestión del documental no es tanto lo que se ve, sino lo que no se muestra, aquello que se lee entre líneas. Me interesa producir una imagen mental en el espectador en relación a su propia vida y experiencia para que se sienta identificado y haga su propia construcción. La gran pregunta del documental no debería pasar por dilucidar si es verdad o mentira. El documental es una cuestión de creencia: yo lo llamo "cine de la intranquilidad".