Cuando François Truffaut recibió el Oscar a Mejor Película de Habla No Inglesa por La noche americana de manos del gran Yul Brynner, su discurso fue escueto y divertido: “Estoy muy feliz porque ésta es una película sobre los profesionales del cine por lo que este premio es vuestro pero, si estáis de acuerdo, seré yo quien lo guarde”. Pese a la humildad de sus palabras, seguro que el oscar tuvo una gran importancia para él. Al fin y al cabo le premiaban en el lugar en el que se habían elaborado algunas de sus películas más queridas, las de John Ford, Howard Hawks o Alfred Hitchcock. La Nouvelle Vague, de la que Truffaut fue uno de sus miembros más destacados, nació de la admiración que sentían por estos grandes maestros de Hollywood unos cuantos críticos franceses que empezaron a rodar sus propias películas. La opera prima de Truffaut, Los 400 golpes (1959), fue la obra fundacional del movimiento. A ella le siguieron otras 25 películas hasta su muerte en 1984, de la que hoy se cumplen 30 años. 25 películas en un cuarto de siglo.
En La noche americana (1973) encontramos quizás la explicación a tal dedicación. El director francés entregaba un poema de amor al cine, no tanto como arte sino como profesión. Truffaut se encontraba en su elemento durante el rodaje de sus películas, amaba estar en el set y experimentar la sensación de pertenencia a una familia compuesta por los técnicos, los artistas, los intérpretes, los productores... Una familia en la que los vínculos se estrechan con fuerza y en donde los individuos pierden irremisiblemente el control de sus emociones en pos de la consecución de un objetivo: plasmar en imágenes lo que no son más que líneas de un guión. Todo esto lo refleja, con gran sentimiento, La noche americana.
Traffuat, además, se reservó el papel de Ferrand, director de una película titulada Meet Pamela, que no parece que vaya a ser una obra maestra. Ferrand no es un genio, o al menos no lo parece, es simplemente un hombre que disfruta con los pequeños detalles de su profesión. Truffaut no quiere limitar su homenaje y elige una producción humilde, porque al fin y al cabo estas dinámicas que refleja la cinta son presumibles en cualquier rodaje.Como cualquiera de los personajes de La noche americana: un enamoradizo y prometedor actor, la diva de vuelta, la irresistible estrella extranjera... Además de la script, el especialista, el productor...
La película, además de las relaciones del equipo, nos muestra algunos secretos de los rodajes en un estudio: cómo fabricar nieve en verano, cómo rodar una escena de día para que después parezca de noche (la noche americana que da título a la película) o cómo un balcón puede que no tenga un edificio detrás. También el grado de precisión coreográfico que requiere un travelling. En definitiva, cine dentro del cine como pocas veces se ha rodado.