The Voices, de Marjane Satrapi

El Festival Internacional de Cine de Sitges alcanza su 47 edición, que arranca hoy y ofrecerá hasta el próximo día 12 una amplia selección de la mejor cosecha anual y mundial de cine de género. El certamen reúne nombres significativos de varias generaciones del cine fantástico, el thriller y el terror moderno, algunos de los cuáles han crecido al mismo tiempo que Sitges. Entre ellos, Julien Maury y Alexandre Bustillo, Fabrize du Welz o Takashi Miike.

Sitges es más que un festival especializado en cine fantástico: es un termómetro que mide la temperatura del miedo a lo largo del tiempo. En las últimas décadas, los seguidores del cine fantástico y de horror en sus más amplias acepciones, han podido descubrir cuáles son los miedos del nuevo milenio gracias a directores y filmes que, año tras año, Ángel Sala al frente de un equipo siempre cambiante y ojo avizor, ha proyectado en un festival de referencia.



En esta edición, muchos realizadores que fueron promesas hace unos años vuelven a estar presentes, mostrándonos cómo ha evolucionado su mirada y, con ella, fenómenos de importancia histórica como el j-horror, el cine de la crueldad francés, el nuevo thriller coreano, el terror independiente USA o la explosión del cine de género latinoamericano. Junto a viejos maestros que prosiguen incansables, nuevos talentos emergentes se sitúan en la misma parrilla que quienes revolucionaron el cine fantástico del siglo XXI.



Fueron cabeza visible de movimientos más o menos inconfesos, incoherentes, pero reconocibles y seminales, como el nuevo cine de la crueldad francés o el fantástico no menos cruel de Oriente Extremo, y este año traen su obra más reciente a Sitges. En la Sección Oficial a concurso, Julien Maury y Alexandre Bustillo, cuyo claustrofóbico y sangriento A l'interieur (2007) es título de referencia fundamental para comprender los rumbos actuales del cine de horror, vuelven con Aux yeux des vivants, retornando, tras el interludio fantastique que representó Livide (2011), a su reformulación sangrienta y poéticamente brutal de las claves del slasher clásico de los setenta y ochenta, con Tobe Hooper (La matanza de Texas) como punto de partida.



Inclasificables y excéntricos

The Guest de Adam Wingard



Por su parte, el belga Frabrice du Welz, autor de piezas tan inquietantes como Calvario (Calvaire, 2004) y Vinyan (2008), presenta dos nuevos thrillers: Alleluia, dentro de la sección competitiva, y Colt 45, en la Sección Oficial Fantástic Specials, fuera de concurso. Dos propuestas que van del suspense psicológico enfermizo a la puesta al día del polar clásico, la primera de ellas contando con la presencia hipnótica de su actor de culto -y el de Bertrand Bonello- Laurent Lucas. Mención aparte, por francés que sea, merece el excéntrico, inclasificable Quentin Dupieux con Réalité, un paso más allá en su personal universo meta-cinematográfico y surreal explorado en Rubber (2010) o Wrong Cops (2013), que no será, desde luego, para todos los gustos.



El multifacético actor, productor y realizador chino Fruit Chan, que descubrimos con la malsana Dumplings (Jiao zi, 2004), compite con The Midnight After (cuyo inabarcable título original es "Na yeh ling san, ngo joa seung liu Wong Gok hoi wong dai bou dik hung Van"), comedia negra apocalíptica y vírica, en un Hong Kong desolado y desolador. El nipón Takashi Miike, homenajeado el pasado año, estará doblemente presente: en sección competitiva con Over Your Dead Body (Kuime), revisión sangrienta y onírica del clásico kabuki de fantasmas japonés Yotsuya Kaidan, que puede recordar reflexiones meta-genéricas como Aquarius (Deliria, 1987) de Michele Soavi o En lo profundo del bosque (Promenons-nous dans les bois, 2000) de Lionel Delplanque, pero que, como siempre en Miike, resulta absolutamente singular e intransferible; y en la Sección Oficial Fantástic Órbita, fuera de concurso, desde el lado más desenfadado del director, The Mole Song - Undercover Agent Reiji (Mogura no uta-sennyû sôsakan: Reiji), adaptación del manga de Noboru Takahasi en la vena delirante de Crows Zero (Korôzu zero, 2007).



¿Hasta qué punto el nuevo y no tan nuevo terror independiente estadounidense es fruto de la labor renovadora de realizadores como Miike, Chan, Bustillo o Du Welz? Es difícil decirlo, pero si tenemos en cuenta que muchos de ellos han coincidido a menudo en el Sitges de los últimos años personalmente, puede que haya más influencia de la que algunos estarían dispuestos a reconocer. Con sabor indie llegan este año, entre otras, The Guest, lo nuevo de Adam Wingard, siempre con cierto sabor retro estilo años ochenta; The Babadook, de Jennifer Kent, nueva incursión en los terrores de la infancia, alabada por su sutileza, o The Voices, debut en Hollywood de la polifacética dibujante, escritora y cineasta Marjane Satrapi (autora de Persépolis), cargado de humor negro y suspense. Quien se consagra también como uno de los más interesantes valores jóvenes del género es Jim Mickle, autor de Stake Land (2010) o We Are What We Are (2013) entre otras, que desembarca fuera de concurso con Cold in July, comedia negra y thriller sangriento de la América Profunda, con aires de Jim Thompson, según novela de Joe Lansdale.



Bajo la mirada veterana de un David Cronenberg renacido, que nos entrega un retrato delirante y fantasmático de Hollywood con guión del creador de la serie de culto Wild Palms (1993), Bruce Wagner, se estrenará en España tras competir en Cannes la inquietane Maps to the Stars. Este año, los jóvenes cachorros del cine de género independiente le tomarán el pulso al miedo y tendrán que morder con fuerza nuestros temores para hacernos gritar de placer. Sitges aúlla de nuevo.

La hora del ‘latin-horror'

Dejando aparte la notable presencia del cine español, que se mantiene firme año tras año, y de cuya cosecha de género se espera con particular interés el nuevo largometraje de Carlos Vermut, Magical Girl, Sitges 2014 confirma uno de los fenómenos que apuntaban sus últimas ediciones: la peculiar adaptación del nuevo cine de género al clima latinoamericano, con prometedores resultados. Dios local, del uruguayo Gustavo Hernández, que sorprendiera con su anterior La casa muda (2010), dentro de la sección competitiva, y fuera de ella, The Stranger, del chileno Guillermo Amoedo, Redentor del también chileno Ernesto Díaz Espinoza o las mexicanas El más buscado de José Manuel Cravioto y El incidente de Isaac Ezban, dan fe del buen estado en que se encuentra el cine de género latinoamericano en sus más variados estilos. Punto y aparte merece lo que quizá sea el comienzo de un nuevo fenómeno: El ardor, western mutante de Pablo Fendrik; la alabada Relatos salvajes, de Damián Szifron, Late Phases de Adrián García Bogliano y Naturaleza muerta de Gabriel Grieco, se presentan como variopintos ejemplos de un repentinamente prolífico thriller y fantástico argentino. Después del j-horror y el cine de la crueldad francés... ¿ha llegado la hora del latin-horror?