Image: Claustrofóbica y cuántica Coherence

Image: Claustrofóbica y cuántica Coherence

Cine

Claustrofóbica y cuántica Coherence

24 octubre, 2014 02:00

Emily Foxler en la asfisiante Coherence

Fábula de ciencia-ficción premiada en el Festival de Sitges, Coherence emplea como estructura dramática los principios de la mecánica cuántica. El debutante James Ward Bykrit arma así una audaz y claustrófica película-puzzle.

Podemos llamarla "ficción cuántica" porque otros ya lo han hecho. Es la clase de ficción generada a partir de las múltiples variantes en torno a un mismo acontecimiento. Todo depende desde dónde se observe (se filme) el fenómeno. Es mucho más complejo, en verdad, pero hay que ser físico para comprenderlo. O, en estos tiempos, guionista de televisión. Aparte de los videojuegos, quizá ningún otro soporte como la ficción televisiva ha explorado sus posibilidades con tanta dedicación y asombro -sobre todo J. J. Abrams en Lost y Fringe-, si bien la gran pantalla también tiene algo que decir al respecto. Si somos categóricos, en verdad toda ficción es cuántica: solo acontece mientras es observada.

La claustrofóbica fábula de ciencia-ficción Coherence, con la que el debutante James Ward Byrkit recogió el premio al Mejor Guión en Sitges, determina su estructura dramática a partir de los mecanismos de la física cuántica. En verdad, determina todo su sentido. Los propios personajes -cuatro parejas balcánicas reunidas en una cena de amigos- exponen la paradoja del gato de Schrödinger para explicarse a sí mismos (y al espectador) lo que les está ocurriendo en la noche en que un cometa surca el cosmos cerca de la Tierra y se producen toda una serie de acontecimientos extraños: móviles que se rompen, tendidos eléctricos que se caen y, sobre todo, inexplicables multiplicidades de identidad.

Schrödinger planteó la posiblidad de encerrar a un gato en una caja junto con un cuenco de veneno. Objetivamente, hay un 50% de posibilidades de que el gato viva o muera, si bien la paradoja reside en que mientras la caja esté cerrada el gato estará vivo y muerto al mismo tiempo -aquello que se dio en llamar "superposición" de estados-, y solo cuando se abra la caja, es decir, cuando interviene el observador, se producirá el acontecimiento. Lo que era un estado superpuesto se convertirá en un estado definido: vivo o muerto. Coherence plantea la posibilidad de que asistamos a una "ficción superpuesta": los personajes ocupan diferentes estados al mismo tiempo, que solo teóricamente transcurren en distintas ramas del universo: todas son reales, pero no pueden interactuar entre sí debido a la "decoherencia cuántica" (con perdón). Si interactuasen, se produciría el colapso. Evidentemente, Coherence se encarga de que interactúen.

En esta película-puzzle, como ocurría con Primer (Shane Carruth), la lógica imposible acaba imponiéndose a la posibilidad de cualquier lógica. Antes que un estado de desasosiego, asfixia o parálisis emocional, lo que propone Coherence con asombrosa determinación es una abstracción matemática con la que el espectador podrá frustrarse o todo lo contrario, quedar atrapado: como uno de esos juegos mentales difíciles de resolver porque la resolución siempre desafía la lógica más elemental. Acaso lo más sorprendente es que Bykrit, en su primera película, sea capaz de jugar con las matemáticas a partir de un registro cinematográfico naturalista, cercano al mumblecore, con largas escenas, cámara al hombre y actores desconocidos semimprovisando sus líneas de diálogo.

En todo caso, la verdadera baza del rompecabezas cuántico, aquello por lo que acaba funcionando con notable intención, es su corriente emocional, sumergida en la rubia Emily, interpretada por Emily Foxler en un reparto donde todos los personajes conservan el nombre del actor: Kevin Sterling, Mike Brendon, Lee Scafaria, Hugh Armstrong, Beth Grace, Amir Manugian y Laurie Maher. Puede que la suma de visionados genere aún más dudas que respuestas, si bien la sensación frente a Coherence de asistir a algo indescifrable es equiparable a la de tratar de comprender las verdaderas implicaciones de la mecánica cuántica: es tan cierto que estamos aquí como que nunca lo estuvimos.