Yonay Boix, Ramiro Ledo y Gemma Ferrate

El Cultural se reúne con Yonay Boix, Ramiro Ledo y Gemma Ferrate, tres representantes de esta nueva ola presentes en el Festival Cinema D´Autor

Bajo el paraguas de Un impulso colectivo, el Festival Cinema D'Autor de Barcelona ha reunido a jóvenes directores españoles que se mueven al margen de la industria. Surgen filmes muy marcados por la crisis, tanto por sus ajustados presupuestos como por su propio contenido. Así, en VidaExtra del gallego afincado en Cataluña Ramiro Ledo, asistimos al desencanto de una generación víctima de la falta de trabajo que no encuentra formas de cambiar un sistema que los machaca. Las aventuras de Lilly ojos de gato, de Yonay Boix, nos traslada a una noche madrileña en la que una volcánica chica desafía las convenciones en una ciudad enloquecida que busca desesperadamente una esperanza. Y, finalmente, Gemma Ferrate debuta con Tots els camins de Déu, donde reflexiona sobre el sentido de culpa a través de la trágica figura de un Judas contemporáneo. Se reúnen para El Cultural pero son más, como Daniel Castro (La ilusión), el colectivo Los Hijos (Los árboles) o Cristóbal Arteaga (El triste olor de la carne). El programa de Un impulso colectivo también podrá verse a partir de junio en la Filmoteca de Madrid y diversas ciudades de España.



Gemma, Ramiro y Yonay representan a una generación que quiere seguir haciendo cine sin renunciar a una clara autoría pero se encuentran en puntos muy distintos. Boix, que codirigió junto a Pol Aragall Amanecidos, se marcha en breve a Ecuador a probar fortuna hastiado de un país que no le da oportunidades. A Ferrate, por su parte, le gustaría seguir contando historias en casa aunque confía en la financiación internacional para poder hacerlo. Ledo no tiene la menor intención de marcharse y espera poder abandonar la auto-producción sin hacer las maletas. Sin embargo, todos coinciden en que el actual boom de producciones de bajísimo coste es inviable a largo plazo. Explica Yonay: "Yo financié mi película a costa de no pagar el alquiler del piso hasta que mi casero me echó. Es una mierda hacer películas así. Por eso me voy. Podría hacer otra en estas condiciones pero ya llevo dos y no puedo más". "Esto no puedes repetirlo muchas veces", añade Ledo.



Con unos presupuestos en torno a los 30.000 euros, todos trataron de encontrar productor antes de recurrir al crowdfunding (Ferraté), o la autofinanciación (Boix y Ledo), además de trabajar con equipos que no cobran o cobran lo mínimo. "Ningún productor se moja con tu primera película", explica Ferrate. "Todos te dicen, si entra una tele ven y lo miramos". Añade Boix: "Y luego las teles no compran o compran a los de siempre. Te dan golpecitos en la espalda y ya está. Un festival como este es un espejismo. Hacer otra película en este plan es inviable. Esto es una cosa puntual". Ledo también trató de encontrar financiación aunque confiaba más en las menguantes ayudas públicas que en los productores. "Aquí el problema es que los procesos son tan largos que es muy fácil que te desanimes en los tres o cuatro años que puede llevar tener la subvención. Prefería pagarlo yo y hacerlo de forma más precaria a aguantar esa espera. Eché de menos más dinero, por ejemplo, para acabar bien el sonido pero me ahorré una eternidad". Opina Ferrate: "Este es un momento de transición. Las subvenciones no funcionan porque se las llevan siempre los mismos. El crowdfunding puede cubrirte una parte pero no todo. Hay que encontrar otras fuentes que no sé cuales son. No es que nosotros no queramos a la industria convencional, es que ellos no nos quieren a nosotros".



No sólo la producción puede ser una larga lucha. Una vez hecha la película, mostrarla al público es un reto de la misma altura. "No hay salas donde exhibir estas películas. Salvo el caso de Cineteca que es algo nuevo que está funcionando no hay mucho más. Al final los festivales son la mejor plataforma pero no puedes plantearte amortizar nada". "La exhibición es una especie de mafia. Es muy difícil entrar y muchas veces te hacen pagar en determinados cines emblemáticos", explica Boix. Muy pocos lugares donde exhibir para un público que sí perciben como real: "Estoy seguro de que hay mucha gente que no sabe que nuestras películas existen pero estarían muy contentos de saberlo. Público hay, lo que es difícil acceder a el", añade. "Sí lo hay", explica Ferrate, "y no sólo en España, también en el extranjero y debemos encontrarlo". "Hay muchos pasos", opina Ledó, "la prensa es fundamental para dar a conocer proyectos como éstos. Lo vemos en un ciclo como éste programado por Carlos Losilla. Después hay muchos medios digitales pequeñitos que también tienen un papel". Como siempre el más exaltado, Boix remata: "Hay gente como Carlos Boyero que hace mucho daño".



No están de acuerdo en etiquetar el cine por el presupuesto y reniegan de la etiqueta low cost ("eso es para los aviones, ¿no?", dice Ledó, "para mí no son low cost, me echan del piso... son superproducciones", añade Boix). El dinero, al final, sería una mera circunstancia marcada por la época actual y no se ponen de acuerdo en si puede hablarse de una nueva generación de cineastas con elementos en común más allá de las estrecheces. Ferraté está convencida de que sí: "Hay una nueva ola. En la temática vemos un cierto desencanto, una decepción con el momento". "Somos gente de una misma quinta", continúa, "sobre los 30 años, que más o menos tuvimos acceso a estudios de cine o algo de formación en una época en que no había estudios reglados salvo la ECAM. Tenemos ganas de sacarlo adelante y lo hacemos como podemos. Tampoco es tan nuevo. Godard decía que había que hacerlo lo mejor posible con los medios disponibles y ya está. No es un modelo a defender". Puede percibirse un regreso del cine político: "A veces es más explícito pero las circunstancias marcan", dice Boix. "Nuestro cine trata sobre el que mundo nos rodea", añade Ledó.



Acérrimos defensores del cine de autor, tampoco quieren renunciar a entrar algún día en la industria. "La parte positiva de lo barato es que haces lo que te da la gana. Pero por supuesto estamos dispuestos a negociar con un productor y a que te propongan cosas", dice Ferraté. A Boix le encantaría hacer una comedia romántica: "Mi próximo proyecto lo es. Yo no tengo ningún problema en hacer una película con Maxi Iglesias, si le metes caña seguro que lo hace bien. El problema, una vez más, es que no te dan la oportunidad". Ledó parece menos dispuesto: "Yo solo pido un mínimo soporte para poder seguir haciendo lo que me gusta. El tipo de cine que me interesa sin dinero público que apoye producciones pequeñas y distintas no puede salir adelante. Quizá lo que no tiene sentido es subvencionar a Almodóvar. Con lo que cuesta la ayuda a una película grande hay gente que podemos hacer veinte pequeñas". "En lugar de dar tanto dinero a cuatro, que se reparta mucho más", dice Ferraté, "yo por 10.000 euros bailaba una sevillana. Mientras haya poco riesgo no podrán salir cosas nuevas". "Las subvenciones se convierten en un filtro para ver qué se hace y no se hace", dice Boix, "y son dificilísimas".

Explosión de vitalidad y talento

Es posible que VidaExtra, de Ramiro Ledo, tenga la media hora más interesante del cine español de los últimos meses. La larga conversación de varios jóvenes antisistema que se debaten entre la resignación y el espíritu de lucha es uno de los más poderosos documentos sobre nuestra época que pueden verse. Las contradicciones de unos movimientos que no saben si ser violentos o no, que son víctimas de sus propias ansias democráticas que los llevan a la parálisis por la falta de una autoridad clara, la fuerza de un sistema implacable que castiga de forma real y cruenta cualquier forma de rebelión y una realidad precaria dominada por una especie de neoesclavismo en lo laboral aparecen en una vibrante escena que nos ofrece muchas de las claves del sinsentido contemporáneo. VidaExtra establece un paralelismo entre la huelga general de 2010, donde se ocupó el inmenso edificio de Banesto en la Plaza Cataluña de Barcelona, y el principio de la guerra civil, 1936, cuando el PSUC tomó a la fuerza el entonces llamado Hotel Colón. Dos tiempos distintos y dos derrotas para la izquierda parece decir un filme que a veces abusa de autorismos (la parrafada de la novela de Peter Weiss, brigadista internacional, se hace interminable y pesada) pero ofrece cine vibrante y rotundamente moderno.



Tots els camins de Déu, debut de Gemma Ferraté, permite adivinar a una autora primeriza con estilo y talento. A partir de una frase de la Biblia en la que se nos narra el sentimiento de culpa de Judas después de traicionar a Jesús y su posterior vagabundeo que finalizó en suicidio la autora recrea esa penitencia del traidor en un contexto vagamente contemporáneo (llevan vaqueros y se comportan como personajes modernos) ambientado en un bosque telúrico muy bien fotografiado y rodado. Película con claros tintes homoeróticos que nunca se materializan, Judas encuentra en su deambular a un joven libre y asalvajado que nos remite a ese mito del buen salvaje rousseauniano. El sutil romance entre ambos, o más bien su interminable juego de seducción a través de pinos y encinas, posee verdadera fuerza audiovisual y los actores (excelente Oriol Pla una vez más, Marc García, muy sólido) insuflan vida a un coqueteo que respira gracia y juventud. La sombra de Gus Van Sant a veces se percibe de forma demasiado clara y la película por momentos es demasiado pretenciosa, pero uno se conmueve y a ratos incluso queda fascinado por un filme poderoso y muy bello.



Las aventuras de Lily ojos de gato, de Yonay Boix, juega en una liga de cine más convencional, lo cual no significa, está claro, menos interesante a priori. Narra las aventuras y desventuras de una chica de carácter volcánico y aguerrido en la noche madrileña y sus sucesivos encuentros con una serie de misteriosos personajes. Oda a la borrachera capitalina, los personajes de Boix se mueven como fantasmas eléctricos en una ciudad que más que ganas de diversión rezuma desesperación. La actriz Ana Adams, todo un descubrimiento, interpreta con insólita fuerza a un personaje casi siempre al borde de lo grotesco en un filme recorrido de punta a punta por una energía desbordante. Película ruidosa (el uso machacón de la música recuerda a la reciente El futuro de otro nuevo talento, de Luis López Carrasco) con ecos claros de Jarmush o Martin Scorsese (ahí está esa escena de la pelea del bar a lo Uno de los nuestros o la propia Jo, qué noche como referentes) a veces le falta un centro claro sobre el que encarrilarse y de vez en cuando hay algún amago a lo mainstream que la desvirtúa un tanto, pero hay mucho que celebrar en un filme rabioso lleno de vitalidad.