La posición preminente de Nick Cave dentro de la música contemporánea es indiscutible. Artista aclamado en todo el mundo, el australiano afincado en Brighton (Inglaterra) ha sabido evolucionar desde el punk de sus inicios con The Birthday Party hacia un virtuosismo rockero de tintes dramáticos y profundos en una perfecta evolución hacia la madurez creativa y personal. Nick Cave, el hombre delgado y elegante, la estrella del rock carismática y refinada creador de algunas de las más bellas, y en algunos casos contundentes, canciones de los últimos años nos abre una puerta a su intimidad con 20.000 días en la tierra (título en la estela de aquellas 10.000 noches en ninguna parte de Ramón Salazar), donde podemos asistir a sus sesiones de psicoterapia u observar de cerca su proceso creativo cuando se cumplen sus 54 años y un poco más (a eso equivalen 20.000 noches). Porque en Nick Cave no existe diferencia entre el hombre y el artista, de hecho, esta viene a ser la idea principal de la película, el verdadero Cave es un espectro a medio camino entre ambos, lo que queda entre la realidad y la fantasía.



Novelista y escritor, para quienes conozcan menos esta faceta de Cave lo más sorprendente de 20.000 días en la tierra es que durante mucho rato es más literaria que musical. Es una película en la que se habla mucho, ya sea mediante las reflexiones del propio Cave en off o en las conversaciones que mantiene con sus mejores amigos, donde asoman figuras conocidas como Kylie Minogue o Warren Ellis, compañero de aventuras artísticas en The Bad Seeds o Grinderman. Dirigido como un thriller por Iain Forsyth y Jane Pollard, esta pareja de británicos han destacado hasta la fecha por su trabajo en el campo del videoarte y el influjo arty es muy fuerte en un filme que pretende superar los corsés del documental tradicional para expresar con imágenes ese tormento interior de Cave, ese ser interior en el que anida la "bestia" y donde el arte, la música y de forma especial la actuación en directo, son los catalizadores para domesticar a ese salvaje y convertir a vulgares seres humanos en semidioses. Todo ello en un lugar, la realidad y el alma, que son agitados y tenebrosos, la vida es lucha y batalla, es guerra. Cave es un caníbal y la vida una de sus víctimas.



Una anécdota relativa a Nina Simone recorre la cinta. Cuenta la historia de que la célebre cantante apareció en el escenario borracha y asqueada de la vida. Se sentó al piano, se sacó un chiclé de la boca y lo pegó a la cola del instrumento y con aire atemorizador dio rienda suelta a un recital que el público temía catastrófico. Poco a poco, Simone fue creciendo en el escenario, transformándose en el sentido literal de la palabra y la fuerza de la música y el directo la convirtieron en otra persona. Esa fuerza mágica y misteriosa es también la que da sentido a la vida de Cave. 20.000 días... es el reflejo de una inquietud, del compromiso de un artista con su arte. Quiere erigirse en prueba de que no hay distancia (o sí la hay, pero es otro tipo de distancia) entre el hombre que escuchamos cantar y tocar en casa y el que está en el escenario, un antídoto contra todo tipo de cinismo a la hora de valorar el trabajo de los músicos.



A la manera de Godard en aquel Sympathy for the Devil en el que veíamos a los Rolling Stones grabando, el documental también refleja el proceso creativo de Cave. Si entonces el maestro francés enlazaba el trabajo de los Stones con el zeitgeist, viviendo a decir que la música es obra de una época convulsa y concreta, un grito que sirve como grito colectivo, nada de eso sucede aquí. La obra de Cave está relacionada con el propio Cave, el artista habla de sí mismo, es un signo más de unos tiempos en los que la música tiene un valor distinto al de los años 60, donde la catarsis se produce de una manera íntima y no grupal. A todas éstas, también descubrimos algunos entresijos de su vida íntima, la muerte de su padre siendo un adolescente o el miedo que le entró cuando nacieron sus hijos, que aparecen en una escena como figuras rubias de una película de terror, algo así como El resplandor. Se exalta el talento del músico pero la sensación que deja el filme no es complaciente, el mundo de Cave nos perturba y nos agita.