Belén Macías. Foto: Nacho Calonge

Después de El patio de mi cárcel (2008) Belén Macías (Tarragona, 1970) entrega su segunda película, Marsella, un drama contado con liviandad y atención a las emociones de los personajes sobre una madre biológica descarriada (María León) y una madre adoptiva de costumbres burguesas (Goya Toledo) que pelean por el afecto y la custodia de una niña de diez años en un catártico viaje a Marsella para conocer al padre de la niña. Un trapicheo de droga y dos camioneros angelicales se cruzan por el camino del extraño trío. Macías construye un drama de personajes sensible y sólido sobre el eterno asunto de la grandeza de los perdedores.



-En Marsella vemos a dos partes enfrentadas pero el quid de la cuestión es que las dos tienen razón.

-La primera premisa de la película es enfrentar a dos mujeres que luchan por una niña, a partir de allí desarrollamos todo lo demás. Si te quitan a un hijo, ¿qué haces? Es un instinto, primero está él antes que tú, es muy animal. Mi padre me lo decía, cuando era pequeña tenía un hermano canalla, y yo le preguntaba: ¿Cómo le aguantas? Me decía: cuando tengas un hijo lo entenderás. Y es verdad, entiendes de dónde sale esa fuerza, esa cosa de ovarios de que haces lo que sea por la cría. Por eso Sara (María León) comete el error de llevarse la droga y Virgina (Goya Toledo) se mete en el coche con ellas y se va con lo puesto.



-Esa madre tuvo a su hija muy joven la perdió y cuando la recupera sigue comportándose de una forma dudosa. Es una antiheroína clásica.

-No es mala, es torpe, y lo que vemos al final es cómo acaba teniendo una grandeza. Esto ya estaba en El patio de mi cárcel, me gustan los personajes que se han equivocado, que han vivido también. Vemos a una persona sin entorno, sin cultura, sn apoyo que acaba dando una lección de vida. Esta es la historia de un gran sacrificio.



-Virginia ha cuidado y mimado la niña. El clásico conflicto sobre la maternidad, ¿la sangre o el día a día?

-El día a día, sin duda. Al principio la niña es de Virginia, es quien se ha ocupado de ella. La película trata de cómo esa madre biológica desaparecida acaba siendo también una madre para la niña. Ser madre es un trabajo de veinticuatro horas, al final todo lo acabas haciendo para que tus hijos vivan de la mejor manera posible. Es un personaje que al principio causa rechazo, la biempensante contra la pobre chica que no ha tenido suerte y ha luchado duro para recuperar a su hija. Poco a poco la vas comprendiendo.



-El título, Marsella, tiene un componente metafórico claro, es el final del viaje, una utopía quizá imposible pero por la que luchan.

-Marsella para mí tiene tintes autobiográficos que no vienen al caso, me gusta la ciudad, es muy magnética y es cercana a España, podemos creer que un comerciante pueda tener una relación con una chica joven española. Simbólicamente es el final del camino, la película es una road movie que es un género que invita al acercamiento, a la aceptación. Marsella es ese punto en el que todos han crecido.



-Los niños son peligrosos y más cuando son víctimas como es el caso de esa niña de una situación familiar tan compleja. ¿Cómo trabaja con la niña para no caer en el ternurismo?

-Esa era la prioridad número uno, no caer en lo blando, ni en el drama excesivo, hacerlo más digerible al espectador. En los ensayos pulimos mucho para dejar los dramas y el ternurismo de lado. La idea es que las emociones se contengan toda la película para que cuando estallen al final funcione.



-Eduard Fernández y Alex Monner son casi una pareja cómica, esos camioneros que ayudan a las protagonistas.

-Son como unos ángeles. Le dan un toque de comedia, de respiro, hacen una pareja muy chula. Ellos se conocen de Barcelona y se nota que están disfrutones, que les gusta trabajar juntos.



-La subtrama de la droga la soluciona de forma liviana, sin traumas excesivos.

-Dio mucho lugar a debate cómo solucionábamos el tema de la droga. Yo quería mantenerlo a un nivel muy bajo, no es narcotraficante a gran escala, es un trapicheo muy básico para ganar algo de dinero. Es simplemente un McGuffin para ayudar a los personajes.



-El destino del padre ausente sí se mueve en un terreno melodramático puro y duro.

-Me gustaba darle un toque final al personaje de María León, decir que no está equivocada. Lo he hecho por cariño al personaje, quería que algo le saliese bien porque todo lo que tiene te da pie a pensar que no. Pues sí.



-Se ha tomado su tiempo para su segunda película.

-He estado trabajando en la tele y me lo he tomado con tranquilidad, he estado muy ocupada entre criar a un niño y trabajar. Por otra parte, mis personajes tienen mi tesón a la hora de hacer cine porque parece que este tipo de cine va en contra de lo que hay en taquilla, pero fuera se hacen este tipo de películas y la gente va a verlas.