Comenta Luis Landero en El balcón en invierno (Tusquets, 2014), una obra autobiográfica que recoge su trayectoria vital desde su infancia campesina en Extremadura hasta su canonización literaria en el Madrid de finales de los 60, que Paco de Lucía fue quién le llevó a abandonar la guitarra, instrumento con el que se ganaba la vida en el mundo de la farándula. "Un día escuchamos en la radio a Paco de Lucía. Habíamos oído hablar de él, pero no lo habíamos escuchado hasta ese momento. Creo que nos quedamos mudos por el asombro y la incredulidad, pero también y sobre todo por el terror. Aquello no entraba en nuestros cálculos. De pronto empezamos a sentirnos forasteros en nuestro propio mundo, y como expulsados de un paraíso que había estado allí hasta ayer mismo, y en el que nosotros creíamos habitar con pleno derecho y para siempre. En un momento comprendimos que nuestro tiempo había pasado".



Esta anécdota ejemplifica lo que tuvo que ocurrirle a otras muchas guitarras acomodadas del momento que tuvieron que despertar de forma abrupta del sueño del éxito ante el apabullante talento de una nueva generación de artistas abanderada por el guitarrista algecireño. La irrupción de Paco de Lucía en el panorama musical de la España que salía de la oscuridad del franquismo fue trascendental para el flamenco y sacó a la palestra, junto a la figura de Camarón, el eterno dilema de la tradición frente a la modernidad.



El 26 de febrero de 2014 perdíamos en una playa de Cancún por un ataque al corazón a la leyenda que trunco el sueño de Luis Landero. El pesar que produjo la muerte de Paco de Lucía, un talento inigualable y universal, fue palpable en todo el mundo de la cultura tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. Curro Sánchez (Madrid, 1984), hijo del maestro, se vio doblemente afectado. El primer y principal motivo es obvio: la dolorosa pérdida de su padre. El segundo tenía que ver con el documental que estrena este viernes, Paco de Lucía (La búsqueda), en el que llevaba trabajando cuatro años y que iba a tener como punto y final una entrevista que se iba a grabar tan solo unos días después de la inesperada muerte del guitarrista. "La muerte de mi padre nos afectó por supuesto anímicamente", comenta Curro Sánchez. "Y después repercutió en la estructura del documental. Tuvimos que buscar por todos lados imágenes que nos permitieran reestructurar el final".



Sin embargo, este joven de 30 años licenciado en Comunicación Audiovisual, no se dejó llevar por el desaliento ante la fatalidad. El mejor homenaje que le podía brindar a su padre era finalizar un proyecto con el que el autor de Entre dos aguas estaba entusiasmado, aunque en un principio lo abordara con cierta frialdad y escepticismo. "Aunque lo que nos apetecía era rendirle duelo, tuvimos que hacer un esfuerzo por recuperar el tono de entusiasmo y vitalidad que nos había transmitido Paco hasta ese momento. Era la esencia que le definía", explica Sánchez.



El proyecto comenzó en 2010 cuando el guitarrista le encargó a su hijo un minidocumental que acompañara la edición de su penúltimo disco En vivo. Conciertos España 2010. "Estuve rodándolo durante seis meses con él y cuando terminamos, ya en 2011, me di cuenta de que tenía un material precioso que se iba directo a un disco duro para no ver nunca más la luz", explica el director de Paco de Lucía (La búsqueda). "En ese momento me planteé si se podía hacer un documental que contase algo nuevo de Paco con frescura y entonces di con las claves. Al final lo más complicado fue convencer a mi padre".



La vertiente de la obra de su padre a la que mayor importancia le ha prestado el joven director es a la universalidad. "Yo pensaba que ver en una sala de cine a Chick Corea, a Carlos Santana o a John McLaughlin hablando sobre mi padre sería genial. En documentales anteriores sobre Paco lo que tienes es mucha gente flamenca", explica Sánchez. "Además, estaban todos como locos por salir en la película hablando ya que, aparte de que admiraban mucho la parte artística de Paco, en la mayoría de los casos les unía una gran amistad. Para ellos era una gozada estar durante un rato hablando de sus experiencias con él".



El documental, de una manera más o menos cronológica, repasa la trayectoria de Paco de Lucía desde su Algeciras natal (donde la tradición flamenca le queda grabada a fuego a través de las reuniones nocturnas de cantaores y guitarristas locales en el patio de su casa), al peso y la fatiga de ser considerado un maestro y tener que estar siempre a la altura de dicha fama. De por medio, una trayectoria impecable contada con brío y ritmo, la gran obsesión del genio de la guitarra que parece que su vástago ha sabido transportar al medio audiovisual. El documental pasa de lo universal a lo íntimo con facilidad y quizá sea en este apartado donde radica el mayor valor de la obra. A través de entrevistas entre padre e hijo nos llega una faceta menos conocida del personaje, alejada de su fama de perfeccionista atormentado. "Sabía que iba a contarme su biografía de una manera muy cercana y que iba a poder pasar por puntos que con otra persona igual no hubiera abordado por timidez o porque no se le hubiera ocurrido. Yo ademas quería que contase anécdotas de la infancia que a nosotros nos encantaban y muy poca gente había escuchado", explica Curro Sánchez.



El documental se estrenó en el Festival de San Sebastián donde tuvo una gran acogida por parte de crítica y público. Para llegar a tiempo Sánchez tuvo que trabajar a contrarreloj entrando en un estado vital cercano al delirio. "Lo de San Sebastián fue surrealista", explica Sánchez. "Asimilar todo lo que ocurrió en esos días, sobre todo con el nivel de neurosis e inseguridad con el que llegué a la cita, me ha llevado muchas semanas. Ahora empiezo a creerme que la buena respuesta del público y de la crítica es sincera pero al principio pensaba que la gente me peloteaba por ser el hijo de Paco. Pero ver como el público conecta con la historia, se emociona al final o se ríe con ciertos comentarios de Paco me hace respirar tranquilo".