Image: Suspiros, gritos y... ¡acción!

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Cine

Suspiros, gritos y... ¡acción!

13 mayo, 2014 02:00

Arturo Fernández

Nuestros galanes de cine del periodista José Aguilar repasa la carrera de los principales adonis del cine español, una lista en la que el perfil de los actores, además de bello, es muy diverso.

La luz de la sala se apaga, el proyector lanza un rayo de luz contra la superficie blanca de la pantalla y, mientras los créditos se van sucediendo (primero productor, después director, ahora título de la película...), una energía invisible recorre las butacas repletas de adolescentes, aunque no falten mujeres maduras y jubiladas, todas presas de una excitada expectación. La primera (y leve) interrupción del silencio se produce cuando se proyecta el nombre del interprete por el que suspiran, un mudo revuelo que anticipa lo que tendrá lugar en unos instantes: la catarsis definitiva. Cuando el rostro inmaculado del adonis de turno aparece en la pantalla se genera en la sala una gama infinita de reacciones en cadena que van de la risa histérica de la chica de la segunda fila a la lipotimia de la que está sentada junto a la puerta, pasando por llantos, pataletas, convulsiones... Cuando el galán sonríe, la realidad se desvanece por completo para las entregadas espectadoras. Cada mohín, un terremoto.

Desde Rafael Rivelles hasta Mario Casas, pasando por Jorge Mistral, Arturo Fernández, Simón Andreu, José Coronado, Jorge Sanz o Eduardo Noriega, el fenómeno se ha repetido a lo largo de los años, con mayor o menor intensidad, en la anónima oscuridad de la sala de cine. José Aguilar, periodista cinematográfico con una dilatada producción literaria (Los niños prodigio del cine español, Las estrellas del destape y la transición...), ha querido homenajear a estos interpretes en Nuestros galanes de cine (Notorious), un libro que, con excelente material gráfico y prólogo del modisto Lorenzo Caprile, se acerca a la esbelta figura de 30 actores españoles que han sido adorados por el público.

Pero, ¿qué es un galán? "Lo primero que distingue a un galán es un requisito físico", explica Aguilar. "Tiene presencia y saber estar, su cuerpo provoca empatía y magnetismo y su personalidad es arrebatadora. Otro aspecto importante es que tenga un gran calado popular independientemente de sus dotes interpretativas. Luego está claro que no es lo mismo Jorge Mistral que Mario Casas aunque haya en la actualidad una vuelta a los galanes clásicos".

El primer actor en el que se detiene Nuestros galanes de cine es Rafael Rivelles, una estrella que triunfó durante la década de los años 30 y principios de la década siguiente cuando el cine estaba todavía en pañales en España. Desde entonces, la evolución del séptimo arte en nuestro país ha dado lugar a distintos tipos de galanes. "Antes tenían un perfil muy convencional que descansaba en la postura, la elegancia, unas maneras determinadas, vocalización perfecta...", comenta Aguilar. "La industria cinematográfica en España en los años 40 requería ese perfil: varonil, protector de la mujer... A día de hoy es diferente. Los actores ya no hablan de esa manera y se ha perdido la elegancia. Pero el ideal que representa el galán se sigue proyectando en la pantalla".

De entre todos los actores que han dado cuerpo a este ideal de hombre guapo, elegante y con buen manejo de su presencia, José Aguilar opina que Jorge Mistral fue la piedra de toque. "Fue el que tuvo una leyenda más grande. Trabajó en Hollywood con actrices como Sophia Loren y, a la configuración de su mito, ayudó que su vida estuviera plagada de misterio al igual que ese trágico final que fue su suicidio. Tenía un físico espectacular aunque como actor estuviera un poco limitado. De los galanes de la primera época es el más significativo y no solo en España, también en países como México".


Juan Luis Galiardo

El autor del libro destaca a otros semblantes como el de José Coronado "capaz de destruir su belleza para crear personajes" o Simón Andreu que "tras interpretar a galanes de perfil duro, supo adaptarse a un bajón físico importante". Algo que tarde o temprano, "a menos que seas Arturo Fernández", el galán debe enfrentar. Y, ¿qué queda cuando el galán pierde su atractivo? "Hay varias opciones", explica Aguilar. "Algunos no pierden la galanura nunca como es el caso de Arturo Fernández que la ha proyectado hasta el infinito a costa incluso de rechazar papeles importantes. El público le ha impuesto este papel de galán y él se ha dejado llevar. Otros se van adaptando y convirtiendo en grandes actores y algunos se ven recluidos a papeles secundarios y acaban por desaparecer. Por ejemplo, Conrado San Martín fue un galán muy famoso que sin embargo sí supo adaptarse a papeles más pequeños".

Los que todavía no han pasado por el mal trago de ver como su belleza se marchita son los últimos de la lista de Nuestros galanes de cine: Mario Casas, Miguel Ángel Silvestre, Unax Ugalde y Hugo Silva. Interpretes que transitan por una coyuntura diferente a la que experimentaron sus predecesores. "En los años 40 y 50 todo giraba en torno a las estrellas", puntualiza el autor. "La industria estaba a favor de ellas y las cuidaba con esmero. Esto ya no es así. Ahora el protagonismo deriva de la gran respuesta del público, que los convierte en fenómenos. En otras épocas había merchandising".

Sin embargo, en la actualidad la globalización ha destruido fronteras para que el galán español pueda convertirse en guapo universal como ya ha pasado con actores como Antonio Banderas o Javier Bardem. Interpretes que logran con facilidad aquello que Lorenzo Caprile considera que es la función última del galán: sublimar la belleza y la elegancia de la mujer a la que se enamora en pantalla.