Con uno de los apellidos más reconocibles de Europa, Valeria Bruni-Tedeschi es una actriz de largo recorrido que ha sido musa de algunos grandes directores franceses como François Ozon, Patrice Chereau o Claire Denis. Como realizadora, Valeria ha destacado por una serie de películas de marcado carácter autobiográfico como Es más fácil para un camello... (2002), Actrices (2007) y ahora esta Un castillo en Italia, en la que las fronteras entre realidad y ficción parecen confundirse completamente. La propia actriz y directora interpreta a una cuarentona soltera y sin hijos que ha abandonado una carrera como intérprete después de una crisis espiritual y se halla en un momento de confusión máximo. Al mismo tiempo, asiste al desmoronamiento del nutrido patrimonio familiar así como al deterioro físico de su hermano enfermo de sida. La aparición de un joven apuesto (Louis Garrel) y las contradicciones de su madre (interpretada por su propia madre) son otros elementos de una "tragicomedia" sobre el paso del tiempo y la fragilidad de las relaciones personales. A Valeria, por cierto, le cuesta tomarse la entrevista con calma, temerosa de que le pregunten por su hermana o su rutilante cuñado. No lo hacemos.



Pregunta.- La primera pregunta es obvia, ¿cuánto hay de cierto y cuánto de ficción en la película?

Respuesta.- Está inspirada en la vida real pero no es la vida real, es solo el punto de partida. La película está escrita con otras dos personas y no solamente reflejo mi vida, su experiencia también cuenta.



P.- La protagonista sufre un problema muy frecuente en los 40, la conciencia del paso del tiempo, el fin definitivo de la juventud...

R.- La vida pasa muy rápido, va más rápido que nosotros mismos y ese paso del tiempo nos aboca a la idea de nuestra propia muerte. Una manera de luchar contra el tiempo, es tener hijos y cuando no los tienes esa angustia existencial puede hacerse más profunda.



P.- Aborda temas complejos como la muerte o las relaciones familiares pero lo hace sin solemnidades, la película tiene un tono ligero.

R.- Yo la veo como una tragicomedia. Quiero representar la vida para poner un poco de orden. Cuando uno escribe lo hace para comprender un misterio, para enfrentarse a cosas duras. El humor es como una botella de oxígeno que recibe la protagonista para poder afrontar todas esas angustias. Eso no significa que no nos la tomemos en serio. Es una mirada que también quiere ver lo ridículo y puede ser tierna y grotesca.



P.- Ni siquiera cuando suceden desgracias eleva mucho el volumen.

R.- No sé filmar la muerte ni creo que se pueda. Tampoco me veo rodando escenas de sexo. Cuando aparecen temas como la muerte o la homosexualidad, prefiero quedarme en la puerta. Hay determinadas experiencias que creo que son irreproducibles en una película.



P.- Es una mujer paralizada. Cuando parece que llega el amor no sabe cómo enfrentarse a él.

R.- En general con los años tienes más miedo del amor, ese miedo se acentúa cuando aparece alguien más joven y guapo. Todos tratamos de evitar sufrir y para eso a veces nos construimos unos caparazones demasiado grandes. Yo soy más frágil ahora que hace 20 años, no sé si a todo el mundo le pasa lo mismo.



P.- Sucede con frecuencia, esas mujeres que a los 40 tienen una carrera exitosa pero se duelen por no haber formado una familia.

R.- Formo parte de una generación de mujeres contemporáneas, mujeres liberadas que han crecido dando por hecho el aborto como un derecho y tomando la píldora. Se concentran en su trabajo y cuando se paran a reflexionar han llegado a los 40 y se encuentran solas y se preguntan qué han hecho con el tiempo que ha pasado. Hablo de una mujer así.



P.- El mundo de la actuación es también protagonista. El novio, Garrel, está ansioso por dejar de ser actor. ¿Es muy frecuente?

R.- La de los actores que quieren dejar de serlo es una situación que siempre me ha atraído mucho. El cine es algo al mismo tiempo muy atractivo que te puede dejar una sensación de un gran vacío. Todos los actores que conozco hay un momento en el que se preguntan qué han hecho con sus vidas. Es una vida de locos, una vida casi fantasma en la que nunca tienes muy claro cuál es la utilidad de tu trabajo. Es muy fácil tener una sensación de vacío.



P.- El personaje considera la actuación "poco viril". ¿Afecta este trauma en mayor medida a los actores masculinos?

R.- Un actor es como una marioneta, siempre estás recibiendo órdenes. Un hombre prefiere manipular a ser manipulado. Lo que le cuesta asumir es el hecho de ser siempre dirigido.



P.- La protagonista ve cómo se desmorona el patrimonio familiar. ¿Quería hablar de un mundo aristócrata que está dejando de existir?

R.- Vemos la decadencia de un mundo, de un período histórico y una clase social. Es el fin de algo pero no sabría decir exactamente qué.



P.- En la magnética y elegante figura del hermano enfermo vemos también "la clase de la clase", ese porte intrínsecamente aristocrático.

R.- Cuando le di instrucciones al actor (Filippo Timi) le pedí que se comportara como un príncipe y algo cambió en su actitud cuando le dije eso. No buscaba una caricatura sino esa manera de comportarse aristocrática que los demás perciben en ellos. La gente que está a su servicio los llama príncipe y princesa. No es algo consciente, es una forma de actuar que proviene de la educación.



P.- Medio italianos, medio franceses. ¿Qué nacionalidad pesa más en usted misma?

R.- Convivo con las dos identidades de una forma muy natural. Siempre me he movido de un país al otro, he pasado de una lengua a otra como algo muy orgánico. Son culturas mezcladas en sí mismas. Yo diría que, por ejemplo, la cuestión religiosa tiene que ver más con la parte italiana y la parte profesional está más relacionada con Francia.



P.- Se ironiza sobre la naturaleza de los problemas de los ricos. ¿Uno siente que no tiene derecho a sufrir cuando tiene mucho dinero?

R.- Siempre hay una sensación de vergüenza ante el sufrimiento. Por eso quería hacer hablar a la gente que trabaja como empleados de la casa, actúan como un coro griego que comenta la vida de los señores con un sentido crítico que los hace parecer ridículos, eso era muy importante para mí.



P.- La figura más triste es la del amigo abandonado. Al final, manda la sangre. Es algo muy cruel y muy real.

R.- Es un personaje que sufre mucho. Es el bufón y el único que dice la verdad. Es un personaje muy trabajado en todas sus contradicciones: es cruel, tierno, muy inteligente. No lo veo como un perdedor porque es alguien que dice la verdad, con una gran lucidez. No creo que alguien que diga la verdad pueda ser un perdedor.



P.- Vemos a los protagonistas perder los nervios y comportarse indiscutiblemente mal.

R.- Me gusta hablar de momentos malos de la gente: nos caemos, exageramos, nos contradecimos, estamos en desequilibrio... Por lo menos se expresan. En la vida hay que decir cosas importantes de vez en cuando.