Gozilla 3D de Gareth Edwards
Tras décadas llenas de parques jurásicos, gorilas gigantes y tiranousarios de película, el estreno de Godzilla 3D, el nuevo reboot procedente de Hollywood del mítico monstruo prehistórico y radioactivo nipón, nos obliga a preguntarnos qué tienen los dinosaurios para seguir fascinando, desde los tiempos del cine mudo, a espectadores y cineastas. Repasamos la historia del colosal monstruo japonés y su saludable regreso en formato tridimensional.
Si tuviéramos que juzgar por el cine, no sería de extrañar, ya que en la prehistoria según Hollywood seres humanos y dinosaurios convivieron compitiendo desesperadamente por la supervivencia, sin el más mínimo reparo científico. Filmes como Hace un millón de años (1966) o Cuando los dinosaurios dominaban la tierra (1970) son buenas muestras de estas fantasías en las que grandes reptiles y hombrecillos primitivos se enfrentan en duelos poco equitativos, cuando no están persiguiendo todos a bellezas tan poco prehistóricas como Raquel Welch o Victoria Vetri. Sin embargo, tanto la literatura como el cine pronto descubrieron una fórmula eficaz para evitar el descrédito científico y poder combinar dinosaurios con frágiles seres humanos: la fórmula del "mundo perdido". ¿Y si en ignotos lugares de la Tierra las criaturas antediluvianas se las hubieran apañado para sobrevivir tan panchas y a sus anchas? El mundo perdido, según el clásico de Conan Doyle, cautivó a millares de espectadores en su estreno de 1925, en gran parte gracias al genio del animador Willis O'Brien, que estaba entrenándose para ofrecernos menos de una década después la seminal King Kong (1933), y cuyas técnicas de stop motion, llevadas a la perfección por su aventajado alumno Ray Harryhausen, algunos seguimos prefiriendo a la infografía digital.
Pisando fuerte
La idea del mundo perdido, habitado por dinosaurios y otras criaturas prehistóricas, surgida en la imaginación de escritores como Verne o Doyle, sigue funcionando hoy perfectamente, como demostraron recientemente Viaje al centro de la Tierra (2008) o El mundo de los perdidos (2009), pero el filme de 1925, como la posterior King Kong, alcanzaba su auténtico clímax cuando las criaturas antediluvianas, por azares del guión, salían de su hábitat propio para pasearse con toda naturalidad por las calles de Londres o Nueva York. ¡Aquí estaba la fórmula mágica definitiva! Contemplar desde la seguridad de nuestras butacas a titánicas criaturas del pasado, normalmente dinosaurios pero también especies inventadas o tan poco verosímiles como el propio Kong -pese a lo que diga Peter Jackson-, destruyendo nuestro mundo moderno y civilizado, con toda la furia indiferente y el justificado enfado de una fuerza de la Naturaleza desatada, un espíritu vengativo al que solo con enormes esfuerzos lograrán los humanos destruir.
Una imagen de Gozilla 3D.
La llegada de La Bomba -con mayúsculas-, tras la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial, combinada con esta tradición de la prehistoria del cine y el cine de la prehistoria, daría lugar a una mutación afortunada: las películas de monstruos gigantes de los años 50. Si en King Kong era la avaricia humana lo que convertía a un inocente monstruo antediluviano en catástrofe andante, causante involuntario de la destrucción y el caos urbanos, tras el apocalipsis nuclear de Hiroshima y Nagasaki será la hubris científica del mismo ser humano, su ambición por corregir y superar a Dios y/o a la Naturaleza, la que desatará el regreso de los dinosaurios. Y la aparición de nuevas bestias gigantes tan imponentes como estos. Aunque abunden insectos gigantes radiactivos -arañas, hormigas, mantis...- y mutaciones diversas, aquí nos interesa especialmente que sea también gracias a las fuerzas atómicas como resucite el imaginario rhedosaurus de El monstruo de tiempos remotos (1953). Con él aparece una nueva especie de reptiles prehistóricos radiactivos, cuyo vástago más famoso está a punto de pisotearnos de nuevo.En un Japón que se recuperaba a pasos agigantados de los efectos del auténtico holocausto nuclear, el estreno en poco tiempo del viejo King Kong y la nueva El monstruo de tiempos remotos, tuvo un impacto inesperado y sin precedentes en su industria cinematográfica. Rápidamente, la productora Toho, contando con el probado talento de Ishirô Honda, ayudante de dirección del mismísimo Kurosawa, realizó su réplica del filme americano, Japón bajo el terror del monstruo (1954), que presentaba al mundo a Gojira, es decir, Godzilla para los occidentales: un imposible reptil prehistórico, inspirado a partes desiguales en el Tiranosaurio, el Estegosaurio y el Carnosaurio, entre otros dinos reales, que para colmo, debido a la radiactividad, lanza un destructor rayo por sus fauces, como los dragones de leyenda.Los dinosaurios son como los samurais o cowboys: una especie violenta, amoral y condenada
El éxito del personaje a nivel internacional, dio lugar al nacimiento de un nuevo género nipón, el kaiju eiga o cine de monstruos gigantes (daikaiju), que convertía en superhéroe al monstruo, y que arrasaría durante los años 50 y 60, agonizando en los 70 para resucitar intermitentemente hasta nuestros días, conformando una mitología pop con poco que ver con el cine de catástrofes y dinosaurios de Hollywood. Aunque este, al final, devolvería la jugada a los japoneses, secuestrando a su monstruo y mascota nacional por excelencia.
Tenía que ser uno de esos niños eternos que babeaban de placer contemplando los dinosaurios de King Kong o El monstruo de tiempos remotos, Steven Spielberg, quien volviera a convertir a los saurios prehistóricos en estrellas hollywoodienses. Parque Jurásico (1993), según novela del no menos freak y ya desaparecido Michael Crichton, reinventaba el género, volviendo a sus fuentes y mezclando un poco de todo, al amparo de sus efectos especiales a la última. Ahora, la culpa de todo era la combinación de la avaricia -el parque de atracciones a lo King Kong o Gorgo (1961)- y la hubris científica (la clonación), combinando también la aventura exótica de mundo perdido -la isla donde se "cría" a los dinosaurios"-, con la catástrofe urbana, cuando estos escapan para invadir la ciudad moderna. Todo, con guiños cinéfagos a clásicos como Cuando los dinosaurios dominaban la Tierra, King Kong o la propia saga de Godzilla. Nuevo triunfo de los saurios gigantes sobre la humanidad, el resultado sería una trilogía -ya se anuncia la posible cuarta entrega-, incontables videojuegos, cómics y novelas, el insufrible King Kong (2005) de Peter Jackson, la pretenciosa Monstruoso (2008)...
Ishiro Honda presentó a Godzilla a los occidentales: Tiranosaurio, Estegosaurio y Carnosaurio
Precisamente, un alumno aventajado del Spielberg más espectacular, el alemán Roland Emmerich, volvería la mirada a sus viejos aliados japoneses, para realizar el siempre anunciado y temido remake de Godzilla, en 1998, a mayor gloria de la nueva industria de los efectos especiales y en la vena apocalíptica de buena parte de su filmografía, consagrada al fin del mundo. Este Godzilla resucitaría también la saga original, reeditada en lujosos DVD en Estados Unidos, propiciando series de animación, videojuegos y merchandising infinito.En principio, la fascinación del cine por los dinosaurios parece acorde con su naturaleza como barraca de feria. Museo de monstruos, freakshow y gabinete de curiosidades. Como si no hubiéramos superado nunca la infancia, el cinematógrafo y sus espectadores nos volvemos locos por los saurios gigantes. Seres que parecen imposibles y que, sin embargo, existieron. Criaturas que solo la magia del cine puede resucitar (de momento). Por otra parte, el tema del saurio gigante como vengador de la Naturaleza ofendida es universal. Estas parecen las razones más lógicas.